eN los primeros compases de En la flor de la vida aparece una señal de alarma. Cuando ya sabemos, más o menos, quiénes copan el interés de esta película, presentimos que ninguno de ellos nos interesa demasiado. Es más, sabemos que todos resultan insoportables, cartón piedra, estereotipos que pretenden hablar de la vida cuando poco hay en ellos que refleje algo que la merezca. Sin embargo, Nick Quinn, un cineasta que viene del mundo documental, sin evidenciar ninguna virtud extraordinaria, consigue que no se desmorone totalmente esta reflexión más agria que dulce, sobre la madurez y la relación paternofilial.
Director y guionista, Nick Quinn habla de un periodista veterano que, en plena madurez, disfruta de su mejor momento profesional al presentar en televisión un programa de entrevistas con cierta enjundia. Sin embargo, justo en el momento en el que en el horizonte laboral surgen nubes de tormenta, su octogenario padre sufre un inoportuno accidente y reclama los cuidados del hijo, algo que conllevará un reflejo escalofriante: en la decrepitud del padre, el hijo comienza a percibir los mismos signos de envejecimiento y con ello, su retirada.
El duelo padre e hijo tiene una base que convierte en triángulo una historia sazonada de azúcares sin refinar, como si su autor no quisiera incomodar demasiado al público con un retrato sobre la decadencia física, la soledad y la muerte. A falta de mordiente argumental, y con un director que se aplica con corrección pero sin singularidad al servicio de su propia historia, lo más discutible aparece del lado femenino, una improvisada cuidadora cuyos humores y haceres cautivan a los dos personajes quienes a su manera, comparten idéntico patetismo en su afán por seducir a la joven madre, de origen emigrante, con tres hijos de corta edad y con un marido que se dedica a falsificar zapatillas deportivas.
Pinceladas suaves sobre una realidad demasiado aguada como para permanecer en el recuerdo. En el hacer actoral, este filme de crítica suave y razones escasas es donde encuentra lo mejor de sí mismo. Pierre Arditi y Jean Pierre Marielle intercalan roces y goces en un filme familiar en el que padre e hijo comparten jubilación ¿dichosa? y se enamoran de la misma mujer equivocada.
Dirección: Nick Quinn Guión: Andreia Barbosa; con la colaboración de Santiago Amigorena Intérpretes: Pierre Arditi, Jean-Pierre Marielle, Julie Ferrier, Audrey Fleurot, Artus de Penguern y Rasha Bukvic Nacionalidad: Francia. 2012 Duración: 83 minutos