DONOSTIA. Lleva semanas de promoción, pero ahora la película se exhibe ante el público, ¿qué impresión le dejan las primeras reacciones?
Estoy muy contento, la sensación es que la gente se ríe mucho y la recibe increíblemente bien. Imagino que ya vendrá luego el "ya será menos"...
Hay quien dice que con 'Las brujas de Zugarramurdi' ha vuelto el auténtico Álex de la Iglesia.
Me encanta que lo digan porque, en principio, la idea es positiva; es decir, los que dicen eso quieren decir: "Por fin vuelve aquél que queríamos y que durante estos últimos años hemos detestado". (Risas) Pero, claro, esto también tiene su contrapartida negativa, porque significaría que durante algún tiempo me he ido, cuando no, yo sigo siendo el mismo. Lo que ocurre es que quizá esta película se asemeja más a las primeras por contenidos o porque es más desmadrada que otras. Aunque, en una segunda lectura, esto me toca los cojones. A los que lo dicen, pues les contesto: "Chicos, no me he ido nunca, estoy aquí y parece que solo os gusto cuando hago un tipo de cine francamente loco".
¿Los efectos pueden llevar más público a ver cine español?
Hombre, no lo hago por eso, pero cualquier cosa que sume es buena. Tengo que reconocer que hubiera preferido no usar efectos y haber encontrado una mujer de 20 metros de alto con tetas de dos toneladas cada una, pero, a pesar de hacer un casting en distintas zonas de España, no dimos con ella y decidimos hacerla con infografía (risas). Lo que sí es cierto es que en España no estamos acostumbrados a trabajar con este tipo de producción. Siempre se hace todo muy pequeñito, con mucho cuidado, y por eso creo que esta es la escena más ambiciosa que ha acometido una producción española, en el sentido de generar un monstruo enorme como los de El señor de los anillos.
¿En qué medida el resultado final es la película que tenía en la cabeza?
Está muy cerca. El proceso ha sido muy complejo. Antes de empezar a hacer nada, ya llevábamos dos años y pico trabajando en la creación de la Venus de Willendorf sin que nadie lo supiera, sin enseñar ni un dibujo a nadie. Hacer un monstruo de quince metros que se come a un niño y tiene a una persona andando por su cabeza era una cosa muy, muy ambiciosa. Era como romper la trayectoria del cine español, que a veces parece que tiene que ser necesariamente una gente sentada a una mesa o echada en una cama o yendo al parque. (Risas) Si hay más, problemas. Y para mí, lo atractivo es plantearte hacer cosas que no se hayan hecho.
¿Es inevitable que las relaciones muten en guerra de sexos y luchas de poder como muestra el filme?
Ehhhhh, sí. El amor es una relación de poder. No deja de ser una confrontación entre dos personas que se necesitan tanto que no pueden vivir el uno sin el otro. Pero en el momento en que hay una necesidad, uno de los dos tiene que ceder, por lo tanto uno puede más que el otro, uno ama y otro se deja amar. Todo eso genera angustia. De hecho, el único momento en que el amor es sincero es cuando la confrontación es tan fuerte que chocan y entonces se besan.
En la película se perciben ciertas influencias, referencias a películas como 'The Wicker Man', algunas de la Hammer o incluso 'Abierto hasta el amanecer'.
Hombre, con Abierto hasta el amanecer tiene en común que hay un atraco y una huída, nada más. Me preocuparía más que la compararan con Los Goonies, por aquello de que hay unas alcantarillas, una historia de amor absurda, un tesoro... Y no tenemos barco pirata porque no había manera de meterlo... El público tiene una estructura visual mental imposible de derribar. Está La matanza de Texas en la escena de la cena, que también podría tener que ver con las sociedades gastronómicas vascas... (Risas) Hay un fondo que sirve de sofrito a la película, que, en realidad, luego va por otro lado y es mucho más Abbott y Costello, con un grupo de anormales intentando sobrevivir.
En el akelarre usa personajes del carnaval vasco, ¿en qué clave cree que se leerá esto en otros países?
No tengo ni idea. Cuando ruedan una historia sobre la fiesta de los huevos o Halloween, los americanos no se paran a pensar si lo vamos a entender o no. Te lo comes y punto. Así que mejor no plantear si van a entender lo nuestro o no. Yo desde luego no tengo ganas de explicarlo, de hecho, cuanto más localista, personal y costumbrista una película, más fuerza tiene, porque te da la sensación de que lo que te están contando pertenece al mundo de alguien. En Toronto se morían de la risa.
¿Tiene previsto mostrar la película en Zugarramurdi?
Tengo el capricho de hacer un pase allí. Quiero colocar una pantalla y que se proyecte la película en la cueva, sobre todo para homenajear a las 700 mujeres que se prestaron a ayudarnos a hacer este proyecto.
¿En qué proyectos trabaja ahora?
Pues tengo varios, pero no sé por cuál decidirme. Me apetece hacer otra comedia, pero sobre todo, tengo ganas de empezar a trabajar muy pronto, porque me encuentro fatal si no ruedo.