Al parecer, cuando J.R.R. Tolkien, un hombre al que el Nobel le dio la espalda, escribió El Hobbit lo hizo sin ambición literaria. Era una novela corta, un cuento lleno de acertijos y dragones, inspirado en el fantástico cóctel formado por la mezcla entre la imaginería germana y las leyendas artúricas. Aquel librito escrito al final de los años veinte para solaz de sus propios hijos ganó, lector a lector, la curiosidad del público, hasta el punto de convertirse en un éxito editorial. Esa apasionada acogida convenció a Tolkien para dar continuación a la saga y adentrarse más y más en la Tierra Media. Allí habitan seres como Gandalf en un mundo de elfos, enanos, hobbits y humanos amenazados por el fantasma de la guerra. La vida de Tolkien, al menos su parte principal, conoció las dos grandes guerras, la del 14 y la del 39. En la primera, Tolkien cultivó un abierto antibelicismo y una profunda religiosidad. Esos dos vértices propician que en su obra converjan estudiantes de neo-corbata junto a freakies de camiseta negra. Las razones, así como sus lecturas, evidentemente son distintas.
Jackson, de quien bastaría recuperar Bad Taste para entender de dónde proviene, ha hecho lo contrario que Tolkien. Primero empezó por la obra más larga, El señor de los anillos. Conocedor del naufragio de Ralph Bakshi al que, pese a su bien hacer en la adaptación del primer tomo, no le dejaron filmar la continuación, se las ingenió para poner en marcha una producción colosal. Tuvo éxito. Ganó premios, arrasó en taquilla y tan beneficioso fue todo ello, que era cuestión de tiempo que acometiera la adaptación de la obra precedente, El hobbit.
Intentó pasarle el estoque a Guillermo del Toro, un cineasta con el que guarda algunos paralelismos notables. Al final, Jackson volvió a reencontrarse con Gollum y con Gandalf. Presionado por el coste, la decisión más difícil e injustificada fue convertir el escaso material argumental de El hobbit en una trilogía. Y así lo ha hecho. A falta de palabra, Jackson ha llevado el cine a otro terreno, al del videojuego y la acción. Si el primer capítulo, el que partía de los mejores diálogos, se saldó con apatía, éste en el que apenas nada hay de Tolkien salvo sus sombras, entretiene mucho gracias al ritmo y al juego escópico que hace arte de la solvencia.
Dirección: Peter Jackson. Guión: Peter Jackson, Guillermo del Toro, Philippa Boyens y Fran Walsh a paartir de Tolkien. Intérpretes: Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, Luke Evans, Lee Pace y Orlando Bloom. Nacionalidad: USA y Nueva Zelanda. 2013. Duración: 161 minutos