Precedida por el escándalo que provocó su secuencia central, la que recoge una sesión de violenta tortura, Heli confirma a su director, Amat Escalante como otro autor notable en el panorama cinematográfico de un México que, en los últimos tiempos, ha sabido imponer una presencia internacional, hasta hace unos años impensable. Se cuenta que en Cannes, escenario donde se estrenó Heli en medio de controversias sobre la explicitud de su contenido, se habló mucho de lo obvio pero poco de lo que realmente inquieta de su interior y de lo que realmente trata el filme: la sordidez de una sociedad en la que la vida no vale nada.
Escalante, producido por Reygadas, otro cineasta que de vez en cuando ha provocado estremecimientos y aversiones por la desnuda brutalidad de sus imágenes, muestra una aplicación sólida entre la forma y el fondo. Su relato, el del personaje que da título al filme, Heli, es el de un joven padre, que vive junto a su niño pequeño y su mujer, en compañía de su hermana menor y su padre. Un cuadro familiar desestructurado en una vivienda humilde en la que el espacio aprieta en medio de rutinas de trabajo y precariedad existencial.
El desencadenante del conflicto viene de la mano del novio de la hermana, un recluta que asume estoicamente las vejaciones que le impone la disciplina militar y cuya mala cabeza, acarreará una represión salvaje. De hecho, el filme se abre con un plano brutal en el que vemos a dos cuerpos ensangrentados a bordo de una camioneta. Escalante rompe inmediatamente la duda; no están muertos. Eso hará todavía más doloroso lo que viene a continuación. Y lo que viene después del comienzo es la descripción de una sociedad anclada en la indefensión. Un estado militarizado en el que el narcotráfico preside el juego de un status quo en el que conviven en el mismo nivel de (ir)realidad los juegos de acción de la Play con matanzas truculentas. Lo que conmueve y conmociona de Heli descansa en el hieratismo de unos verdugos que se mueven como zombis narcotizados. Golpean, asesinan, descuartizan sin piedad ni dolor. Hay algo de la impotencia que Pasolini escarbó en Saló, algo que perturba por encima de la voracidad de lo que se ve; lo que no se ve, lo que se (pre)siente.
Dirección: Amat Escalante. Guion: Amat Escalante y Gabriel Reyes Intérpretes: Armando Espitia, Andrea Vergara, Linda González, Juan Eduardo Palacios. Nacionalidad: México, Alemania, Países Bajos y Francia. 2013. Duración: 105 minutos.