DOnostia. Decía ayer Bernardo Atxaga (Asteasu, 1951) que cuando acometió la escritura de Etiopia (1978) siempre supo que trabajaba en un poemario, del mismo modo que abordó Obabakoak (1988) como colección de cuentos y Soinujolearen semea (2007) como novela. Sin embargo, a la hora de enfrentarse a Nevadako egunak (Pamiela), el libro que ayer presentó en el Koldo Mitxelena, prefirió no partir de un género concreto y tener la "libertad" de organizar los textos de otro modo.
Con motivo de su estancia de diez meses en Reno (Nevada), donde vivió desde agosto de 2007 a junio de 2008, el escritor fue acumulando apuntes, notas e incluso artículos periodísticos. Los mezcló con recuerdos, evocaciones cinematográficas y "personajes del interior" y así alumbró un "conjunto heteróclito" (irregular, extraño y fuera de orden, según definición de la RAE) de piezas diversas que, a modo de caleidoscopio, dan cuenta de su propia "experiencia humana".
El palacio de Ferdinand Cheval Atxaga recurrió a un personaje real, Ferdinand Cheval (1836-1924), para ilustrar el modo en que ha escrito un trabajo que "comienza como una crónica y termina como una novela". Cheval fue un humilde cartero francés que un buen día tropezó con una piedra y a partir de ella decidió construir un palacio. Durante los siguientes 33 años, aprovechó su itinerario y mientras repartía cartas, iba recogiendo las piedras del camino con las que levantó el magnífico Palais Idéal, considerado una obra clave del arte marginal.
De un modo similar, aunque en menos tiempo, ha procedido el autor guipuzcoano. La primera piedra del libro la colocó en 2007 tras llegar a Nevada y la última, hace tan solo quince días, cuando entregó el original a la editorial Pamiela. Inicialmente escribió 250 piezas, pero tras la pertinente criba, ha terminado edificando su palacio ideal con un total de 150. Fuera quedaron, entre otras, algunas reflexiones sobre la figura de Lawrence de Arabia.
Los textos guardan relación, sobre todo, "con la memoria y con el paisaje". A juicio de Atxaga, estar en un "lugar extraño" o "no habitual" puede despertar "sentimientos" y "fantasmas" que uno creía olvidados. Como ejemplo citó la visita que realizó a Pyramid Lake, un impresionante lago en medio del desierto de Nevada en el que John Huston rodó Vidas rebeldes, protagonizada por Clark Gable, Montgomery Clift y Marilyn Monroe, y escrita por Arthur Miller. Además, una leyenda cuenta que en el lago se puede escuchar el llanto de los niños engullidos por sus aguas, lo cuál trajo a la memoria de Atxaga la historia de un gemelo de su pueblo que murió ahogado cuando eran pequeños.
El paisaje interior El "mayor problema" ha sido ordenar las 150 piezas y dotar al conjunto de un "equilibrio", para lo cual ha utilizado varios recursos, como el orden cronológico, los banquetes -Halloween, Acción de Gracias, Año Nuevo...- y motivos recurrentes como el desierto, que comparó con el sonido de las baquetas en una banda de jazz, o los caballos salvajes, que galopan por varias de las páginas del libro. Atxaga rememora episodios de su infancia y también rescata a alguno de sus personajes predilectos, como el boxeador Paulino Uzcudun, que se enfrentó a Max Baer en Reno. El escritor buscó por la ciudad el lugar donde entrenó el púgil guipuzcoano y ha incluido ese "trabajo de campo" entre las piezas de Nevadako egunak.
"No creo exagerar si digo que este libro tiene tanta variedad como Obabakoak y es tan compacto como Soinujolearen semea o más incluso que otras novelas, porque los temas aparecen una y otra vez", sentenció, el escritor, que ha querido utilizar su "libertad" para impregnar esta obra del "aroma de otro mundo".
Según opinó, los paisajes físicos -por ejemplo, los desiertos- son finitos, tienen un comienzo y un final, mientras que "el interior o el espíritu es infinito". "El paisaje interior no se acaba, y si uno tuviera energía suficiente, podría escribir durante mil años de lo que va pasando por su mente, por su espíritu, y de lo que va soñando", apuntó.
Para finalizar, Bernardo Atxaga consideró "imprescindible" escribir desde la experiencia "cercana". "Es muy difícil encontrar nada -poesía, narración, profundidad, vida- si no se conoce muy a fondo el tema. No es ningún misterio: si no has vivido la muerte de alguien, puedes saber algo, pero poéticamente -me refiero al conocimiento profundo- no sabes nada. Por eso, la única opción es partir de un camino que has pensado, sentido y conocido muy bien", concluyó.