Han pasado ya ocho años desde que viera la luz en euskera este 'Circo de invierno'. ¿Ha sentido la tentación de retocarlo para esta su primera edición en euskera?
Cuando hace la traducción uno mismo es inevitable retocar cosas. De hecho, la edición en euskera contaba con tres o cuatro relatos más, y en esta ocasión he querido dejarla más compacta con solo 14 relatos.
¿Por qué cree que concretamente esta obra ha tardado tanto tiempo en traducirse al castellano, a pesar de la repercusión que tuvo gracias al Premio de la Crítica de narrativa en euskera?
Probablemente debido al género. No te negaré que este libro es una espina que tengo clavada, porque mi género predilecto, y el que más he frecuentado, ha sido, desde siempre, el relato breve. A pesar de que en euskera funcionó bastante bien y se tradujeron algunos relatos, que han salido en antologías sueltas, ninguna editorial se animó a publicar el libro entero; probablemente por el recelo que provoca, sobre todo en las grandes editoriales, el relato. Algo que es completamente diferente en euskera, donde el relato breve se tiene en mucha estima, se vende y comercialmente funciona bastante bien. Sin embargo, en castellano, no tiene tanta pegada en general.
Quizá no tenga tanta pegada pero sí que en los últimos años se está viviendo cierto auge del género, al menos por estos lares.
Comparado con hace ocho años, igual hay más editoriales ahora. Ya digo que son dos ecosistemas diferentes, el de la literatura en euskera y en castellano; es más, yo me atrevería a decir que lo más interesante que se hace, más que las novelas, son los relatos breves... Luego ya entraríamos a discutir quién, por qué y cómo.
Esta es una colección de relatos variopinta y muy diferente entre sí, ¿pero con el objetivo de cumplir una misma función?
Sí. Hay diferentes modos de afrontar un libro de relatos: por un lado, el libro compacto en torno a un tono o una temática, y luego están los relatos que conviven dentro de una misma carpa. Igual que en un portal pueden convivir diferentes personas y personalidades, en un libro pueden convivir relatos de diferentes tonos, épocas y con distintos tipos de personajes. En Circo de invierno sí que hay algunos recurrentes, sobre todo paisajes urbanos o personajes un poco marginales. Además, en la mayoría de los relatos también hay un barniz irónico y una vocación europea. Cuando hace ocho años presentaba este volumen recuerdo que recalcaba esto último porque hay historias en las que aparecen guerras que no se sabe muy bien en qué parte de Europa acontecen y varios relatos parisinos, porque ya sabemos que el Circo de invierno fue un espacio muy concreto de París, que primero funcionó como campo de prisioneros, después como circo y posteriormente como escenario de conciertos.
¿Sucede, casi por norma general, que cuando los escritores tercian hacia el relato breve se vuelven más humorísticos?
Puede ser. Como decía Hemingway, si las novelas se ganan a los puntos, el cuento hay que ganarlo por K.O. Y en ese K.O., el humor puede que tenga más espacio.
Todos estos saltos geográficos que se suceden en este europeístico circo, ¿están provocados por que se dejó llevar la imaginación o buscaba una desubicación premeditada para el lector?
Yo no pienso en un libro de relatos, sino en relatos. Eso te lleva, por ejemplo, a escribir un cuento situado en Río de Janeiro, luego cambias de temática radicalmente y así hasta que, cuando te encuentras con media docena de relatos, es cuando empiezas a pensar con más malicia qué otros textos podrían convivir bajo el mismo techo. Es en ese momento cuando uno, para redondear la faena, empieza a buscar hilos o tonos concordantes entre los relatos para unirlos. Pero, en el fondo, Cuento d invierno es un libro de abierto, ya que de un relato a otro hay muchas variaciones.
Abierto pero, ¿quizá con la vida cotidiana como nexo común?
Sí, pero tampoco necesariamente, ya que hay un par de relatos, en concreto uno, Momentos estelares de la silla, que abarca 200 años de situaciones históricas muy concretas que se van entretejiendo a través de las sillas que fueron protagonistas de esos eventos.
Con la perspectiva que dan los años, y aunque después han llegado otros galardones igual o más importantes, ¿qué significó para Harkaitz Cano el Premio de la Crítica?
Los premios siempre se agradecen y cada galardón tiene su particularidad. Sabemos que los galardones son accidentales, de hecho, a mí me gusta referirme a ellos como dulces accidentes, y más en el caso del Premio de la Crítica, que es simbólico y sin dotación económica. En este sentido se agradecen pero luego hay que olvidarlos porque no conviene que ocupen demasiado sitio en la cabeza.
Un padre separado que presume ante su hijo de ser amigo de Julio Cortázar,
Este es uno de los cuentos parisinos, que además está protagonizado por un padre y un hijo, una constante, las de las parejas, que también se repite a lo largo del libro: bien dos amigos, dos hermanos... En este caso es una historia que se ubica en París en los años 70, en un París culto y literario; además, los dos personajes principales son un exiliado argentino, separado, y su hijo. Se trata de un cuento más literario, quizá llevado por la influencia de mi estancia parisina, en la que leía Rayuela y me dejaba llevar por ese ambiente. Por otra parte, en los relatos de este libro también hay mucho escritor, hay cierta tendencia metaliteraria. Los libros y los escritores son importantes no solo en estos relatos sino también en toda mi obra, ya que, por ejemplo, Julio Cortázar es un escritor que me ha acompañado en numerosas ocasiones y durante mucho tiempo y, para mí, es tan importante, o más, que muchas personas de carne y hueso que he podido conocer.
¿Realmente tiene dudas Harkaitz Cano sobre si es mejor una canción de Bob Dylan o de Frank Zappa...?
Depende del fin último de esa canción (risas). El personaje elige a uno de los dos (no vamos a desvelar cuál de ellos) pero el escritor no tiene por qué compartir las elecciones de sus personajes (risas).
La vida es un circo, ¿pero la función es cada día más triste y hasta los payasos lloran?
La connotación que he tenido yo del circo, y de ahí viene el título también, ha sido la de su cara b. Yo viví en Lasarte hasta los 14 años y en los años ochenta siempre ponían la carpa del circo al lado de nuestra ikastola, donde el hipódromo. Así que desde muy pequeños conocimos el patio interior del circo, lo veíamos montar, veíamos a los leones famélicos y a los rinocerontes en jaulas pequeñísimas... animales que incluso podías tocar, algo impensable ahora, porque no había ningún cerco de seguridad. De hecho, cuentas esto hoy y parece que es de otro siglo... bueno, es que realmente es de otro siglo (risas). Siempre me llamaron la atención los vestidos de lentejuelas, que tan vistosos parecen en la pista, y que nosotros veíamos en tenderetes de caravanas. De esta forma, desde muy pequeño tuve la parte sórdida del circo muy a la vista, y no era esa que se tiente como la quintaesencia de la tristeza, que es la imagen de un payaso triste. Y respecto al show, esa función a la que nos vemos sometidos todos los días, es verdad que quizá somos menos crédulos que nunca o quizá somos más escépticos o nos hemos vuelto más cínicos. En todo esto, el contar historias, hacer literatura, puede actuar como coeficiente corrector en cierto sentido... No sé, quizá tengo demasiada esperanza en la literatura.