Madrid. Argentina despide con tres días de duelo nacional a uno de los grandes escritores, Juan Gelman, el poeta del dolor y el compromiso, fallecido el martes en Méjico.
Luchador incansable contra el olvido e inventor de palabras, la muerte de Gelman deja un vacío insustituible en la poesía argentina, que le tiene como el más reconocido de los integrantes de la llamada Generación de los 60, tras la publicación de Violín y otras cuestiones (1956), su primera obra y una de las más emblemáticas.
Grandísimo poeta, querido y comprometido, Juan Gelman era por encima de todo un gran ser humano que allí donde iba causaba una profunda admiración y respeto por la dignidad con que afrontó el dolor y el sufrimiento que le tocó padecer y a los que sobrevivió gracias a la escritura. Juan Gelman encarnaba "la verdad del corazón y la verdad del mundo" y ahí iba dirigida su poesía, como él mismo recordó en su discurso de entrega del premio Cervantes en 2007 uno de los textos más emocionantes que se han oído en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), en el que apeló a la recuperación de la memoria, ante un auditorio rendido a las palabras del poeta, que habló de pérdida, memoria, experiencia y amor.
Un Juan Gelman que en España recibió los premios más importantes, el Cervantes, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que publicó toda su obra en las mejores editoriales, y su última obra, su poesía reunida, en Seix Barral (más de 1.400 páginas). Este país también le escuchó en 2000 como a un testigo más para denunciar las violaciones de los derechos humanos de la Junta Militar Argentina entre 1976 y 1983.
Entonces Gelman, como siempre humilde y tan discreto que los periodistas que cubren la información de Tribunales no le reconocieron, fue a la Audiencia Nacional para declarar en el juzgado de Baltasar Garzón sobre la historia más triste de su vida. Una pesadilla que comenzó en 1976 cuando los militares argentinos fueron a buscarle a su casa y, como no le encontraron, se llevaron a su hijo y a su nuera embarazada. A su hijo le asesinaron y le metieron en un tambor de grasa de mas de 200 litros rellenado con cal y cemento y le arrojaron al río San Fernando. Trece años después fue identificado. A su nuera, Claudia, después de que diera a luz una niña que fue entregada a una familia de un militar, la mataron de forma cruel también.
Pero esa rabia y ese gran dolor Gelman los convirtió en poesía, una palabra alimentada por el sufrimiento, pero sin ira y sin rencor, porque el poeta de mirada acuosa y voz pausada que hoy ha muerto nunca perdió la pausa y la mansendumbre. Dejaba escurrir suavemente su acento argentino en la música de sus palabras. "Se suele ser revolucionario en el modo de la rabia: Juan Gelman lo es sobre todo en el modo de la ternura", decía Jorge Riechmann del autor de Gotan o Cólera de buey. "La mera existencia de la poesía resiste el envilecimiento de lo humano", dijo en su discurso de entrega del premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
Violín y otras cuestiones fue el primer libro que publicó Juan Gelman, y lo abría con unos versos que le han perseguido hasta el final: "Quién pudiera agarrarte por la cola/magiafantasmanieblapoesía!/Acostarse contigo una vez sola /y después enterrar esa manía!/Quién pudiera agarrarte por la cola!".
Y es que este hombre de "existencia heroica", como lo definió Antonio Gamoneda, decía con humor que escribía por insatisfacción, porque siempre había perseguido a la Señora (la poesía) y nunca la había podido alcanzar ni por la cola.
La palabra como resistencia, pero la palabra nunca como panfleto, porque según Juan Gelman, que recibió prácticamente todos los premios importantes, para que "la palabra sea insurgente tiene que tocar el corazón".