vitoria. José Ángel Suárez lleva la varita de Magialdia desde hace dos años. Pero antes que director, fue uno de sus impulsores. Lo que empezó como un encuentro entre amigos se convirtió con los años en en el festival más potente de Europa. Ahora le toca lidiar con la crisis. Que se nota. El Ayuntamiento de Vitoria sólo ha puesto este año 88.000 euros, el 60% del presupuesto. El ilusionismo no tiene el boato de la música, ni de la tele, aunque la iniciativa gasteiztarra cumpla a la perfección ese papel de proyección internacional que tan obsesionados tiene últimamente a los responsables municipales. "Los magos que vienen se lo pasan tan bien, se llevan un recuerdo tan extraordinario, que llevan ese sentimiento a todo el mundo", sostiene Suárez, entre malabares económicos.

Veinticinco años ya para un festival que empezó como una cita entre colegas son una barbaridad.

Sí, sí, desde luego. Empezamos con un presupuesto de 300.000 pesetas de las de entonces, una cosa entre amigos. Llamamos a conocidos de las provincias limítrofes e hicimos una gala... Y mira ahora, que se nos queda corto. El formato actual tiene ya unos seis años, pero la importancia de Magialdia como punto de encuentro referencial de magos viene desde 1994, aproximadamente. En 1996, el festival era de fin de semana y asumimos la responsabilidad de organizar el congreso nacional de magia. Fue un éxito, uno de los más recordados en la breve historia de los congresos. Y supuso un salto cualitativo muy importante en cuanto a la calidad de los artistas y la manera en que nosotros nos posicionamos.

¿No es presuntuoso hacernos llamar la Capital Europea de la Magia?

Suena un poco rimbombante, pero te prometo que es verdad. Ahora no hay un festival como el de Vitoria. Por duración es único y la organización la hemos hecho siempre las mismas personas, lo que ayuda muchísimo a que los errores que hemos cometido un año no los repitamos al siguiente. Además, la cantidad de artistas que ha pasado por la ciudad en estos años es tremendo. Cientos y cientos. Y todos se han llevado de Vitoria un recuerdo extraordinario, una gran experiencia a nivel artístico y personal. Cuando hablamos con los magos nos dicen que están deseando venir a Vitoria, porque del mismo modo que para nosotros es muy importante que vengan, para ellos también lo es asistir y poder ponerlo en su currículo. Además, se lo pasan tan bien que luego ese sentimiento lo llevan a todo el mundo.

Así que Magialdia es un gran embajador de Vitoria.

Por supuesto.

Aunque no tenga alfombra roja ni la repercusión en los grandes medios de otros festivales.

¿Sabes que pasa? La magia es un arte escénico que no tiene soporte industrial, con lo cual su proyección como arte es totalmente distinto a las creaciones televisivas, de cine o música. Si yo te pregunto por nombres de magos conocidos, me dirías muy poquitos, pero si te pregunto por actores y cantantes, me dirías muchísimos. Hay un mago, Javi Benítez, que prácticamente no lo conoce nadie, que viene ahora a Magialdia. Llega de una gira de dos meses por teatros de China y después marcha a Rusia y luego continúa por Japón. Es impresionante, pero nadie sabe de él. Así es este mundo.

Sin embargo, mientras una película o un concierto puede dejarle a uno frío, la magia nos hipnotiza a todos.

Bueno, pero eso lo dices porque a ti te gusta la magia.

¿Hay gente a la que no le gusta?

Sí, sí, por supuesto. Hay gente que no entiende lo que es la magia, que cree que los magos lo que hacemos es aprovecharnos de las personas o pensarnos que son tontas. Para nada. Nosotros lo que necesitamos es que el público entienda el conflicto que se le crea y que disfrute viendo lo que sabe que es imposible.

¿La magia es para los inteligentes?

Bueno, yo no diría tanto... Basta con ser normal (risas).

¿A los magos también les afecta la crisis económica?

