Barcelona. El fotógrafo sueco Paul Hansen, ganador del World Press Photo 2012 se halla inmerso en un nuevo proyecto con el que pretende relatar la vida de la gente normal, de aquellos que "no tienen voz".
En una entrevista concedida con motivo de la exposición de World Press Photo en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, Hansen ha señalado que este nuevo trabajo surge como reacción a que "en los periódicos sólo aparece gente exitosa o fracasados, pero no hay lugar para las pequeñas historias". Con este nuevo proyecto, el fotógrafo sueco dará carpetazo a su trabajo sobre Palestina con el que ganó el prestigioso premio que, como él mismo comenta, le ha brindado grandes alegrías pero también preocupaciones.
Sobre las críticas recibidas, el fotógrafo ha considerado que en las mismas "a veces hay una dimensión política". El premio recibió duros y repetidos ataques en los que se acusaba a Hansen de manipular y de haber procesado las fotografías, pero el análisis técnico que hizo Neal Krawetz en el blog The Hacker Factor concluyó que la fotografía era una composición de tres imágenes. Después de ser examinada, píxel por píxel, por cuatro grupos de expertos y tres forenses y que el World Press Photo hiciese un comunicado a su favor, la polémica se mitigó.
Sin embargo, Hansen confiesa su cansancio por este juicio paralelo al que fue sometido: "Ha habido tantos tipos de críticas, que es hasta ridículo", afirma un poco resentido, aunque asegura que no se lo ha tomado como algo personal.
La fotografía de Hansen refleja el conflicto palestino-israelí, aunque el fotógrafo prefiere ceñirse a la historia familiar de los dos niños transportados en brazos durante la procesión de su funeral, junto a su padre. La madre de los pequeños, Amina Hijazi, es la protagonista de su trabajo. Una mujer que ha perdido a tres hijos por culpa de la guerra, "la historia habla por si sola", asegura Hansen. Su imagen también ha sido criticada por su excesiva belleza, pero el autor repone que "la composición es muy fluida, es como un cuadro". La luz del sol que se cuela por la ventana, el balanceo de los cuerpos, el ángulo en perspectiva; todas las características se alinearon en medio del bullicio de la gente en aquel callejón de Jabalia, un campo de refugiados de Gaza que ya es parte de la ciudad. "Todo se juntó en una sola imagen y resultó que estaba allí", explica Hansen con modestia.
Pero Hansen decidió seguir aquella procesión entre muchas otras aquel noviembre de 2012 porque había niños implicados. "Los niños, por definición, son siempre inocentes", argumenta. El fotógrafo sueco confiesa que aún le resulta difícil recuperarse de aquel choque de sentimientos y cada vez que ve la foto el pulso se le acelera, porque "esta imagen es gritos, sudor, pena", rememora con dolor. "No la veo como una sola imagen, sino como todo un día deambulando", recuerda.
La imagen es parte de una serie de doce fotografías y el jurado del World Press Photo escogió la mejor. "Creo que es el contenido, la historia lo que le da fuerza", reconoce, "los niños parece que estén durmiendo, no hay sangre ni brazos mutilados". Hansen volvió a visitar a la familia Hijazi y el diario Dagens Nyheter, publicó un reportaje sobre su supervivencia en la tragedia: gracias a la foto, los difuntos se han convertido en héroes. "La primera vez que volví vi la fotografía en la pared", explica Hansen, "la siguiente vez que fui, les imprimí una buena versión y la enmarqué; y fue la primera vez que vi a la mujer llorar.