gasteiz. Aunque en los últimos meses, por lo menos de puerta para afuera, parecía que las aguas laborales de Artium a causa de los continuos recortes en su presupuesto (este año el ajuste es del 25%) bajaban más tranquilas, la realidad parece distar de esa imagen. Un grupo de seis educadoras, que se identifica con nombres y apellidos y que son parte de las 20 que realizan su función en el museo, ha hecho público un manifiesto en el que denuncian la situación laboral por la que están pasando, una circunstancia que no es nueva porque se lleva produciendo desde la apertura del centro en 2002 pero que se ha visto agravada, según explican, ahora.
"Comprobamos que mientras nuestra labor ha ido creciendo y fortaleciéndose en el tiempo, las condiciones laborales han ido empeorando con respecto de las iniciales ya de por sí inestables e inseguras. Hemos pasado por diversas fórmulas que han intentado camuflar nuestra relación laboral por cuenta ajena. Nuestra situación, ya de por sí precaria, se ha visto agravada en 2013 por la aplicación de un recorte del 25% en nuestra tarifa/hora que ya permanecía congelada desde 2009. Dicho recorte ha vuelto insostenible la labor que venimos realizando durante años ya que hemos llegado al extremo de, en ocasiones, tener que pagar por ir a trabajar (las cuotas e impuestos han ido al alza mientras nuestra tarifa/hora se ha visto enormemente disminuida)", describen las afectadas, que con su denuncia esperan conseguir "apoyo y solidaridad para instar las administraciones públicas a ejercer su responsabilidad tanto en este caso particular como en todos los que afectan a personas trabajadoras de la cultura en situación de precariedad".
Tras recordar que "un alto porcentaje de las visitas con las que cuenta actualmente el museo Artium proviene de nuestra actividad como educadoras", las seis personas apuntan que "nos vemos obligadas a visibilizar nuestra situación (...) al comprobar que la mencionada pérdida progresiva de derechos nos conduce inevitablemente a una situación laboral de extrema precariedad y desprotección hasta el punto de ver en peligro nuestros puestos de trabajo".
En este sentido, el centro "esconde, tras una fachada de éxito, una realidad de inseguridad laboral. En nuestro caso, la precariedad se concreta en que las educadoras estamos trabajando (...) bajo diferentes figuras que rompen nuestra vida laboral: como falsas autónomas y como subcontratadas por empresas de servicios. Nuestra condición de trabajadoras se disfraza con la denominación de colaboradoras. Todo ello se traduce en ausencia de derechos laborales como son bajas médicas, bajas de maternidad, derecho a paro, antigüedad, vacaciones (...)".