Pamplona. Al igual que El Escarmiento, la presente entrevista comenzó en el fuerte San Cristóbal, bajo una fuerte lluvia que enterraba los olores de un pasado que todavía grita de rabia tras la candada verja de entrada. Pasado que, una y otra vez, y todavía hoy, algunos se empeñan en mantener oculto y enterrado en sangrientas cunetas.

Miguel Sánchez Ostiz se ha convertido, con su bregada pluma y su perenne inquietud, en altavoz de una historia que, aunque duela, sonroje o enrabiete, debe conocerse.

Ha pasado más de un mes desde que llegó a las librerías 'El Escarmiento', ¿esperaba otro tipo de reacciones, más duras, menos...?

No me esperaba buena ni mala ni especial... Creo que hasta el momento ha sido muy buena por parte de la gente que a mí me interesa, a los que he visto que el libro les ha llegado. Por comentarios de los lectores, a salto de mata, creo que las páginas les han emocionado, les han tocado. El libro está escrito con emoción y por lo tanto, en este sentido, estoy contento. Me han llegado a preguntar si tenía precaución o miedo a las repercusiones que pudiera tener, pero no las ha tenido malas. Bien es cierto que no es un libro fácil, está escrito desde Pamplona... Y no es lo mismo escribir desde Madrid o desde Manhattan que desde el lugar donde se fraguó la sublevación militar el 18 de julio. Esto es algo que he repetido mil veces... El mismo José María Iribarren decía, en el año 67, que el hecho de que vivieran los protagonistas de aquello , sus hijos y sus nietos, que les tenían como a dioses, a él le frenaba a la hora de escribir. Yo no he sentido ese freno en la mayoría de las páginas. A veces sí tenías cierta precaución ya que, a fin de cuentas, esa gente de la que estás hablando son personas a las que has conocido; a muchos de ellos.

¿Qué le sucede a esta sociedad para que, aun poniéndole delante de las narices un documentado relato de los hechos, no despierta ni reacciona, por decirlo de alguna manera?

Es que el libro no está escrito para despertar, es una crónica. Y, además, no es original, en el sentido de que prácticamente todo lo que cuento ya está contado, tanto por un lado como por el otro... Lo de Sartaguda, lo de Caparroso... Lo que yo he hecho ha sido encadenar todos esos acontecimientos de una forma cronológica para recrear el ambiente de miedo y de terror que había aquí. Ya estamos todos muy despertaos; y al que no quiere despertarse, ya no le vas a despertar. Y, en este sentido, yo he venido diciendo que estoy a favor de pasar página... Pero primero la escribimos; es decir, primero me dejas que la escriba a mi modo, que es lo que no han dejado durante muchísimos años, y luego me la lees. Y una vez que suceda esto igual podemos pasar página. Pero claro, si la página no la escribimos, no la dejan escribir del todo o la rompen o no la quieren leer, esa página no se puede pasar, y eso es lo que está sucediendo. Porque las páginas se pueden romper de muchas maneras: haciéndole un homenaje a la División Azul, admitiendo a trámite una querella contra un periodista que se ha atrevido a acusar a Falange española de actividades genocidas y de crímenes... La página se puede romper pidiendo el regreso de la laureada de San Fernando al escudo de Navarra, rompiendo las placas de los fugados del fuerte y de los esclavos del franquismo, de quienes se escribe que vivía de puta madre, o desde las cátedras de historia... Así que, en estas condiciones, es muy difícil pasar página o andar pegando con cello de antes los trozos que van quedando de esas páginas rotas. Y si no están abiertos todos los archivos, también es muy difícil escribir esas páginas. Por lo tanto, queda mucha tarea por delante. Con este libro yo no he pretendido sentar cátedra ni decir la última palabra, al revés, después de esto hay mucho que escribir; esto solo son pistas.

No sienta cátedra pero, parafraseando uno de los capítulos, ¿tenía la sensación de que este era un libro que debía escribir antes de que fuera tarde del todo?

