El éxito de Futbolín en Argentina -dos millones de espectadores han pasado por los cines de su país de origen-, puede asemejarse al que aquí obtuvo Las aventuras de Tadeo Jones. Ambas representan la respuesta digna y comercial de la industria de la animación periférica a un mercado en el que Pixar manda, EEUU recauda y, de vez en cuando, Japón nos regala con alguna obra maestra. La animación, esa asignatura que muchos adultos no conseguirán aprobar en su vida, exige una capacidad de abstracción que no todos los espectadores pueden dar. Es una cualidad, la credulidad, que muchos pierden con la edad y que ya nunca recuperan. Por el contrario, quienes se dedican a este género, lo hacen de manera obsesiva y, solo de forma esporádica, frecuentan el cine de actores. Lo sorprendente en este caso, es que el director, el maestro de la orquesta que dirige esta película, provenga del otro cine, ese cine de carne y hueso que hizo reír con El hijo de la novia y que hizo temblar con El secreto de sus ojos.
Muy diferente formalmente a ambas películas, en el fondo Campanella reitera aquí el mismo cuento que siempre cuenta: la historia de un perdedor capaz de tragar la derrota con una sonrisa de esperanza. El otro giro a la naturaleza del cine de Campanella es obvio. Futbolín puede ser disfrutada por los adultos, pero Campanella, que no pertenece al mundo de la animación, no es un pura sangre del hechizo de la línea, siente que, en el fondo, este cine es sobre todo para el público infantil.
De acuerdo con ello, y con el cine de Lassetter como faro y guía, Campanella saquea Toy Story a conciencia. Sabedor de que nunca podría competir con los norteamericanos en su terreno, encuentra un común denominador menos yanqui pero sin duda muy internacional: el fútbol. Si se tiene en cuenta que estamos a las puertas del mundial de Brasil, que en su país de origen, Argentina, como en medio mundo, ese deporte provoca no la suspensión de la incredulidad sino la congelación de la capacidad crítica, tenemos las claves de su operación. La falta de brillantez y convicción se suple con oficio y profesionalidad. Todo se juega a un buen nivel, todo se resuelve con la alta eficacia de un Campanella, che, para toda la familia.
Dirección: Juan José Campanella. Guion: Juan José Campanella; basado en el cuento "Memorias de un wing derecho", de Roberto Fontanarrosa. Supervisión de animación: Sergio Pablos. Nacionalidad: España y Argentina. 2013. Duración: 98 minutos