Madrid. Jaime de Armiñán (Madrid, 1927) recibirá hoy el Goya de Honor 2014 como reconocimiento a "su dedicación apasionada" al medio cinematográfico, que premia sesenta años de carrera "comprometida y alejada de convencionalismos" y el cual, sin duda, aseguró, se merece. "Me merezco este Goya; si lo pienso, lloro, sería falsísimo si dijera otra cosa, y afirmo que lo merezco, porque he dedicado mi vida entera, creo que muy fructíferamente, a este trabajo al que amo ciegamente, porque lloro cuando hablo de esto, porque es mi vida", resumió el premiado, verdaderamente con lágrimas en los ojos.

El flamante Premio de Honor es director de cine, realizador de televisión y guionista, pero sobre todo es un escritor metido a cineasta para ver las cosas que escribía. Estuvo dos veces en Hollywood en los Oscar, con Mi querida señorita (1971) y El nido (1980), dos películas que figuran con letras de oro en la historia del cine español, pero, según dijo, fue La hora bruja (1985) la que "más contento" le hizo sentir y más disfrutó rodando. "La hice en total libertad, ya no había censura y había dinero", recordó el cineasta, que inició su carrera cuando el general Franco detentaba la Jefatura del Estado. "No soy de los que piensan que los tiempos pasados fueron mejores. Eso me parece terrible, entre otras cosas, porque ahora podemos decir lo que pensamos. Antes teníamos una mordaza y, si te descuidabas, te fusilaban, pero yo nunca he sido acomodaticio", aclaró este madrileño, que, a sus 86 años, entiende que ya se ha ganado el derecho a pasar el testigo.

Si la desgarradora historia que contó "como nadie" José Luis López Vázquez en Mi querida señorita le lanzó al estrellato, con El amor del capitán Brando (1974) llegó a la Berlinale. Luego, rodó Jo, papá (1975), que fue prohibida por la censura. "He luchado todo lo que he podido contra la losa que teníamos encima, pero -advirtió- hoy también tenemos una losa, y hay que luchar de alguna manera, no sé cómo, pero sabiendo que es mucho más peligrosa, porque ahora es el dinero quien manda, ya no hay ideología".

Pero Armiñán recordó sobre todo Historias de la frivolidad, escrita junto a Ibáñez Serrador; Una gloria nacional, basada en su abuela, y la premiada Juncal (1988), de nuevo con Paco Rabal. "Podían recuperarlas", apuntó. "Cuando pienso cómo se pudo hacer Juncal, una película para televisión que tardamos un año en hacer... Viajando, gastando de lunes a viernes... Eso lo dices ahora, y no te creen", señaló el octogenario, quien entendió que "no podemos comparar aquello con el cine de ahora, porque los de ahora están en inferioridad de condiciones". En su opinión, lo que ha cambiado "es el paisaje de la sociedad". "Antes se podía rodar y hacer cosas, porque la industria funcionaba como un engranaje, pero ahora, entre unos y otros -Montoro y sus secuaces, apostilló-, no tiramos para adelante". "Están echando a perder el cine y muchas otras cosas, la universidad, los hospitales. Estamos en una época terrible", afirmó y se declaró "tan decepcionado" como el resto de los españoles, a quienes han fallado "todos" los políticos.