Sí. Ese capítulo viene de hace dos o tres años, cuando unos forenses, abriendo unas fosas, me dijeron que se estaba haciendo tarde porque estaban desapareciendo los testigos directos, es decir, los hijos de los asesinados, gente ya octogenaria. Lo que va quedando son testimonios sesgados, de tercera generación. Y, por otra parte, el tiempo que estamos viviendo, tan rematadamente duro, que nos tiene agarrados por la solapa y nos zarandea, también te hace ocuparte de una guerra que es actual, más que del pasado. No hay que dejar, creo yo, que aquello quede sin contar. Ya que no se ha podido llevar a los tribunales, por lo menos hay que llevarlo a los papeles. Sobre todo cuando aquel pasado, a mi modo de ver, está proyectando la alargada sombre de un ciprés encima del presente.

¿La Guerra Civil es presente, no pasado?

Debería ser pasado si se hubiera tratado de otra manera (silencio). Creo que los integrantes del actual Gobierno está actuando como vencedores de la Guerra Civil; en muchos casos son sus herederos directos. Están construyendo un régimen autoritario y policiaco sostenido en un régimen democrático, porque a fin de cuentas se sostiene sobre una mayoría parlamentaria que están utilizando como si fuera una escopeta recortada. Esta es una nueva sociedad que viene y recuerda a los peores tiempos del autoritarismo... Como la guerra económica que estamos padeciendo, que es una guerra con menos sangre, con otras víctimas y en la que hay vencedores y hay vencidos. Y si no que se lo pregunten al banquero que está 15 días en la cárcel o a alguna de las miles y miles y miles de familias que se han quedado sin casa, que no tienen trabajo y están todos parados... ¡A ver quiénes son los vencedores y quiénes los vencidos! La guerra es otra pero guerra hay. Esto dista mucho de ser una sociedad pacífica, que viva en la concordia. Y viene de lejos.

Quizá, en cierto modo y parte, pagamos las consecuencias de aquel escarmiento, título que tomó prestado al general Mola y que es absolutamente preciso para resaltar que lo sucedido en la posguerra no fue un castigo, llegó mucho más allá.

Lo primero apuntar, como dices, que el título no es mío. El título, según José María Iribarren, su secretario, estaba en boca del general Mola. Era una intención de dar ese castigo especial para que los demás aprendan, en plan te voy a dar una lección. Bueno, pues igual es que esa voluntad de darnos una lección es explícita en manos de ese botarate del ministro del Interior que decía que había que multar a los manifestantes de las calles madrileñas para que los demás aprendieran. Estamos en manos de gente muy peligrosa; una persona que se expresa así es alguien muy peligroso. Y eso es de ahora, no es del 36. Hay gente que quiere darnos escarmientos, lecciones, para que aprendamos; y lo hace utilizando a los antidisturbios, en fin... Como ves, es casi imposible ahora hablar del pasado sin hablar del presente.

¿Cuál fue la piedra de toque que le movió a involucrarse en esta dura aventura, sabiendo el esfuerzo personal y vital que conllevaba?

El disparadero fue un día de agosto que subí al fuerte de San Cristóbal con unos familiares de una víctima y con gente de Txinparta. Las personas que vi allí se merecen el esfuerzo de que pongas por escrito no sus vidas si no sus ambientes... Porque contar un crimen es contarlos todos. Eso fue hace dos años, pero desde el año 2005 ya trabajaba en el tema, aunque con otra orientación. Yo estaba trabajando sobre la hipótesis del supuesto robo de los diarios privados del general Mola, que parece ser fueron robados por Solchaga el día de su muerte para dárselos a Franco. Posteriormente, la viuda dicen que se los reclamó directamente... Franco tenía afición a los diarios y a la documentación de sus adversarios; así tuvo secuestrados durante años parte de los diarios de Azaña.

Hablando de documentación, el libro es prolijo en nombres, apellidos, fechas, datos, ¿ha sido complicado encontrarlos o descubrirlos? ¿Se ha destruido este tipo de documentación?

