¿Cómo está siendo el regreso al teatro?

Tampoco ha pasado tanto, hace tres años estaba haciendo una obra con Ramón Barea. No tiene secretos, lo que ocurre es que requiere otro rigor. Siempre que haces teatro, y lo mismo con el cine, tienes la sensación de que te hubiera hecho falta una semana más. En este caso, además, tengo bastante trabajo porque soy el prota, así que estos últimos días le daremos fuerte y lo sacaremos adelante.

¿Qué ha supuesto el escenario dentro de su carrera?

Yo empecé en el teatro y mi primera película la hice ya con 25 o 26 años. Para mí, ha sido la base de todo; interpretar es interpretar, pero no es lo mismo hacerlo para teatro que para cine. El teatro requiere que proyectes la voz, de modo que pareces menos natural, y ay de ti como no llegues. Además, igual que no todos los platos llevan la misma salsa, no todos los montajes se abordan del mismo modo, porque en gran medida dependen de cada director. La resolución de los personajes no siempre pasa por el mismo camino, de modo que vives un poco en la zozobra. Quién me mandará a mí meterme en estos líos (ríe).

Además, la respuesta del público no tiene nada que ver, porque en directo se le oye respirar.

Claro, y su respuesta es inmediata. En cine ya has hecho tu trabajo y es igual siempre, pero en teatro cada función es distinta. En cine igual tienes 17 tomas para una escena, en teatro solo una y si no la haces bien entonces, la has cagado. Pero todo esto no me pilla de sorpresa, ya he hecho mucho teatro y lo seguiré haciendo, porque, de alguna manera, siempre que vuelves retomas cosas que habías olvidado, conceptos o postulados que en el cine no sueles usar.

¿Están sirviendo hoy el teatro y también la televisión de sostén para los actores españoles?

Sí, pero también el teatro está parado y la gente se agarra a lo que puede. Este proyecto me parece una maravilla, igual que el personaje, y yo hasta el 1 de junio no empezaba a rodar una nueva peli. Al final me va a coincidir el principio de una cosa con el final de la otra, pero no me iba a quedar en mi casa sin hacer nada. Aunque es verdad que estando todo tan mal, hay muchos actores que están regresando al teatro o haciendo otras cosas.

Ser actor nunca ha sido fácil, ¿pero alguna vez había sido tan difícil?

De alguna manera, siempre ha habido crisis en la profesión, pero ahora estamos en un momento muy malo. Al Gobierno no le gustamos, nos considera enemigos naturales suyos, nos ve como los del 'pásalo', como el Bardem, el Almodóvar o no sé qué... Parece que fuimos nosotros los que impidieron que ganaran aquellas elecciones, y fueron ellos mismos por ser mentirosos. Y parece que no nos quieren mucho ni nos van a dar muchas oportunidades; estamos suplicando ya, más que reivindicando, que exista cierta exención en el IVA, toda vez que la gente está tiesa y no tiene para pagar entradas a esos precios. Pero no vemos ni la más mínima intención de rectificar. En 2005 hacíamos unas 200 películas al año en España, vamos a ver si este llegamos a treinta.

¿La cultura no importa?

Claro que no, les parece totalmente prescindible. Pero no solo la cultura, tampoco iban a tocar la educación, la sanidad, el IVA... Estamos en manos de gobernantes chorizos que para nada contemplan lo yermo que dejan el panorama cuando se van. Los que están ahora dicen que sufren la herencia de los de antes, pero no están contribuyendo a mejorar las cosas. Y los que vengan después harán lo mismo, llevárselo todo.

Se le nota muy decepcionado.

Totalmente. No sé cómo expresarlo, estoy muy harto del choriceo y de todo lo que se está viendo. Por otra parte, se ponga quien se ponga nos hace creer que vivimos en una democracia y que podemos decidir nuestro destino, cuando realmente el que gobierna tiene que seguir las directrices del FMI, del Banco Europeo, de la OPEP y de todos esos mangutas que ahora nos dicen que tenemos que comer mosquitos. ¡Pues que empiecen ellos predicando con el ejemplo y se hagan un tortilla de moscas ya mañana! Es sanísima...

