madrid. Estaba tan harto de presentarse a concursos que aquel agente de seguros se juró que, si esa vez no tenía éxito, se retiraba. Era 1961, ganó, y ahí se empezó a gestar el mito Luciano Pavarotti, el tenorissimo, cuyo "secreto" fue que nunca se creyó que había llegado a su meta. Fue con el aria Che gelidamanina, de La Bohème, de Puccini, y ahora su viuda, Nicoletta Mantovani, y la compañía discográfica Decca han decidido editar un recopilatorio de dos CD con las 50 mejores grabaciones del tenor, incluyendo la que se grabó aquel día.

"Buscábamos algo especial para este disco, y me acordé de esa historia que me contaba Luciano", relata la viuda del cantante y madre de su hija Alicia, que cumplirá en enero 11 años. Por fortuna para la lírica, Pavarotti (1935-2007) venció en aquel concurso, cuyo premio era la grabación de la pieza en la que se puede oír a sus amigos jaleándole y gritándole bravo. "Es impresionante escuchar cómo ya entonces tenía una voz increíble", recalca Mantovani, que mantiene muy activa la Fundación Luciano Pavarotti, aunque ahora ya no destinada, como en vida del artista, a la enseñanza lírica y educación de la voz, sino a proporcionar a los jóvenes la posibilidad de estrenarse en los escenarios. Este disco, asegura, le habría gustado "muchísimo" a Pavarotti porque es, dice, "la historia de la ópera": va desde la grabación de aquella aria, que también canta dirigido ya por Karajan, a Nessun dorma, solo con Zubin Mehta y después en versión Los Tres Tenores, pasando por Una furtiva lagrima, Brindisi o La donna e mobile.

Pero también recoge canciones populares como O solemio, Granada -"la canción más alegre del mundo", decía-, y algunos de sus mejores trabajos como crossover en el pop, con Sting, Eric Clapton o el "fantástico" My way con Frank Sinatra. "Tenía curiosidad por todo y siempre estaba estudiando. Su secreto era que nunca sentía que había llegado, que siempre le faltaba algo para llegar a su meta. Siempre decía después de cantar, por muchos bravos que oyera, 'mañana lo haré mejor'. Nunca se sintió importante", revela Mantovani (1969), que fue secretaria del tenor hasta que se casó con él, en 2003. Y dice que aprendió "muchísimo" de Pavarotti, entre otras cosas a no tener miedo de nada y a apreciar la vida. "Llevo enferma desde los 19 años, pero solo descubrí que era esclerosis múltiple cuando estaba con Luciano. Él me ayudó a afrontarlo desde el punto de vista psicológico, porque al principio todo lo veía negro. Me enseñó a verlo no como una desgracia, sino una oportunidad para cambiar, para convertirme en una persona mejor".