Hacia las nueve y media de la mañana comienza cada día la actividad en el Festival Curso Internacional de Música de Vitoria. A partir de ahí, las diferentes aulas del Conservatorio Jesús Guridi se van dando el relevo para acoger un verano más a profesores y estudiantes llegados de diferentes países para compartir enseñanzas, experiencias y momentos a lo largo de diez días que este domingo llegarán a su punto final. Clases a las que hay que sumar una larga lista de conciertos abiertos al público que se producen a la tarde. De hecho, las tres actuaciones que quedan, desde hoy hasta el domingo, estarán protagonizadas por los propios alumnos y alumnas (todas las citas son en el aula magna del centro a partir de las 19.30 horas con entrada gratuita).
Esta séptima edición de la iniciativa fundada y dirigida por el clarinetista gasteiztarra Iñigo Alonso se está produciendo, además, con una novedad importante. Puede que la crisis económica esté golpeando con fuerza, pero la propuesta se ha desdoblado por primera vez en dos partes ya que el pasado mes de julio llevó a cabo un curso específico, con sus correspondientes conciertos, destinado a estudiantes de instrumentos de viento metal. "Hubo gente de Vitoria que me comentó que era necesaria una semana para este tipo de intérpretes, que en la ciudad se requería algo así. Yo ya tenía en la cabeza una idea parecida desde hacía tiempo pero no encontraba el momento ni sabía si existía la necesidad. Cuando vi que sí, contacté con una serie de profesores de orquestas profesionales de España, les gustó la proposición y fuimos hacia adelante", explica el máximo responsable de esta aventura.
Entre quienes tomaron parte en esa experiencia y los que están estos días participando en el tronco principal del curso, casi un centenar de alumnos han respondido a la llamada de Alonso y del plantel internacional de profesores que participan en el evento, estudiantes entre los que hay repetidores de otros años, nuevas caras y también una importante presencia de intérpretes alaveses becados por el festival y el conservatorio gasteiztarra.
Todos comparten algo más que partituras y esfuerzo. "La convivencia es muy buena. Nos terminamos haciendo amigos y lo pasamos muy bien, la verdad. El otro día tuvieron una visita guiada y alguna noche hemos salido a tomar algo, pero poco", ríe la vitoriana Marta Paul, joven a la que los estudios de Medicina han obligado a dejar un tanto de lado su formación como violonchelista. "Lo echo mucho de menos y por eso me decidí a venir", apunta tras preparar una de las piezas que interpretará el domingo.
Junto a ella se encuentra Saya Ikenoya, que acude a la capital alavesa desde Madrid. "Este verano he hecho otro curso además de éste. Llevo estos meses sin descansar, pero... El año que viene termino el Grado Superior y necesito preparar un repertorio determinado para los recitales que tendré a final de curso y que son los exámenes" describe.
Ambas son dos ejemplos de ecosistema educativo y cultural de lo más diverso. Diferentes edades, procedencias, instrumentos, idiomas... Todo ello aglutinado durante diez días bajo el mismo techo, compartiendo y aprendiendo. "Da pena que se termine", apunta María Ángel García, pianista que ya en otras ocasiones ha abandonado su residencia en Inglaterra, aunque ella es de Yecla (Murcia) para impartir sus enseñanzas en el conservatorio.
"Es una semana muy ocupada. De vacaciones se está muy bien, pero esto me divierte. Puedes trabajar con diferentes alumnos y profesores, y eso aporta ideas distintas. Eso es lo bonito. En la vida de un músico es importante encontrarte con otras cosas porque es lo que hace que te enriquezcas y seas más abierto" relata tras terminar una de las primeras clases del día. "El nivel de los participantes está muy alto", comenta, al tiempo que subraya que, más allá de lo musical, esta cita en Gasteiz "es una gran mezcla de culturas y eso me gusta mucho".
Otro viejo amigo de esta propuesta estival es el flautista italiano Stefano Parrino. "Es mucha gente y mucho trabajo, pero también es muy divertido. Cuando llegas al final del día es un poco duro, pero es un buen curso y hay mucho placer", relata mientras DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA le interrumpe una de sus clases. "En diez días ni puedo ni quiero cambiar todo. Son los estudiantes los que me cambian a mí. Yo les puedo aportar algo sólo si ellos quieren aprender. Es un intercambio al mismo nivel, no se trata de que llegue aquí, enseñe algo y ya está. Enseñar sin comprender al estudiante es muy duro", dice y por eso asegura que cuando todo termine el domingo espera que los estudiantes "salgan del curso con ganas de tocar más, de aprender más, de estar a gusto tocando. Que digan; este hombre está loco pero mejor haberlo conocido que no habérmelo cruzado", ríe.
De todas formas, es indudable que ni la mejor de las partituras puede escapar al ritmo monótono que marca la crisis. Tampoco en este caso, máxime teniendo en cuenta que aquí se dan la mano educación y cultura, es decir, dos de los sectores más recortados y castigados desde las instituciones públicas aprovechando la coyuntura. "Es algo que me parece tristísimo", comenta Alonso.
En el curso también se ha notado. El número de inscripciones es algo menor que en otras ediciones y aún así el evento se mantiene por la implicación de los estudiantes puesto que el 95% de su presupuesto llega de las matriculaciones. El resto del dinero llega del aporte privado y algo, aunque casi imperceptible, de las administraciones. "No he conseguido convencer suficientemente a las instituciones para que apoyen económicamente el evento, pero mi forma de pensar sobre estas cosas es muy anglosajona, sé que esta clase de eventos no se pueden mantener sujetos a dinero público porque en cuanto viene una crisis, adiós. Lo que pasa es que veo cosas en las que se invierte mucho dinero para que ocurran un único día o un sólo año, mientras algo que tiene continuidad en el tiempo no tiene el apoyo necesario para seguir creciendo, que es lo que me gustaría".
Aún así, la vida dentro y fuera del Jesús Guridi en estas jornadas no se detiene. Bueno, más bien entre sus paredes porque en realidad, sobre todo en el caso de los profesores, hay poco tiempo para hacer turismo. "De Vitoria me ha dado tiempo a ver poco. Pero es una ciudad muy bonita. En el sur es todo más desértico y aquí hay tanto verde", ríe María Ángel García. "He dado alguna vuelta, pero bueno... Siempre me digo cuando vengo a Vitoria que no tengo que estar todo el tiempo en el conservatorio trabajando, pero no puedo. Pero no te creas que pasa sólo aquí. No sé cuántas veces he estado en Pamplona dando clases y nunca he visitado la ciudad", describe Parrino. "Es que todo esto que se vive en Vitoria es muy especial", remata Alonso mientras comparte risas y alguna que otra guasa con varios estudiantes granadinos.