BILBAO. El pianista Joaquín Achúcarro, Premio Nacional de Música en 1992, ha tenido que sacrificar "un montón de cosas" en sus más de sesenta años de carrera, pero asegura que nunca ha hecho de ello "una tragedia" ni se arrepiente. "Simplemente he escogido lo que más me gustaba", afirma.

El amor al piano que le ha dado fama mundial justifica para él cada renuncia de su juventud, por ejemplo a acercarse al mar o la montaña, que le atraían "muchísimo" y que muchas veces quedaron relegados en pos de los ensayos. Pero si tuviera que volver la vista atrás, Achúcarro (Bilbao, 1932) no cambiaría nada. "¡La de cosas que me ha contado el piano, y me las sigue contando!", dice risueño, en una entrevista con Efe.

Desde 1990 este intérprete es el titular de una cátedra en la Universidad Metodista de Dallas (EEUU), donde, según explica, se ve obligado a comprimir en una semana lo que otros profesores imparten en un mes. Y cuando tiene esas clases, que empiezan sobre las nueve de la mañana, Achúcarro empieza a estudiar "a las seis". "Es lo que llamo ponerme mi dosis de droga", apostilla. En todos los años que ha dedicado al piano, y desde que ganó el Concurso Internacional de Liverpool en 1959, este artista no ha perdido la ilusión antes de iniciar un concierto. Según apunta, esa responsabilidad con el público "cada vez va a peor", y siempre le acompaña "con un deseo enorme" de "que salga lo que debe salir: ofrecer a los que vienen al concierto lo que yo creo que los compositores querían que les diese", recalca.

A a sus 80 años, Achúcarro continúa lleno de proyectos. "Hoy dormiré en Bilbao, mañana en Torroella de Montgri (Gerona), que hay otro festival en el que llevo tocando 25 años, y al día siguiente estaré en Dallas", detalla desde la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (Santander). También viajará a Suiza y Ecuador para ofrecer conciertos, estará en el Festival de los Jacobinos de Toulouse (Francia), y tiene dos citas importantes en noviembre: en el Auditorio Nacional, por el 25º aniversario de esta gran sala, y en el Teatro de la Zarzuela con un programa de Beethoven. El año que viene tiene previsto tocar en China, Gran Bretaña o América. Y para afrontar tan apretada agenda comparte su particular receta. "Yo creo que cada artista tiene su manera de velar las armas antes de un concierto, pero casi todos coincidimos en que hay que dormir y concentrarse", señala el intérprete.