TELECINCO se ha lanzado a una batalla campal para hacer de La Voz, en su segunda edición, el tractor amarillo de la audiencia, poniendo a disposición del programa las instalaciones de los Estudios Picasso y la glamurosa avenida de estrellas que lleva al plató donde esperan couches, público entregado y familiares de los concursantes que en ocasiones darán más juego que los pardillos ante las cámaras. Por lo visto en la primera entrega del pasado lunes, los responsables del espacio-descubrimiento han decidido mantener todo como fue en la primera exitosa edición con un triunfador, Rafa Blas, perdido hoy en la jungla del espectáculo con sus sonidos heavy metals al viento. Salvo el túnel que lleva al plató con ligeras modificaciones, todo se ha mantenido en los almacenes para esta nueva cita con la audiencia, en busca de 6.000.000 de espectadores. Cierto que todo no se ha mantenido igual en la presentación y dinámica del concurso de talentos; la publi se ha incrementado en proporciones considerables y con el manejo de todos los formatos comerciales: publirreportajes, publicidad en directo de los presentadores y una catarata de spots capaz de cortar aliento y aguante del más pintado de los fieles telespectadores. Cuatro coach en el jurado: Rosario, Malú, Bisbal y un novato Antonio Orozco que debe bajar el pistón de la sobreactuación para no convertirse en mequetrefe copiador del quemado Melendi, devorado por la presión mediática, construyen el juego de este producto musical. Con las audiciones ciegas se ha iniciado el proceso de selección de las mejores voces, dieciséis en cada equipo, que construirán un entretenimiento amable y dinámico de un espacio hecho con realización inteligente pero repetitiva que debiera romperse con una sorpresita por noche.