Ya ha comenzado para muchos, después del parón veraniego, el nuevo curso escolar. Decenas de miles de niños, adolescentes, jóvenes han comenzado a acudir a colegios, institutos, universidades. Con la intención de empezar, algunos, su formación. Otros, a continuarla. Y, los demás, a acabarla. Difícil tarea la de los profesores. Porque en este panorama de crisis económica los profesionales de la enseñanza tienen que ingeniárselas para hacer más con menos. Los centros educativos públicos cuentas con menos recursos, menos presupuesto. Pero las aulas con cada vez más alumnos, masificándose: menos maestros para más estudiantes. Desde hace décadas hemos estado orgullosos de nuestro sistema educativo público. Hemos sido críticos con él, obviamente, pero ahora estamos asistiendo a su desmoronamiento. Y eso que en este país el gasto en Educación nunca ha sido excesivo: se situaba en el 4,6% del PIB, frente al 5,4% de media entre todos los países miembros de la UE. Y el Plan de Estabilidad enviado a Bruselas por el Gobierno español prevé que la inversión educativa caiga hasta el 3,9% del PIB en 2015.
Se suben las tasas universitarias, se reducen las becas, se disminuye el número de profesores a los que se les recorta el sueldo y se les exige más horas de docencia. Este es el negro panorama de la educación pública. Un panorama plagado de recortes y de contrarreformas. ¿Y el de la privada? Sus beneficios en 2010 alcanzaban los 674 millones de euros. Teniendo en cuenta que el 58,8% de los ingresos procedía de subvenciones públicas. Éstas han aumentado un 30% desde el curso 2004-2005 hasta el de 2009-2010. Queda claro que desde la gobernanza, paulatinamente, se mina la educación pública con la excusa de la crisis económica -para hacerla cada vez menos atractiva- mientras se apoya la privada y concertada en aras de fomentar una educación elitista. Que el que quiera acceder a un buen nivel de estudios se lo pague. Si puede, claro. Y el que no, quedará excluido.
La enseñanza privada sigue el contorno de la empresa privada: generar economía, capital. Se trata de educar -más bien adoctrinar- a los ciudadanos para que encajen en el mundo empresarial, financiero, laboral. Desconectarnos de la cultura. Formar en el pensamiento acrítico. Sin cuestionar el mundo que nos rodea. Por eso hay que defender a ultranza una enseñanza pública.
Y para acabar esta columna, unas palabras teñidas de algo de optimismo: desde la cultura -cultura privada, además- también se aportan granitos de buena educación. Tenemos un buen ejemplo en Vitoria: Teatro Paraíso (Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia, 2012) ha puesto en marcha KunArte. Un proyecto que quiere crear un entorno creativo que posibilite el crecimiento personal, la expresión individualizada, la exploración de los diferentes lenguajes artísticos y las oportunidades lúdicas que el arte nos ofrece desde la primera Infancia. Como un derecho educativo inalienable.