madrid. Luis Buñuel era ante todo un fabulador y nunca desveló "su verdad interior", ni siquiera en sus memorias y mucho menos en las entrevistas. Pero esa verdad, sus obsesiones, están en sus películas, según Ian Gibson, que se ha pasado siete años indagando y atando cabos sobre el genial cineasta aragonés. "Sin el sentido del humor no se puede entender a Buñuel ni su obra, era un cachondo mental", señala el autor de La forja de un cineasta universal, la primera biografía que reúne todo el material conocido en torno al director de Viridiana o Belle de jour.

Aunque su inventiva y deliberada socarronería hacían de entrada muy difícil seguir el rastro del llamado León de Calanda, Gibson tenía claro que, después de escribir las biografías de Lorca y de Dalí, le faltaba "el tercer mosquetero". Lo intentó justo después de editar La vida desaforada de Salvador Dalí, pero no logró financiación, y ese, el dinero, ha sido también el motivo de que su volumen sobre Buñuel, de casi mil páginas, se centre sólo en los primeros 38 años de su trayectoria, hasta el segundo viaje a Hollywood. Sus primeros años en Calanda y Zaragoza, su definitivo paso por la Residencia de Estudiantes, el descubrimiento de su vocación cinéfila en París, sus primeras y radicales películas con Dalí (Un perro andaluz, La edad de oro), su militancia comunista y sus trabajos de espionaje son episodios recogidos en el libro que edita Aguilar. A lo largo de 7 años, Gibson ha vivido por y para Buñuel: ha subido a las montañas de Calanda, ha participado en una de sus míticas tamborradas, ha escudriñado archivos y correspondencia, ha hablado con familiares y, por supuesto, ha revisado la bibliografía existente. De todo lo vivido, el escritor recuerda un momento especialmente revelador de la personalidad y la sensibilidad del cineasta. "Uno de los descubrimientos más escalofriantes fue la parroquia de Santa Engracia, a la que iba de niño con su familia", señala. "Era un sitio muy tétrico, lleno de santos martirizados". "Desde su nacimiento, Buñuel está saturado de catolicismo -prosigue-, primero con los corazonistas, que le enseñan francés, luego con los jesuitas, y la madre, que era muy católica".

A lo largo de la entrevista, Gibson se esmera en subrayar que esta biografía es "un trabajo común", que no existiría sin investigaciones previas como las de Max Aub, Agustín Sánchez Vidal o Román Gubern y Paul Hammond, entre otros. Estos últimos fueron quienes más luz arrojaron en su día sobre la militancia comunista de Buñuel, que el artista negó hasta su muerte, pero que, según Gibson, está más que demostrada. ¿Por qué tanto empeño en ocultar su militancia?. "Quizá porque era estalinista. Llegó a decir que la dictadura era la única forma de gobernar un pueblo y nunca admitió la hecatombe de Stalin, los millones de gente sacrificada en aras de un ideal. Tal vez sintió vergüenza", aventura.