A veces la lógica se esconde. En ocasiones la razón no alcanza a conectar los silogismos. En ciertos momentos por suerte y en otros por desgracia, los estudios y razonamientos previos no preven la coyuntura. Nos encontramos en uno de los primeros. En tiempos de apreturas, crisis, liderazgos tecnológicos, e-books y tablets, el libro de papel se vende.
Para regocijo de los románticos y pesar de los gurús económicos, el negro sobre blanco sigue encandilando en su soporte original. Todavía se aprecia la sensación de humedecer el pulgar, pasar la página y encarar un nuevo capítulo. Algunas confesiones de los profesionales del sector apostados en la décimo novena edición de la Feria del Libro Antiguo y Viejo, ubicada en la plaza de los Celedones de Oro -Correos, vaya- hasta el 14 de julio, como las de Ana Cormenzana de la librería Sekhmet, llaman a la esperanza. "Estamos vendiendo el doble que el año pasado", revela. No obstante, no conviene echar las campanas al vuelo, ya que esta afirnación es susceptible del matiz coyuntural. "Tampoco se vende como hace diez años", explica. Iñaki Ortubay, de la librería El Cafetal, es más cauto aunque sin perder el optimismo. "Lo normal es empezar fuerte y bajar un poco más tarde, aunque este año el comienzo ha sido lento pero llevamos un ritmo constante", confiesa. Pese a los indicios de mejora, hay que contemplar el bajón que ha sufrido el sector en los últimos años por mor, sobre todo, de las nuevas tecnologías. "La cosa no está para tirar cohetes pero aguantamos", razona Ortubay quien recuerda con cierto anhelo que "ha habido tiempos mejores".
En todo caso, conviene reseñar que ya el pasado año la feria acogió un incremento del 9% en sus ventas y tuvo alrededor de 20.000 vistantes. Buenas cifras que se corroboran este curso. Ayuda la posibilidad de conseguir la joyita de turno en alguna de las once librerías llegadas de todos los puntos del Estado excepto Cataluña donde se realizan eventos similares por estas fechas. Algunas de ellas han estado en importantes ferias como las de Nueva York, Buenos Aires o París y, evidentemente, están especializadas en libros viejos (con al menos 25 años de antigüedad y que no han sido reeditados) y antiguos (los que tienen al menos un siglo).
Así las cosas, la hilera de librerías itinerantes establecida frente a Correos alberga rarezas que abarcan desde obras de un esoterismo kitsch como Saber amar de Octavio Acebes hasta pilares de todo un pensamiento como El manifiesto comunista de Marx y Engels. Novelas popularizadas por el séptimo arte como El Diario de Bridget Jones o ignotos libros de autoayuda como Vivir con frutas y verduras. Históricos como La Guerra Civil española, de Hugh Thomas, o iconos de la ficción literaria como la obra de Agatha Christie.
Una amplia selección que deja al público satisfecho en la práctica totalidad de las visitas. Así lo atestiguan Sara y Luis, quienes suelen pasarse "todos los años". "Yo estoy interesado en clásicos y filosofía, sobre todo", revela mientras enseña la portada de La metamorfosis, obra cumbre de Kafka. Mientras, Sara esconde con recelo su elección "yo he cogido Pocahontas pero no sé si lo voy a comprar", confiesa entre carcajadas. José Antonio admite haberse parado porque "pasaba por aquí", a la vez que alaba la variedad de la feria. Una feria que, por fortuna, no ha sufrido los salvajes recortes culturales. Aquí al menos se han mantenido los 7.000 euros que aportó el Ayuntamiento el pasado 2012. La respuesta del público parece óptima y, obviamente, esto es crucial para su pervivencia. Para la pervivencia del papel también. Para la pervivencia, en definitiva, de una manera de leer, sin asteriscos ni abreviaturas indescifrables. Para la pervivencia de una manera de entender lo que nos rodea. Para la sumisión de las prisas frente a la pausa y la sensatez que otorga la lectura. Larga vida al papel por todo ello. Larga vida.