¿Pero cuál sería la solución; la gente está saliendo a la calle todos los días y parece que nada cambia?

Cuando ya te has tragado el caramelo de que esto es una democracia, no caben revoluciones, caben desobediencias y rebeliones. Pero no voy a ser yo quien diga lo que tenemos que hacer; cada cual que haga lo que le dé la gana. Siento un enorme desaliento y una absoluta desconfianza en que vayan a ser los políticos, los partidos o incluso los sindicatos los que nos saquen adelante. Aquí tiene que haber un cambio radical en cada uno de nosotros como individuos para provocar el cambio definitivo. Ellos no estarían ahí chupando del bote si nosotros no les legitimáramos con nuestro silencio, nuestra aceptación o nuestro voto. Sin nosotros no son nada, ¿por qué dejamos que esto suceda? Tanta gente desahuciada, personas que se suicidan porque las echan de sus casas; dicen que no tocarán la sanidad y la tocan; dicen que no tocarán la educación y la tocan... Y no solo los que están ahora, los de antes ya empezaron con los recortes. Basta que uno diga B, para que el otro diga A, ellos están a llevárselo más que ninguna otra cosa; hay miles de casos de corrupción... Así que si lo tengo que digerir todo a través de un concepto político, diría que soy un anarcoperro y paso de ellos como de la mierda.

¿Qué me puede decir de su Guillermo de Baskerville?

Pues es un hombre al que le encargan ir a una abadía para mediar en el conflicto entre los franciscanos, que predican la pobreza de Cristo, y los enviados del Papa, a los que eso no les interesa y casi les parece herejía que alguien diga que la Iglesia no debe tener dinero. Por otro lado, hay otra trama relacionada con el pasado de Guillermo, que fue inquisidor y en un caso tuvo un enfrentamiento tan importante con Bernardo de Gui, otro inquisidor muy torturador y muy perro, que casi le acusan de hereje. Guillermo nunca ha creído que las confesiones extraídas mediante un hierro a rojo vivo atesoren ninguna verdad. A mí me pones uno en el brazo y te digo que maté a Kennedy, al Papa, que soy de ETA, de la Triple A y de todo. Pero, claro, su confrontación fue enorme y resulta que mi personaje no sabe que en la delegación papal viene su viejo enemigo.

¿Qué hay del tema de la biblioteca?

Sí, Guillermo está muy ilusionado por ver esta biblioteca, pero aunque la orden de los benedictinos cree en atesorar el saber, piensa que no hay que compartirlo con todo el mundo, sino que hay que preservarlo porque, según dicen, hay que estar preparado para acceder a algunas cosas. Entre estas tres encrucijadas se tiene que mover Guillermo: entre el conflicto al que acude como mediador, el de las muertes relacionadas con la biblioteca y el de su enfrentamiento con Bernardo Gui.

Como en la película, la historia está contada por Adso cuando ya es viejo, que en este montaje está interpretado por Juan José Ballesta.

(Ríe) El compañero que tengo todo el rato al lado es el inefable, maravilloso y estimadísimo Juan José Ballesta, que lo hace fenomenal.

¿Le ha dado algún consejo teatral? Todos nos damos consejos, somos una gran familia. Aquí estamos a todo y sabemos que si una de las cosas del proyecto sale mal, nos afecta a todos. Lo que no se puede es dar consejos de interpretación cuando hay un director. Los consejos que le he podido dar no han tenido que ver con eso, sino más con otras cosas anexas, periféricas o intrínsecas del teatro. Y lo he hecho con mucho cariño porque él es muy listo, muy rápido y muy perceptivo. Va a sorprender.