Gasteiz. ¿Cuál es el punto de partida de esta novela?

La historia parte de mi interés por los esclavos. Considero muy atractiva la época de la sacarocracia cubana, de finales del siglo XVIII a mediados del XIX. Fue un tiempo en el que revienta la industria del azúcar y en el que, como no hay nada mecanizado aún, todo es mano de obra humana. Entonces llegaron muchísimos esclavos a Cuba y les trataron con una crueldad enorme. Ésa era la idea inicial, pero se me hizo un poco cuesta arriba tener que ir allí, exigía una intendencia un poco complicada, así que decidí traerme a una esclava aquí.

A ella y a su música.

Sí, porque si algo caracterizaba a los esclavos era la música. Cuando hablaban con los dioses usaban los tambores y cuando trabajaban, cantaban. Y no tanto porque quisieran, sino porque les obligaban; se decía que mientras un esclavo canta no piensa. Incluso cuando se querían quejar a los amos, lo hacían con una especie de rap. La música era vital para ellos y me interesaba explicar esa fusión de la música negra con la música gitana que dio lugar al flamenco.

La idea que tenemos del flamenco es que su origen es gitano, pero el libro nos descubre otros aspectos de esta música.

El flamenco realmente proviene de la copla española, que se vio influenciada por el cante morisco; después, ya en el siglo XVI y XVII, por el cante de los esclavos, y más tarde por el de los gitanos. Además, los cantos de los esclavos americanos eran de ida y vuelta, porque los barcos iban y venían. Todo eso junto es lo que hay en el origen del flamenco.

Es un género mestizo.

Mucho. Y lo sigue siendo. Hoy en día se sigue fusionando; escuchas constantemente flamenco con toques de rock o con otros estilos. Es una música muy viva, pero también muy honda, porque, claro, estamos hablando que surgió en comunidades muy maltratadas, por eso es tan sentida.

Es curioso, porque en España se aprecia muchísimo el flamenco, fue designado Patrimonio de la Humanidad no hace demasiado tiempo, pero no así a los gitanos.

Bueno, yo hablaría más bien de una falta de interés mutuo. En este país hemos hecho un esfuerzo inmenso por no marginar a los recién llegados o a las otras etnias, culturas y religiones. De hecho, creo que nos hemos esforzado más que ningún otro país europeo en ese sentido. Y con los gitanos también, pero es una comunidad etnocéntrica. Son ellos y punto, y se asimilarán en la medida que quieran.

Sin embargo, sí hubo un tiempo en que se les persiguió; en 'La reina descalza' habla de La Gran Redada, también conocida como Prisión histórica para los gitanos, un hecho poco conocido que sucedió en 1749. ¿De dónde venía la inquina hacia este pueblo?

Desde los Reyes Católicos. Los gitanos entraron hacia 1400 en España. Se desplazaban desde la India; hubo algunos que se supone que fueron por las costas de África, por eso los llamaban egipcianos, y otros se extendieron por Eurasia. Traían cartas del Papa diciendo que iban de peregrinaje hacia Santiago, pero poco a poco se fue descubriendo que no era así y que su forma de vida era la trashumancia. Y a partir de ese momento se les empezó a perseguir, y con medidas muy duras. Por ejemplo, los Reyes Católicos dijeron que si no servían a ningún señor, se tenían que ir. Y al que no, le cortaban las orejas, lo mandaban a galeras o lo mataban. Y así estuvieron durante tres o cuatro siglos, pero es una raza que cuanto más la perseguían, menos se sometía. Los gitanos siempre han sabido cómo moverse, también hoy.

¿Cómo creó a Caridad y Milagros, la esclava y la gitana que protagonizan esta novela?

Caridad me vino sola, la traigo porque es la representante de la música de los esclavos negros, y necesitaba también una representante de la música gitana. Es esa gitanilla de la que también escribió Cervantes. Piensas cómo puede llegar a vivir una esclava liberada en España y ves cómo puede ser el personaje y lo mismo pasa con la gitana, que es una mujer dicharachera y vital que se considera libre, por contraste a la otra. Entre las dos se produce una gran unión que atraviesa toda la novela.

La historia también se cuenta a través de un extenso fresco de personajes. ¿Es en la intrahistoria, en la gente sencilla, donde se encuentra lo más interesante de los relatos?

A mí es lo que más me interesa. Yo me califico como costumbrista y mis novelas lo son. Me gustan las costumbres de la gente, su forma de vida, todo aquello que choca hoy en día, pero que entonces era natural. Para eso hay que hablar de gente sencilla. Por ejemplo, si quieres hablar de los ropavejeros, que eran los que compraban la ropa de un enfermo que acababa de morir y se la vendían a otra gente, que también moría, pues no puedes hablar de reyes, claro.

¿Qué son las costumbres que más le han chocado?

Pues, por ejemplo, el bisbiseo, el galanteo, esa forma de vida de algunas mujeres de la época. Había gente que se arruinaba por un amor teóricamente utópico, porque no hay pruebas de que tuvieran relaciones sexuales. También me llama mucho la atención cómo fajaban a los niños; los podían tener más de dos años fajados para que no se cayesen, pero, claro, luego crecían contrahechos. Siempre se ha dicho que España es un país de contrahechos, pues de ahí viene la cosa.

Ha comentado en alguna ocasión que ha leído más de 150 libros para escribir esta narración, ¿es una costumbre habitual que antes de ponerse con un libro se documente al máximo?

Lo que necesito es que la historia me cuadre. Si yo ya sé que voy a llegar al final que quiero, igual no necesito estudiar antes ese tema concreto que me va a llegar en la página 400. Puedo ir escribiendo y por las noches estudiando. No necesito tanto los datos como el guión; da para tanto la historia de España y sus costumbres, que si no es una cosa, es otra. Por eso siempre te dejas cosas, pero es normal, no cabe todo. Es un error muy típico en la novela histórica introducir cosas que no tienen sentido. Al fin de cuentas, yo escribo novela y tengo que ser ágil.

La novela histórica le ha dado muchas cosas, a los lectores también, ¿tiene previsto seguir con este género?

Sí, sí, de momento sí, a todos nos va bien, a la editorial también, así que... (ríe)

¿Como lector también le gusta sumergirse en otros tiempos y evadirse un poco del actual?

Como lector me gusta todo, la novela negra, la histórica... Pero, bueno, lo mejor es ir cambiando, llega un momento en el que no puedes leer novela histórica todo el tiempo.

¿Qué le parece el auge del género en los últimos años; un género en el que a veces se incluyen relatos más esotéricos que históricos?

Sí, nos meten dentro del mismo saco a todos. Pero creo que el auge ha sido en todos los géneros, quizá ahora se ha frenado un poco con la crisis, pero se han llegado a publicar muchísimos títulos de todo tipo, histórica, negra, amor, sexo... Por ejemplo, ahora vas a una librería y tienen dos estanterías con novelas sobre sexo, parece que lo hayamos descubierto ahora (ríe).