Este año hará once años que Miguel Zugaza (Durango, 1964) se puso al frente del Museo del Prado. Durante este tiempo, ha sobrevivido a cuatro ministros de Cultura, ha gestionado una organización de altísimo nivel, ha dirigido un equipo de más de 400 personas y ha sido el impulsor de la modernización de la pinacoteca madrileña. Acostumbrado a asumir retos, ahora le toca lidiar con la crisis económica, pero está convencido de que el Prado saldrá reforzado.
Acaba de presentar su plan de actuación para los próximos años, austero, pero no carente de ilusión.
No es el momento de lamentarse sino de buscar fórmulas para salir de la situación. El principal problema es la caída de los recursos públicos, que ha sido mas del 50% en los últimos tres años. La propuesta de nuestro plan es seguir ahondando en nuestra autonomía, elevando nuestro compromiso en la financiación. Gráficamente, el reto es que de cada millón de euros que pone el Estado, el museo consiga tres. Nosotros podemos hacer ese nuevo esfuerzo pero con la condición de que la aportación pública se mantenga estable en los próximos años.
¿De qué está dispuesto a prescindir y qué es intocable?
El primer efecto inevitablemente tiene que ser el de contener el gasto. Esto afecta a todas las áreas del museo, incluidas las exposiciones. En lo único que no vamos a recortar es en el programa de investigación y conservación, que consideramos el eje de la actuación del museo. La mejor conservación intelectual y material de la colección del Museo es la plataforma sobre la que debemos construir nuestro futuro.
A pesar de la crisis, el Prado había mantenido su número de visitantes. Para este año se prevé un descenso del 25%. ¿A qué lo achaca?
En buena parte al contexto de crisis y retracción del consumo. Y, también, a la menor capacidad de reacción que tiene el museo. En Madrid existe ahora una gran competencia de exposiciones, yo suelo decir que parece una olimpiada. Esta oferta tan amplia, con una demanda decreciente, también influye.
¿Se puede reducir el éxito de un museo al número de visitas?
Los visitantes son un indicador importante pero el éxito de un museo no se puede reducir a eso. Creo que es un buen momento para explicar cuál es la misión real de los museos en el ámbito público, científico y cultural. Si puede servir para algo una crisis es para quitar el sambenito que se ha colgado a los museos en los últimos años. La rentabilidad del Prado no se mide por el número de visitantes, los museos no son un parque de atracciones, son espacios para el estudio y la educación, y esto es mas difícil de contabilizar.
Uno de los cambios que ha introducido en el último año es la apertura al público los siete días a la semana.
Así es, y estamos muy satisfechos con los resultados. Percibimos que había demanda, los lunes visitan el museo unas 6.000 personas, como cualquier otro día normal. Este es un ejemplo del esfuerzo que ha hecho el museo, en el peor momento de la crisis hemos decidido abrir al público toda la semana, generando más actividad para el museo. Se ha conseguido gracias al acuerdo con los trabajadores, que cambiaron los turnos, sus horarios, prácticamente sin coste económico para la pinacoteca. No se trata de que todos los museos deban implantar esta medida; tiene que haber una demanda, como la hubo en nuestro caso.
Ha dicho que la mejor respuesta a la crisis es la actividad, pero ¿el Prado va a poder mantenerla con unos presupuestos declinantes?
Parece efectivamente una paradoja, pero creo que es la única forma para seguir creciendo como institución. Nuestra apuesta va a consistir en sustituir la intensidad por la calidad de los programas que el Museo ofrece. Para ello, el Prado tiene la gran ventaja de tener una de las colecciones de arte occidental más importantes del mundo. Tenemos que trabajar nuestros programas teniendo como centro ese magnífico valor. Hasta ahora, muchas veces, como les pasa a muchos museos, parecía que competíamos contra nosotros mismos.
¿Cuál va a ser la consecuencia más directa de los recortes del Ministerio? ¿Y a medio plazo?
Sinceramente, ha sido un shock. Pero, una vez descontado, lo importante es que el Prado encuentre el camino de la recuperación. Tenemos que aumentar el compromiso de la sociedad con nuestra institución. Tenemos ya una base sólida de benefactores y más de 25.000 amigos del Museo. Una de las cosas a la que la crisis puede ayudarnos es a identificar con más claridad la responsabilidad de la sociedad hacia la cultura. El acceso a la cultura es un derecho de los ciudadanos pero también es una responsabilidad. Los más de dos millones de personas que nos visitarán este año tienen que ser conscientes de ello.
¿La ampliación del museo queda paralizada de momento?
Efectivamente, hay cosas, como completar la ampliación del museo con la incorporación del Salón de Reinos (antiguo Museo del Ejército) que tendrán que esperar.
¿Qué opina de la política de franquicias de los museos?
