la Sexta ofreció hace un par de noches las dos primeras entregas de una teleserie llamada a funcionar en los rankings de audiencia a tenor de los ocurrido en USA, donde diez millones de televidentes saludaron las sangrientas aventuras de The following, truculenta pieza de sangre y miedo protagonizada por media docena de personajes organizados en dos bandos, los buenos, un escritor investigador y la policía más la mujer del asesino y en el otro, un psicópata asesino en serie arropado por sus secuaces. Los capítulos emitidos han sido excelente tarjeta de presentación con cientos de litros de pintura sanguinolenta y cadáveres a tutiplén en un ejercicio de narrativa que conocemos al dedillo pues se trata de la habitual concepción norteamericana de películas y series de miedo, tensión, asesinatos en masa, asesinatos rituales y de más parafernalia macabra de la que estamos inmunizados y por ello los guionistas tienen que forzar las situaciones para recibir sobrevivir. Trufar el guión con sucesivas escenas de asesinatos, muertes violentas y otras lindezas del género es técnica empleada en la presente ocasión en la que un neurótico con el coco sorbido por las obras del escritor E.A. Poe de quien aprovecha la idea de que la belleza superior es la de la muerte y en este envenenado binomio se va a mover la serie. Un asesino en serie se escapa de la prisión y pone en marcha un diabólico plan para acabar con el protagonista, enamorado de su mujer; plan que cuenta con ayuda de los miembros de una secta adicta. Vueltas y revueltas al guión, con abuso de la técnica del flashback que va situándonos los hechos en una narración fragmentada. Un canto al malditismo enmarcado en escenas que vuelven a incidir en una temática muy de la sociedad norteamericana que tiene en sus telediarios las auténticas escenas de pavor, miedo y sobresalto.
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