venecia. Ettore Scola presentó ayer en la Mostra de Venecia un precioso, emotivo y brillante homenaje a su amigo Federico Fellini, con un filme que consigue retratar con profundidad al autor de La Dolce Vita a través de pinceladas y recuerdos muy personales.

Che strano chiamarsi Federico - Scola racconta Fellini huye con elegancia de la lágrima fácil y de la tristeza que suelen invadir las películas homenaje. "Es triste el que muere sin dejar trazas ni huellas, pero no hay que llorar por la muerte de Fellini", afirmó ayer Scola, que ha regresado al cine para realizar este filme. Retirado desde hace dos años, Scola no dudó en ponerse de nuevo tras la cámara para construir esta película con motivo del vigésimo aniversario de la muerte de Fellini, que se cumple el próximo 31 de octubre. "Es un álbum lleno de fotografías, de escritos, de recortes y de recuerdos y, como todos los recuerdos, alguno está borroso y se ha tenido que reconstruir un poco" a través de una gran labor de búsqueda en los archivos, explicó ayer en una rueda de prensa un frágil, pero lúcido e irónico, Scola.

A sus 82 años, el realizador de Una jornada particular no quiere hacer llorar ni construir películas lacrimógenas: "Hoy la gente se conmueve demasiado", afirmó. Además, "habría traicionado un poco de ese cinismo del que me acusan -no es verdad-. Y es una forma de reparación, porque, si lo hubiera hecho triste, Federico se habría cabreado mucho, porque era una persona muy alegre, muy irónica". "Esa era su grandeza", y por eso Scola, su amigo durante 50 años, no se ha emocionado realizando este filme, pese a todo, emotivo, hecho especialmente para los jóvenes, como resaltó su propio creador. "Es un pequeño álbum para los jóvenes, porque Fellini hablaba a los jóvenes. Incluso si los jóvenes no han visto sus películas, hay huellas de él por todas partes y deberían verlas", agregó.

período confuso Cinco historias que muestran la hipocresía de la vida actual en Argel y, en especial, la situación de la población femenina es lo que cuenta Es-Stouh (The Rooftops), la película del director argelino Merzak Allouache que cerró ayer la competición oficial de la 70 edición de la Mostra de Venecia. "Todo lo que muestro en el filme simboliza la hipocresía de nuestra sociedad en la que se están produciendo muchos fenómenos que no se quieren reconocer", afirmó ayer en rueda de prensa el realizador, que puso como ejemplo los casos de pedofilia de los que se ha empezado a hablar en los últimos meses.

Los jóvenes argelinos están viviendo un "periodo confuso" y además hay "una especie de violencia en las calles, en las relaciones y en los diálogos". "Lo que he querido es dar la voz de alarma. Soy solo un testigo y, a través de mi película, quiero hablar de la sociedad argelina", señaló Allouache.