Hay museos que, por su identidad o por su dimensión, se pueden plantear su deslocalización. No es el caso del Prado. En cualquier caso, es más fácil en un museo de arte contemporáneo, como es el caso del Guggenheim, que en un museo histórico. Nuestra fórmula de colaboración e intercambio en este mundo globalizado es a través de exposiciones temporales. En ese campo, el Prado tiene grandes posibilidades de acercar el valor de sus colecciones a otros públicos.
Desde el punto de vista artístico, ¿a qué retos se enfrentan en los próximos años?
La principal misión es que el Museo se reconozca como un referente en la investigación y la conservación. Al lado de la belleza, se encuentra la sabiduría. Cuando se visita el Prado, el ciudadano tiene que encontrar al lado de las grandes obras de la historia del arte la inteligencia para conocer su valor y cómo interpretar su autenticidad y singularidad. Ese es el futuro de los museos y, por supuesto, el del Prado.
¿Qué exposiciones interesantes programan para las próximas temporadas?
Como decía, hemos propuesto un programa menos intenso pero de una extraordinaria calidad. En los próximos cuatro años celebraremos el centenario de El Greco y El Bosco con dos exposiciones muy especiales. También dedicaremos monográficas a Van der Weyden, Ingres, Fortuny o Georges de la Tour. Sin olvidarnos de los grandes maestros del Prado.
¿Ha habido muchas a las que han tenido que renunciar?
A corto plazo, hemos tenido que renunciar a varios proyectos e incluso reducir el tamaño de algunas de las ya programadas. Pero hemos presentado el programa para los próximos cuatro años y tenemos la idea que ya entre 2015 y 2016 vamos a recuperar nuestra capacidad de actuación y podremos ofrecer un programa de una enorme calidad. Cuando se produce una caída tan fuerte de la aportación pública, inevitablemente tienes que contraer tu capacidad de gasto. Hemos retirado fuselaje, hemos quitado las cosas que pesaban para que la avioneta volara. Y creo que vamos a seguir cumpliendo a un altísimo nivel lo que es la función del Museo y continuando siendo un referente a nivel mundial.
¿Recuerda su primera visita al museo del Prado?
La primer visita consciente, sí. Hice un viaje por mi cuenta a Madrid cuando acabé el BUP. Lo encontré luminoso y fascinante. Curiosamente, me quedé prendado por los azules de Poussin, que no es en lo que se fija más la gente.
¿Entonces, se propuso ya ser el director de la pinacoteca?
Nadie nace para esto.
¿Sigue admirando a Poussin?
Sí, pero he descubierto a otros artistas que como él tienen una presencia muy importante, con obras de mucha calidad, pero que no son famosos como los que la gente normalmente busca en el Prado. Por ejemplo, el grupo de obras de Rafael es tan importante como el conjunto de obras de Tiziano, de Rubens... En cambio, se ven menos. Le pasa lo mismo a otros pintores presentes en el Museo del Prado y que pasan más discretamente.
En el Bellas Artes de Bilbao tenía su cuadro preferido: 'San Sebastián', de Ribera, .
Es muy difícil seleccionar uno solo. Ahora hemos hecho, con motivo de la exposición La Belleza enterrada, el esfuerzo de sacar a la luz nuestros tesoros en pequeño formato. Pero lo bueno que tienen los museos públicos es que no tienes que elegir, todos los cuadros son tuyos. No te los puedes llevar a casa, pero es una colección por y para los ciudadanos.
Dirige a un equipo de más de 400 personas, ¿tiene todavía tiempo para pasearse por las salas?
Por supuesto. Para mí es una obligación ver cómo funcionan los montajes y las exposiciones cuando hay público. Y, además, no lo puedo negar, supone un placer para mí. Un director nunca puede quedarse en el despacho y dejar de visitar las galerías. Tampoco el Prado es un museo tan grande, posee una gran colección, pero a nivel de superficie no es tan grande.
Proponga un pequeño recorrido por el Prado.
Tengo que insistir, me parece excepcional la exposición que ahora mismo, gracias al apoyo de la Fundación BBVA, presentamos, La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuna, sobre lo más discreto y secreto que guarda el Museo. La belleza y la sabiduría, como decía también antes, concentrada en las obras de formato pequeño que conservamos. Recomiendo a todos visitarla para conocer ese otro fascinante museo que encierra el Prado. Además, esta muestra responde a lo que nos hemos marcado como objetivo, enfocado a poner en valor la colección propia del museo.
En una ocasión, comentó que el Prado merecía la pena 'incluso si tienes que salir en camilla'.
Sin duda. De momento, me ha provocado una considerable hernia discal.
¿Pensó en alguna ocasión pasar tanto tiempo en el cargo?
Nunca he hecho ningún pronóstico sobre esto. Mientras mi contribución sea de ayuda para el Museo, bien. Cuando no sea así, espero ser el primero en darme cuenta.