PAMPLONA. ¿Hay algo más aterrador que una madre que amenaza cada noche a su hija pequeña con comérsela? Pocas cosas conmueven más a la escritora Dolores Redondo (Donostia, 1969) que "el miedo a que el miedo regrese", un campo oscuro que explora en la segunda novela de la trilogía del Baztan, tras el éxito de El guardián invisible.

Legado en los huesos, publicada por Destino, es el título de esta segunda parte de la trilogía de novela policíaca ambientada en el navarro valle de Baztan, protagonizada por la inspectora Amaia Salazar, que en este volumen tendrá que enfrentarse a un inteligente instigador criminal que se compara con Tartalo, una temida criatura mitológica.

"Para mí, lo más terrible que puede haber en la vida real es que la persona que te debe proteger sea la que te haga daño y estaba segura de que en una novela iba a impactar", asegura Redondo en una entrevista con Efe en la que describe cómo en esta segunda parte descubre los orígenes de los terrores de la inspectora Salazar, "los orígenes del miedo y la maldad". Una maldad a la que se enfrentó en su infancia cuando, en su cama, recibía la visita de una madre que le susurraba :"Duerme, pequeña zorra, la ama no te comerá esta noche".

En El guardián invisible, la autora se centraba más en las consecuencias del estrés postraumático de la inspectora Amaia tras la infancia terrible que ha vivido aterrorizada por una madre desquiciada "y cómo ese miedo que ha sido soterrado reaparece cuando regresa a Baztan" para ponerse al frente de la investigación policial de un asesinato. "Si la primera novela era la punta de iceberg, la segunda parte es el cuerpo medio, donde voy más a los orígenes de esos terrores mientras que en la tercera y última descubriremos las razones primarias", avanza la autora.

Agotes El valle del Baztan se convierte en escenario de una profanación en una iglesia en la que aparecen restos del esqueleto del brazo de un niño, un mairu-beso, como se conocía a los menores muertos sin bautizar. La investigación apunta a los agotes, un grupo que en el pasado sufrió la segregación en la comarca, aunque se mezcla con casos de violencia de género en los que las víctimas, mujeres originarias del valle, aparecen con brazos amputados.

Amaia, una mujer dura, valiente e inteligente, casada con James, un solícito y enamorado escultor estadounidense afincado en Pamplona, y madre reciente de Ibai, se convertirá en el punto de mira de un misterioso criminal.

Mientras, la incorporación al absorbente trabajo como jefa de Homicidios de la Policía Foral de Navarra tras la baja maternal enfrentará a Amaia con profundos sentimientos de culpabilidad por no poder estar más tiempo con su hijo en un intento de ser una madre perfecta para compensar la carencia que tuvo ella en su infancia.

"Me ha gustado contar que no todo es maravilloso en la maternidad" y "romper una lanza" a favor de esos sentimientos muy comunes en las mujeres.

El clima y el escenario del invernal valle juegan un papel determinante en la trama ya que "dejan de ser una mera escena para traspasar e impregnar con su frío a los personajes y marcarles", explica la escritora donostiarra.

La novela se adentra en los límites entre la locura y la maldad, entre los que existe una frontera que, dice Dolores Redondo, se traspasa: "Hay personas horribles que han llegado a la locura por las atrocidades que cometen".

Otra de las fronteras por las que viaja la autora es la que separa "lo tangible de lo intangible", las certezas de las pruebas policiales y esos "pálpitos o intuiciones" que tienen los buenos investigadores. En la trepidante investigación hace aparición también el apuesto juez Markina, encargado del caso y que se enamora de la inspectora.

Dolores Redondo ya tiene título para la última entrega de la trilogía del Baztan, Ofrenda de la tormenta, que todavía no tiene fecha de publicación. No obstante, el cierre de la trilogía, cuyos derechos cinematográficos ya han sido adquiridos, no supone un "adiós" a la inspectora Salazar, garantiza la escritora, que reconoce que le gusta mucho su personaje.