Como a todos, claro. Si nosotros tenemos un 20% menos de presupuesto para el festival, ese recorte también afecta a los magos.

El Ayuntamiento ha mostrado una gran habilidad para encoger partidas culturales, la de Magialdia incluida. ¿Han encontrado el truco para que el formato no se vea muy dañado?

Hay cosas de ediciones anteriores que hemos tenido que eliminar, por desgracia. Y hacemos trabajar más a los magos. Pero hemos mantenido el esquema, que es lo importante. Haciendo muchos malabares, claro, pero para eso somos magos.

¿A qué grandes artistas de los más de cuarenta que vienen a Vitoria a actuar les pondría la etiqueta de imprescindibles?

Hombre, imprescindibles son todos (risas). Pero está claro que la máxima expresión del festival son las galas del Teatro Principal y del Europa. Ahí están los top de la magia. El teatro ofrece un tipo de magia que no es posible ver en otros sitios. En ese escenario, de la nada va a aparecer un coche, algo que no se puede hacer en la calle. Además, el Principal tiene un gran encanto y te coloca en una atmósfera muy especial.

Seguro que a algún niño de los que participen en los talleres de Artium le picará el gusanillo de la magia. ¿Hay aquí sitios donde formarse?

Sí. Desde hace quince años, la asociación de ilusionistas imparte cursos de magia a través de los centros cívicos. Y de allí han salido muchos magos, sobre todo aficionados.

¿El encanto de la Green Capital fue un efecto que ya se esfumó?

A nosotros como festival no nos ha supuesto ningún plus. Quizá el desarrollo de los actos de la Green Capital no van con los de Magialdia. No notamos más gente la pasada edición porque fuera el reinado verde. Tenemos un público muy fiel. Mantenemos el número de magos que vienen a disfrutar de las conferencias y las jornadas de trabajo esos cinco días, en torno a 350 y 400 personas. Lo que sí es difícil de cuantificar es la gente que pudo ver actuaciones en la calle el año pasado, pero no creo que hubiera más por la Green Capital. Lo que está claro es que Magialdia está muy arraigado en la ciudad e, independientemente del contexto de ese año, el vitoriano está esperando a que empiece el festival porque se ha convertido en una referencia para él.

Abracadabra: acaba la crisis y les llueve dinero. ¿Vitoria podría convertirse así en sede mundial de la magia?

Veremos (risas). Con un presupuesto mejor podríamos hacer más cosas, porque ideas tenemos muchas. Nosotros seguiremos trabajando para que Magialdia sea aún un referente mayor del que ya es en la actualidad.

La futura ampliación del Europa seguro que le vendrá bien. Más espacio, más magos, más público.

Claro que sí. Nos ayudará a llegar a más público, eso está claro. No obstante, ahora estamos cómodos con la medida que tenemos, no nos supone un gran problema. De hecho, no me gustaría tener un teatro de 3.000 personas. El Principal es, para mi gusto, ideal. Tiene mil localidades con una visión fantástica y se crea una atmósfera terrible. Yo he estado viendo galas en palacios de congresos tremendos donde se pierde la calidez que puede tener un espectáculo de magia. Recuerdo hace muchos años a David Copperfield en Madrid, en un recinto de 10.000 personas, y al final acababas viendo el espectáculo en una pantalla gigante.

Es que no hay nada mejor que un mago en las distancias cortas.

Esa es la magia de verdad, la de cerca, como la que se podrá disfrutar en distintos bares de la ciudad durante esta semana. Cuando estás con un mago a pocos metros de su nariz, que puedes tocar sus cosas, y se obra el milagro... Entonces la magia adquiere una potencia brutal.

¿El programa de televisión que hubo hace unos años sobre magia y el que está por llegar ayudan al gremio?

Sin lugar a dudas. Todo lo que sea divulgar la magia por supuestísimo que ayudará al sector y al éxito de Magialdia.