el fantasma de Intocable, el mayor éxito comercial del cine francés del siglo XXI, se pasea por la barca-escenario de este filme que comparte el mismo protagonista: François Cluzet. Pero desde su mismo enunciado hay algo en su interior que se sabe espejismo, que se percibe falso, que (nos) engaña. ¿Por qué se titula En solitario si su protagonista nunca lo está? A medio camino entre La vida de Pi y una reescritura de Robinson Crusoe con un Viernes polizón, lo que los productores de Intocable se proponen no es sino forjar un retrato amable sobre la bondad del ser humano.

Su argumento es sencillo. Un deportista veterano inesperadamente se ve aupado, por accidente, a sustituir al piloto titular, quien por cierto será su futuro cuñado. El azar pone en sus manos las riendas para pilotar una especie de Fórmula 1 marítimo en la Vendée Globe. Se trata de una competición consistente en dar la vuelta al mundo a vela, en solitario y sin escalas. La rapidez, la resistencia, los conocimientos de la naturaleza y el azar conforman los pilares de una dura prueba deportiva llena de riesgos. Así, François Cluzet gracias a este personaje pasa del rol de multimillonario en silla de ruedas a navegante a bordo de un velero de alta competición y diseño de lujo.

Dirigido por un profesional de la fotografía, Christophe Olfenstein, hay dos niveles de interés. Uno apunta al documental, a las escenas del mar, a la reconstrucción de ese viaje a lo largo del mundo en el que la climatología muestra todas sus caras. En ese territorio meramente ilustrativo el filme resulta atractivo y el trabajo de Olfenstein parece solvente. Pero en la historia que el propio director ha coescrito junto a Jean Cottin, la película naufraga. En el fondo, En solitario se ocupa, como el último filme de los hermanos Coen, de un perdedor, alguien cuyo destino le conduce a permanecer en segundo plano pero, a diferencia del hacer de los Coen, aquí no hay personajes sino arquetipos. Lejos del duelo actoral que Cluzet sostenía en Intocable, aquí no hay antagonista. Un adolescente mauritano con quien apenas puede establecer un intercambio emocional y, en el contrapunto de tierra firme, una hija y una novia articulan un relato de grandes intenciones y escasas aportaciones.

Dirección: Christophe Offenstein Guión: Jean Cottin y Christophe Offenstein, con un argumento de Fréderic Petit Jean Intérpretes: François Cluzet, Samy Seghir, Virginie Efira, Guillaume Canet, José Coronado y Arly Jover Nacionalidad: España. 2013 Duración: 96 minutos