No mucho, porque yo no he hecho investigación histórica, ha sido muy leve. Pero, allá donde he investigado, he notado que faltan cosas. Y, luego, lo que sé es que, por ejemplo, Iribarren escribió unas memorias de aquella época que han desaparecido. Y aquellas memorias fueron escritas para ser publicadas, de otra forma no se habrían escrito. Pero si sus albaceas testamentarios juzgan que no es oportuno publicarlas, ¿qué vas a decir? Si un escritor escribe un libro con una cláusula, al parecer, de 25 años, que se cumplió hace mucho, ese libro ya debería estar en la calle. Pero hay más libros y más memorias, como los diarios del conde de Rodezno, que estarán en manos de sus herederos; y eso no es público. Y también hay otra gente que destruyó lo que tenía porque podía servir, precisamente, para relatar esa otra historia que no se escribió por completo. Pero esto son imponderables, para el libro que yo quería escribir hay más que suficiente solo con las noticias de los periódicos y el entrelíneas. Porque en los periódicos de Pamplona se publicó cada barbaridad que temblaba el misterio, que entonces les debían de resultar muy graciosas, pero que 60 años después hielan la sangre.

¿Por qué ha definido como débil la parte novelesca de 'El Escarmiento?

Hombre, porque el peso de los hechos históricos es tan fuerte, tan sólido, que cualquier cosa que pergeñes a su sombra se va a quedar casi en testimonial. Lo importante para mí es contar lo que pasó; bien es verdad que la manera en que lo cuentas es novelesca, pero lo importante son los hechos: aquello que empieza aquí el 14 de marzo del 36 y dura hasta el 3 de septiembre. Y los personajes, frente a esos hechos, son casi marionetas, sombras.

¿Cómo ha vivido descubrir ciertos hechos, protagonizados por apellidos cercanos, casi amigos, desconocidos por los que ahora son su nietos?

Mal, mal... (silencio) Pero si alguna persona ha visto en el libro el nombre de su familia también se habrá dado cuenta de que el tono no es de cacería. No he salido de caza. Me he guiado por lo que dicen víctimas ya mayores, nadie quiere venganza... Lo que quieren es que les escuchen, contar su historia. Ya que no ha habido condenas, ya que los autores han fallecido, por lo menos que les dejen contar, hacerlo público y que les escuchen lo que han vivido. Y eso es lo que yo he tratado de hacer en el libro, dar voz a esta gente que no la ha tenido. Aunque, repito, lo único que he hecho ha sido unir trabajos anteriores. Mis textos no tienen tanto mérito como otros trabajos publicados antes, como, por ejemplo, los de Jimeno Jurío. Aquellos son textos publicados en un momento en el que con todo esto te la jugabas. De la misma manera que no es lo mismo escribir desde Pamplona que desde Manhattan, no es lo mismo escribir en 2013 que en 1978, cuando estaba el batallón vasco-español, los guerrilleros de Cristo Rey y el copón de la baraja... Y una sociedad de derechas completamente hostil a todo este asunto de la memoria histórica. Si ellos no van, para qué voy a ir yo de cacería. Yo cuento lo que he oído, lo que he leído, los pozos a los que me he asomado y punto.

Quizá no sea tan valiente, pero cuando menos hay que tener coraje para 'citar' a la entente conformada por el Opus Dei, la Meca, la Caja de Ahorros de Navarra, el Gobierno de Navarra y el 'Diario de Navarra'.

Yo los cito porque mi teoría parte de una de las frases más de aquí que conozco; más de aquí que las lechugas de la Rochapea (risas). Y la frase es, en todas sus variantes: no te indispongas o no hay que indisponerse. Aquí hemos vivido con la idea de que no hay que indisponerse, no vaya a ser que no te den trabajo, que te quiten el que tenías o que te cierren puertas. ¿No indisponerse con quién? Con quien tiene el poder fáctico en esta sociedad. Y los que tiene ese poder son éstos y algunos más que están a su sombra. Es que para qué te vas a jugar que te den unas entradicas para los toros o te metan al sobrino en la Caja, que así se hablaba antes: "Lo hemos metido en la Caja" (risas), que no es la del muerto.

