Barakaldo. Su viaje a Bilbao creó polémica en Sálvame, programa en el que destripa las noticias del corazón desde hace años. La periodista Lidia Lozano actuó el viernes como madrina de la feria Expobodas, que se culmina hoy en Bilbao Exhibition Centre (BEC). Coqueta, cuidando mucho su estilo e irradiando simpatía, Lidia aterrizó en un Bilbao que le trae muchos recuerdos de infancia, le abre el apetito y le coloca una sonrisa en la boca de manera instantánea. "Es que los vascos tenéis un humor increíble", subraya sorprendida por la buena temperatura y el sol que la reciben. "Para que luego digan de Marbella". Aun así, la televisiva periodista se pone las pieles que a ultima hora metió en la maleta "por si hacía frío en la feria" y confiesa "arrepentirse un poco" de no haber plasmado las anécdotas de su vida en un libro cuando tuvo la oportunidad.

Lidia se cuida, por eso bebe una Coca Cola light y no prueba ni un dulce. "Paso la semana con pollo y ensalada pero, eso sí, a la noche siempre cae una oncita de chocolate del 70% de cacao". Pero cuando sale de fiesta no se priva de "cañas y pintxos, como en Euskadi", confiesa. La conversación comienza guardando muy poco las distancias y es ahí, en lo más cercano, donde sus ojos, verdes intensos, cautivan. "No me termino de ver en este nuevo formato", dice sobre el peculiar programa en el que dedica más de cuatro horas diarias. "Más que comentar vídeos lo que me gusta es hacer entrevistas; y aunque algunos digan que me encanta la tele, a mí lo que más me gusta es la radio", asegura con la voz firme. "Siempre he dicho que si un día me toca la loto montaría una radio", sueña en voz alta.

El corazón le apasiona, pero "el corazón puro y duro". Ese que se encuentra cómodo en las bodas; celebraciones de las que la periodista saca mucha información aunque luego, apunta, debe callar mucho. "En una boda se cuentan muchas cosas. Es perfecto para los que nos dedicamos al corazón", asegura hablando de las ganas que tiene de ir a su próxima celebración "es la boda a la que más me apetece ir. Van a estar Campanario, Jesulín... Todos de los que llevo hablando años los voy a ver allí, reunidos bajo una carpa. Seguramente me tendré que callar mucho", dice sonriendo.

Su agenda telefónica vale millones, "por eso siempre llevo el móvil colgado del cuello", bromea aferrándose a su bolso. No se lo quita durante la entrevista, pero lo abre literariamente para descubrir lo que nunca falta en su interior: "Tabaco, lo siento pero también lo pago en impuestos; una tarjeta 4B, porque nunca llevo dinero; un ibuprofeno por si me preguntan muchas cosas del corazón en una cena; klínex; mi móvil, y unas gafas, que de noche ya empiezo a necesitarlas", enumera.

Lágrimas y baile La crisis ha hecho que el corazón se cuele en más hogares "porque hay mucha gente que no lo está pasando bien y necesita ver Sálvame por la tarde", asegura haciéndose eco de lo que le transmite el público. "Esas sensaciones que nos cuentan son las que te dan el subidón para salir cada día". Eso, a pesar de que se derramen lágrimas en pleno plató. "Llevo muy mal ser un personaje. Que se centren en hablar de nosotros", sentencia. "He llorado mucho, pero cuando lloro es porque me estoy mordiendo la lengua por no traspasar la línea roja, que es atacar a un compañero por un tema personal".

Su mayor esfuerzo se centra en proteger la intimidad de su marido, Charli, con quien celebrará las bodas de plata en dos años. "Y ya estoy pensando en la celebración", afirma ilusionada. Lleno de emoción. "Me gusta mucho el rollo asiático y lo haría en Madrid", desvela casi con cuentagotas y sin parar de sonreír. Feliz. Para el baile, por supuesto, su chuminero; danza que protagoniza en televisión "y que ya forma parte de mí". "Mis amigos me lo reclaman antes del aperitivo".