madrid. La exposición de la Fundación Juan March Surrealista antes del surrealismo dota de un árbol genealógico al movimiento de las vanguardias más inclusivo y retroactivo, a través de un relato que se inicia en el Medievo tardío y que llega hasta el siglo XX. Una oscura cortina introduce al visitante en el mundo onírico y fantástico del surrealismo, un "ismo" que reclama todo un variado inventario de fuentes en la tradición. Con hamacas mexicanas colgadas del techo, paredes pintadas en azul oscuro e iluminada con una luz tenue, la exposición evoca la titulada Fantastic Art, Dada, Surrealism que Anfred H. Barre, director fundador del Museo de Arte Moderno de Nueva York, organizó en 1936 y en la que se confrontaron por primera vez obras de surrealistas.

Montada en colaboración con el Germanisches National museum de Núremberg, donde se exhibió con anterioridad, la muestra propone un paseo por una historia en la que conviven obras de Man Ray con las de Durero, generando un diálogo entre piezas históricas y modernas. "Cuando ocurre algo importante, la historia de la Cultura no solo crea sucesores, sino precursores y eso es lo que mostramos en esta exposición", comentó Manuel Fontán, director de exposiciones de la Fundación March, que ha contado con la cooperación como comisaria invitada de Yasmin Doosry, directora de Obra Gráfica del museo de Núremberg. A través de obras de cinco siglos, la idea que se quiere transmitir es que "el surrealismo ha sido la más inclusiva de todas las vanguardias. Aunque con enemigos, reclamó para sí todo el arte fantástico desde la Edad Media".

El montaje no es un capricho de los organizadores sino que responde al deseo de los surrealistas de no mostrar sus obras en un ambiente convencional. A ello se dedica el último espacio de la muestra en el que a través de documentación, libros o revistas se hace presente el esfuerzo surrealista por cambiar el ambiente en el que se muestran las obras.