Y Miguel Sánchez-Ostiz, ¿ha superado la indisposición que le supuso enfrentarse a este libro o le acompañará siempre?

No lo sé... Desde luego, no me he liberado en absoluto. Es algo que tienes ahí... Este libro ha sido costoso de escritura, es muy largo, fueron 640 folios, pero más que el trabajo mecánico, lo que hace mella es el desgaste anímico con lo que vas relatando. Y es que no sucedió lejos de aquí; sucedió en la calle y en el pueblo de al lado, en escenarios reales que conoces y por los que pasas. Toda tu vida ha estado ahí. Y eso claro que produce un peso y un coste anímico, a mí y a cualquiera. Que en el fondo es un gilipollez, porque para coste anímico el de la gente a la que le mataron al padre. Es que son 3.400 víctimas, ¡hostia!, esos son los asesinados; o como decían los papeles de la época, los sacrificados. Pero es que esas personas tenían padres, madres, hijos y ahora han tenido nietos. Así que multiplica cuantas fueron las víctimas de la Guerra Civil en Navarra. ¡A cuánta gente redujeron a la miseria, a cuántos expoliaron y a cuantos redujeron a la miseria, aunque los dejaran vivos! Es que, ¿sabes cuál es el problema de este libro? Que es mucho más que literatura porque está escrito sobre y con el dolor de mucha gente. Y con esa tinta, es muy raro que no te acabe pringando.

Pringue que habrá dejado un carrusel de emociones y sensaciones.

Indignación, dolor, asco, mucha tristeza... Más que tristeza, pesadumbre. Me acuerdo, saliendo del Archivo de Navarra, de ver papeles... salía apesadumbrado.

"Naces donde naces pero está en tu mano cambiar el rumbo, el peligro es que te consideren traidor a la tribu". Esta frase de 'El Escarmiento', ¿es autobiográfica en su propio intento por cambiar el mundo?

Eso es un gaje del oficio y una inclemencia del tiempo, ahora que llevamos tiempo lloviendo que jode. En mis carnes, poca cosa, en serio, tampoco es para tanto.

¿El escarmiento hizo de Navarra una tierra de héroes anónimos?

Sí. Era la gente que se merecía un homenaje, pero no a mala cara ni por la puerta de servicio, por la trastienda o para cumplir. Es que este es el país del maltrato, nos tratamos mal. No ha habido una educación republicana, ni se ha creído en la igualdad ni en la fraternidad, cosas que ya eran muy viejas pero que podían haber tenido su reflejo en leyes, en comportamiento o en educación. Eso ha provocado que aquí se siga pensando que hay unos destinados a estar arriba y otros abajo; es decir, una sociedad de amos y de criados, disfrazada con votos y con lo que quieras, pero es así. Esto es muy demagógico, pero es que, francamente, ya no nos están dejando más que la demagogia; y además como lo decía el de los Santos Inocentes, demagogia bonita.

Este 'Escarmiento' cuenta con una segunda parte, 'El Botín', que mira más hacia los bolsillos.

No les va a tocar los bolsillos pero sí voy a hablar de cómo la guerra fue también un fabuloso negocio para mucha gente, a través de expropiaciones, incautaciones, falsas ventas públicas, apropiaciones o multas por todo y por nada; aquello fue una máquina de multar. Sin contar que desde el principio de la guerra iban por todas las casas pidiendo dinero, y no solo los militares, iban los falangistas, los requetés, el moro Muza y el obispo. Como las 83.500 pesetas que recogió el 23 de agosto del 36 el obispo, dinero que ingresó en la cuenta del Banco de España para atenciones de guerra. Y eso está en los periódicos, no hay que romperse la cabeza; y además en sus periódicos, que es donde de siempre sabemos que es donde se dice la verdad