Al menos una vez al año se pasa por Euskadi.
Sí, me encanta y es siempre un placer subir a sus escenarios. Hago más de 300 conciertos al año.
Más que B. B. King y Dylan, que casi viven en la carretera.
(Risas). Sí, así es. El único y mayor miedo y peligro del músico es entrar en la rutina y hacer conciertos como churros. A mí no me pasa porque todos los hago con la misma ilusión y cariño. Además, tengo varios espectáculos diferentes, hasta una decena, que hacen que cada día me resulte distinto al subir al escenario. También evito la rutina colaborando con diferentes músicos maravillosos, lo que hace que cada día me sienta más enamorado de lo que hago. Soy muy afortunado.
¿Aunque casi nunca duerma en su casa?
Es verdad que paso más tiempo sobre los escenarios que en mi casa o en mi cama (risas). Algo de estrés sí que genera, sí.
Se calmará con el aplauso de un público receptivo, seguro.
Tienes toda la razón. Y ningún premio o buenas críticas, y he tenido múltiples de ambos, puede cambiarse por la sonrisa y la energía que devuelve el público. En el escenario lo único que cuenta es el público, y nosotros debemos contar con él y su energía. Si conectas, manda una energía inspiradora que te hace feliz. Sin ella, el concierto se queda a medias.
Ir a un concierto suyo es siempre una aventura. En esta gira con Junkera tenemos más claves pero ¿qué va a encontrar la gente?
Hace algo más de un año me encontré con él en el camino de la vida y hemos tocado juntos tras descubrir que hay magia y química entre ambos. Yo llevo a los músicos de mi grupo, La Orquesta en el Tejado, y tocamos música de Kepa y nuestra, a veces compartiendo el escenario. Será una mezcla de culturas y personalidades, de música vasca y armenia. Buena música y ganas de divertirse.
¿Qué le atrajo de Junkera?
Yo conocía su obra y nos propusieron tocar en el Jazzaldia de Donostia. Lo hicimos, estuvimos a gusto y hemos decidido dar continuidad a la colaboración.
¿Las colaboraciones evitan el inmovilismo de los músicos?
Absolutamente. La vía más importante para crecer es descubrir, abrir horizontes y no hacer siempre lo que ya sabemos. Por eso en esta gira habrá mucha improvisación y frescura.
¿Cambia la música de Junkera con su violín?
Su música es muy vasca pero también muy contemporánea. A mí me ha llegado mucho y, por eso, la hago a mí manera. Eso es lo bonito, aportar algo diferente. Al final, la música, especialmente la folclórica, es lo que une a todos los pueblos del mundo.
¿Interpretarán alguna composición de Pablo Sarasate? Sé que es uno de sus ídolos, además de Paganini.
Claro, siempre lo hago. Es el compositor del que más obras interpreto. Soy un gran admirador suyo.
Clásica, villancicos, tango, flamenco, música gitana, kletzmer? ¿Alguna música le es ajena?
Todas las músicas son grandes y me parece una falta de respeto para el resto llamar solo música culta a la clásica. Yo trato de aprender de todas. ¡Ojalá viviera cien años para descubrirlas todas!
Libertad, valentía, heterodoxia? ¿son palabras en su diccionario particular?
Sí, por supuesto, pero las que más me gustan son respeto y curiosidad. Hay que disfrutar de la diferencia y permitirla.
Creo que aprendió a tocar el violín obligado y entre lágrimas.
Sí, ese fue mi inicio, con mi padre violinista. Me puso el instrumento en las manos y la barbilla, y ahí se quedó. Nunca tuve que decidir tocarlo, ni lo escuché y me enamoré de su sonido. El violín ha sido siempre parte de mi vida, siempre ha estado conmigo.
La imposición no parece un buen método para nada, el aprendizaje incluido. ¿Cómo se podría acercar más a la infancia el mundo de la música clásica?
Hoy es diferente a mi época. Yo tuve siempre acceso a la música y un padre severo al que ahora le agradezco mucho aquellas clases. A mí me gustaba tocar pero no estudiar y no podría seguir con alguien el método de mi padre, no podría obligar a practicar a un niño. Es cuestión de carácter y de la propia época, ya que hoy es difícil obligar a un niño a hacer algo. Tienen que disfrutar, reír y jugar. Por eso hay que evitar que la música clásica sea percibida como tan seria y académica.
Quitarle la pajarita, vamos.
Exacto. Hay que ponerle alegría, hacerla divertida y compartirla entre amigos. Todavía queda muchísimo trabajo por hacer en ese campo.