Bilbao

Antoni Tapies, además de cultivar la pintura, fue escultor, una faceta suya que no es tan bien conocida y que el público tendrá ocasión de conocer en profundidad este próximo otoño cuando el Museo Guggenheim Bilbao le dedique la exposición titulada Antoni Tàpies. Del objeto a la escultura (1964-2009). Será a partir del 4 de octubre cuando el museo bilbaíno presente la primera revisión completa de esta faceta del artista catalán, uno de los maestros del arte de vanguardia del siglo XX, coincidiendo con el primer aniversario de su fallecimiento.

La voluntad de la organización de esta muestra surge de la continuada relación de Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012) con los Museos Guggenheim. En 1962 se inauguró en el Museo de Nueva York una retrospectiva comisariada por Lawrence Alloway; la colaboración con el artista siguió de la mano de Carmen Giménez con la exposición celebrada en 1995 en el Guggenheim Museum Soho y ahora, la exposición estará comisariada por Álvaro Rodríguez Fominaya, curator de la Solomon R. Guggenheim Museum.

La muestra reunirá cerca de cien obras, desde sus primeros objetos y assemblage (creados a partir de muebles, papel, ropa, serrín o madera) de mediados de los años 60 y 70, hasta las tierras chamoteadas y bronces mas recientes, incluyendo la ultima escultura que firmó el artista en el año 2009. Los préstamos proceden de las principales colecciones museísticas y privadas de Europa y Estados Unidos, incluyendo la Fundació y el legado Antoni Tàpies

Rodríguez Fominaya explica que la exposición descubre "la constante preocupación de Tàpies por el problema escultórico a lo largo de toda su trayectoria, situando, por primera vez, a su escultura frente a sí misma".

Universo Tàpies El uso sobrio del color -negros, blancos, gamas de ocres- daba un toque inconfundible a los lienzos del artista catalán al igual que el uso y respeto de los elementos más simples y humildes como telas bastas, madera y objetos cotidianos que adquirían una dimensión trascendente al ser integrados en sus piezas. Un estilo personal que también se va a apreciar en sus objetos cotidianos, como se podrá comprobar en esta muestra, que se podrá ver en la capital vizcaína hasta el 19 de enero de 2014.

Organizada de manera cronológica y temática a lo largo de la segunda planta del museo, combinará piezas de rasgos monumentales con otras de pequeñas dimensiones, permitiendo al espectador una aproximación al universo escultórico de Antoni Tàpies: desde su idea del muro hasta la representación recurrente de objetos cotidianos como sillas, camas, calaveras o libros.

'objetos-assemblajes' La muestra se inicia con la producción realizada por Tàpies a mediados de los años 60 y en los 70, un período de gran actividad política para el artista, en el que intensificó su oposición a la dictadura franquista, y su obra cogió tintes de protesta contra el régimen y ensalzamiento de la catalanidad, con palabras y signos en lienzos como El espíritu catalán (1971), Pintura románica con barretina (1971) y Sardana (1971). Tàpies fue encarcelado por asistir a una asamblea clandestina en el Monasterio de Montserrat para protestar por el Proceso de Burgos. De esta época son sus objetos-assemblage.

Entre los assemblages, se encuentran las sillas, otro de los temas que el artista desarrolló con gran profundidad. En los 80 Tàpies retomaría este tema.

A principios de los 80 se produjo un cambio significativo en el proceso creativo del artista que dejó atrás temporalmente los assemblage para adentrarse en el territorio de la cerámica, produciendo en 1981 sus primeras obras en este medio. El escultor vasco Eduardo Chillida desempeñó, junto al marchante y galerista Aimé Maeght y el ceramista Joan Gardy Artigas, un papel fundamental en este descubrimiento. La muestra acoge algunas de sus primeras obras en este material como Cub (Cubo, 1983) o Díptic (Díptico, 1983), realizadas en el taller de Artigas en Gallifa (Cataluña). Posteriormente, el artista trabajó en el taller de la galería Lelong en Grasse, con la colaboración del ceramista Hans Spinner.

De todas las posibilidades que ofrece la cerámica, Tàpies se centró en la tierra chamoteada, que es una combinación de arcilla con fragmentos de cerámica cocida y molida. Esta mezcla le permitía realizar esculturas de gran tamaño resistentes a cambios climatológicos.

Es también en esta época cuando el artista trasladó a la escultura parte de su inventario simbólico. Así, una de las grandes salas del museo acogerá importantes ejemplos de madurez de la obra tridimensional de Tàpies, mostrando tanto su dominio de la tierra chamoteada, como sus primeras incursiones en el bronce, según explica el comisario.

La exposición será clausurada con una serie de esculturas que van de 1995 a 2009, recorriendo la producción final del artista hasta tres años antes de su fallecimiento, momento en el que Tàpies despliega con contundencia una extrema variedad de recursos técnicos y de materiales que fue acumulando a lo largo de décadas. "En este periodo el artista no se conforma con recrear técnicas experimentadas años atrás sino que alterna materiales y procesos con gran rapidez produciendo al mismo tiempo assemblage, bronces y cerámicas, agregando nuevos elementos a su lenguaje", explican desde el museo.

Así, en el bronce, trabaja con pátinas y formatos nuevos; en la cerámica, contrapone lo mineral y lo orgánico y el gres frente a la tierra y, en los objetos, genera nuevas perspectivas y volúmenes. En cambio, permanecen fijas las constantes que dibujan su imaginario: los signos, las grafías, las cruces, las matemáticas, lo rural, lo cotidiano y lo familiar.

La última escultura que produce el artista en 2009, Trill (Trillo), cierra esta muestra en el Guggenheim Bilbao, que reivindica al Antoni Tàpies escultor, una de las facetas menos conocidas pero, al mismo tiempo, más relevantes del gran genio catalán.