Vitoria. Lo primero que llama la atención es su regreso a Ribanova, un territorio que creó en sus primeros relatos de ficción. ¿Por qué regresa ahora y por qué con esta historia?

Principalmente, porque esta historia necesitaba un lugar como Ribanova. No se podía contar en Madrid, sino en una ciudad de provincias, pequeña, donde la gente va andando a los sitios, en la que todos se conocen... Además, tenía ganas de volver al espacio de Ribanova, hacía ya dos novelas que no lo tocaba y me siento muy cómoda en él.

¿Cómo es Ribanova?

En realidad, es Lugo pasado por los recuerdos y por la perspectiva que te da la literatura. Pero sobre todo es el Lugo de mi infancia, el que me contaron mis abuelos, el más manejable. Ahora ya tiene 100.000 habitantes y no es la Ribanova de mis primeras novelas, pero sigue siendo una ciudad muy cómoda y agradable en la que la gente se encuentra bien. Cuando empecé a escribir, como novata necesitaba un espacio conocido para mover a mis personajes, pero no me atrevía a darle su nombre auténtico, así que rebauticé Lugo.

¿Cómo surge la historia de Kate?

Sé que mucha gente va a pensar que cuento esto porque me viene bien para la promoción, pero hace veinte años, cuando estaba aún en la universidad, me encontré con una señora que, sin conocerme de nada, me contó que había reaparecido en su vida un amor de juventud. Ella era ya bastante mayor y cuando era adolescente había tenido un novio al que tuvo que dejar cuando, a raíz de la guerra, sus padres se trasladaron de ciudad. Y le perdió la pista, pero él la había localizado cincuenta años después, le había escrito y habían hablado por teléfono varias veces. Ahora habían quedado en verse y me preguntó mi opinión, porque le preocupaba lo que dijeran sus hijos. Y cuando se marchó, me quedé con esa idea, pensando 'fíjate si a esa señora la oportunidad de vivir una vejez feliz se la estropean sus hijos'. Por otro lado, hace tres o cuatro años, leí el obituario de una profesora americana en el que se contaba que se había casado ya siendo muy mayor con un hombre al que había rechazado tres veces antes. Y me pregunté qué te lleva a casarte con una persona con la que por tres veces no te quisiste casar. Juntando las dos historias surgió La boda de Kate.

¿Es la realidad el mecanismo principal que activa sus ficciones?

Normalmente, mis historias arrancan de una historia real, de algo que me ha pasado, que me han contado o que he leído. Los breves de los periódicos son una fuente inagotable de historias. Evidentemente, luego hay que retocarlas y cambiarlas. Pero eso es lo bueno que tiene este proceso. Luis Landero me dijo una vez que la novela es el territorio de la libertad, y es verdad, ahí mandas tú.

También le permite liberarse de las ataduras del periodismo.

Claro. En periodismo tienes que ajustarte a los tiempos y a la verdad por supuesto, y en la novela, no. La novela le gana terreno a cualquier forma de contar, depende solo de sí misma.

Sigue practicando el periodismo, ¿pero disfruta más con la literatura?

Sí, y, además, con esta novela me lo he pasado muy bien. Me ha salido una novela optimista, que era lo que quería. Me gustan mucho los finales felices, y esta historia lo tiene, deja cada cosa en su sitio, sabemos qué pasa con todo el mundo, y acaba bien.

En los tiempos que corren, no nos viene mal sonreír un poco.

Precisamente, en épocas de crisis quizá es cuando más necesidad tenemos de encontrar refugio en la ficción. La dosis de felicidad es necesaria para el ser humano y cuando le resulta difícil encontrarla en la realidad, a lo mejor hay que buscarla en otro sitio.

Esta Kate de la novela es muy curiosa, rechazó al amor de su vida tres veces y se casó con el hombre perfecto. ¿A veces nos dedicamos más a cumplir con el deber que a disfrutar de la vida?

Ella hace en todo momento lo que debe hacer y no lo que quiere hacer. Por eso, cuando llega a los 70 decide hacer lo que le dé la gana. La ventaja de su edad es la independencia. Ya es una adulta responsable, no tiene a nadie que dependa de ella y siente que tiene derecho a tomar decisiones sin pedir opinión a nadie. Kate y sus amigas son profundamente libres.

En la novela aparecen muchos personajes y para cada uno ha creado una biografía bien detallada, casi como una 'biblia', usando el lenguaje de los guionistas de televisión.

A mí me gustan los personajes de esta novela y quería que le gustaran al lector, pero para eso creo que tenía que conocerlos. Tiene que saber qué hay detrás del editor, de Michael Spencer, de David Smith... Incluso para entender a los personajes más pequeños hay que saber algo de ellos.

En la novela reivindica que el amor es fuerte a cualquier edad.

Yo imagino que a los 70 las historias de amor son distintas porque la vida es distinta. Uno no reacciona igual ante un romance, un disgusto o una dificultad con 70 años que con 20. Lógicamente, el amor no será cómo el de los 30, más bien se parece a una amistad refinada, que busca compañía, compartir cosas. A los 70 se quiere distinto, pero no se quiere menos.

Además de la de amor, hay otra trama, la del manuscrito, en la que ha volcado su pasión por los libros.

Sí, hay un homenaje a todo lo que tiene que ver con los libros. Hay un escritor que encuentra la fama después de muerto, que pasa muchísimo. De hecho, cuando creé a este personaje tenía en la cabeza a Sándor Márai, que murió pensando que su carrera literaria fue un fracaso y resulta que esta resurgió, y de qué manera, cuando él ya había fallecido. También reflejo el negocio editorial, con las dos formas de trabajar: la del editor que solo piensa en el dinero y la que representa Jeffried Ruskin, un hombre con principios que ama los libros y respeta a los escritores. Además, está la librería, los autores y los lectores, que son el último eslabón de la cadena, pero el más importante.

La novela ya está en las librerías, ¿qué expectativas ha puesto en ella?

Espero lo que todos, que el libro funcione, que circule, que la gente hable de él, que lo compre. Este es un momento muy raro... Tener que aspirar a que no lo pirateen es triste, pero también lo pienso; o que, antes de pirartearlo, la gente piense qué hay detrás de un libro, porque no está solo el escritor, sino muchas más persona. En el sector vivimos una crisis propia que va más allá de la bajada del consumo. Creo que, en muchas ocasiones, los mismos lectores no se dan cuenta de lo que nos estamos jugando, que es que desaparezca el libro como negocio.