La ironía y el sarcasmo son dos herramientas peligrosas que hay que saber utilizar, fórmulas que en la superficie incluso se pueden presentar como amables pero que esconden en su interior auténticas cargas de profundidad, críticas más descarnadas que si se planteasen desde otras posiciones más serias y formales. Feria y No tocar, por favor son dos exposiciones distintas, cuyo punto de partida y conceptos difieren. Pero, más allá de otros puntos en común que también se dan, tienen una característica básica que les une: están llenas de mordacidad hacia el sistema del arte, algo muy propio teniendo en cuenta que hoy se celebra el Día Internacional de los Museos.

Ambas comparten ya espacio en el interior de Artium, donde esperarán al visitante hasta el próximo 1 de septiembre. Feria, de Iñaki Larrimbe, para llevar el concepto del turismo cultural hasta posiciones casi surrealistas, reclamando del espectador su participación activa en casi todas las instalaciones (se puede desde comprar bocetos de la muestra en una máquina expendedora hasta hacer ejercicio en andadores de gimnasio mientras se comparte el rato con Miró). No tocar, por favor, muestra colectiva comisariada por Jorge Luis Marzo, para abrir una reflexión sobre la relación de los museos con el público tomando como punto de partida el libro de incidencias del centro alavés, un diario de todos los sucesos anómalos que protagoniza la gente que ha acudido al espacio desde su apertura hace once años.

Las dos propuestas están realizadas para Artium, en ellas tanto el museo como la propia capital alavesa juegan un papel destacado, y ambas son fruto también de la colaboración de distintos artistas, puesto que en las dos muestras hay más de una autoría y se encuentran piezas en las que han sido necesaria la participación de varios. Todo eso y más relaciona las producciones. Eso sí, cada una tiene su personalidad y su camino.

Ejercicio cultural En el caso de Larrimbe, el artista gasteiztarra, que vuelve a exponer en una sala después de varios años utilizando otros mecanismos para mostrar su trabajo, plantea un parque de atracciones que está especializado en el arte para seguir profundizando en un concepto en el que lleva trabajando desde hace tiempo, el turismo cultural.

Para el colaborador de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, este fenómeno ha convertido al turista en un consumidor de museos, que se adentra en sus paredes para tener una experiencia rápida y placentera que pueda fotografiar, comprar en la tienda de souvenirs del centro y enseñar después como trofeos de un safari. De esta forma, el arte se banaliza y pierde no ya su sentido si no también sus utilidades sociales. Pero en vez de realizar una crítica directa a este hecho, el creador juega a potenciarlo.

Por ejemplo, antes incluso de entrar a la sala de exposiciones, el visitante se encontrará una máquina expendedora que vende bocetos de la muestra por 100 euros. Se elimina así al intermediario, al galerista. Quien quiera, sólo necesita una tarjeta de crédito, aunque también se puede pagar con el móvil. Y a partir de ahí, una enorme piscina de palomitas, un castillo hinchable que tiene la forma de Artium, una réplica de Las señoritas de Avignon en las que el visitante puede poner su cara en dos de las figuras para sacarse una foto, diez sacos de boxeo modificados por creadores como Anabel Quincoces o Javier Hernández Landazabal que se pueden golpear, una sala donde hacer ejercicio mientras se ven obras de Miró o Saura dependiendo de si uno está más animado o menos... "Todo está preparado para que la gente participe, pero ya veremos", apunta Larrimbe. Público que no puede perderse, no por lo menos en la obra que usa más de 800 postales de Vitoria para crear la típica frase de los planos: "Usted está aquí". Es más, puede no visitarse la exposición pero sí verla. Sólo tiene que subirse a la caravana del artista, acomodarse y ver los vídeos sobre la misma.

La participación de varios artistas locales han sido imprescindible para un trabajo en el que el autor también ha querido lanzar una mirada hacia lo próximo, hacia ese contexto más cercano.

Cualquier cosa es posible Una persona llegó un día a Artium, pagó su entrada, fue directo a una obra de arte, dejó encima su entrada y se fue. No es una invención, es uno de los registros que se encuentran en el libro de incidencias del museo. Y como éste, cientos. Miles.

Ese diario es lo que Marzo utiliza para construir este No tocar, por favor junto a los artistas Guillermo Trujillano, Joan Fontcuberta, Mireia c. Saladrigues, Andrés Hispano, Félix Pérez-Hita, Oier Gil, Sandra Amutxastegi, Pau Figueres y Arturo Fito Rodríguez. Como en el caso anterior, la idea es aprovechar algunos de estos sucesos para ampliarlos hasta el exceso y a partir de ahí crear diferentes piezas.

Por ejemplo, ese grupo de caracoles a los que se ofrece para comer las invitaciones que los museos invitan para acudir a sus inauguraciones. O las entrevistas realizadas a personas que han robado en estos espacios para que expliquen sus motivos. O... bueno, no hay más que ver cómo se inicia el recorrido de la muestra, con el libro de firmas que el centro alavés puso al servicio de sus invitados el día de su inauguración, una publicación abierta justo por el mensaje y la firma que dejó el entonces y hoy ministro Cristóbal Montoro. Sobran las explicaciones.

"En muchas ocasiones estamos tan ofuscados por los análisis formales del arte que nos hemos olvidado de la gente", apunta Marzo, perdiendo la perspectiva sobre los comportamientos humanos que se producen en los espacios en los que se muestra la creación artística. "No es nada habitual que una entidad como Artium abra su libro de incidencias, así que este trabajo ha sido toda una oportunidad", explica el comisario.

Así, la muestra rompe la distancia que casi siempre siente el espectador al encontrarse con una obra, un respeto que se convierte en perjudicial para ambos lados de la conversación que se debería establecer.