michael Radford presenta una trayectoria extraña, quebrada. La suya es una filmografía que provoca el desconcierto y que ahora culmina con La mula, un filme en el que está su mano pero del que ha desaparecido su firma. Radford es uno de esos británicos aguijoneado por lo español. Nacido en Nueva Deli, dirigió 1984, la obra de Orwell, el mismo año en el que el se debía cumplir la profética distopía del escritor británico que participó como miliciano en la Guerra Civil española. Años después, llevó al cine El cartero y Pablo Neruda, un filme asumido por la obsesión autoinmoladora de su protagonista, el actor italiano Massimo Troisi que, como se sabe, murió antes de terminar la película. En esta ocasión, La mula ha sido objeto de una larga disputa. De hecho, en los momentos finales del filme, en la escena culminante entre el mulero encarnado por Mario Casas y la citada mula, se hace ostensible que falta metraje y que pesa el desorden. Un cierto caos y una oscuridad alarmante, condiciones todas ellas que dan noticia de la batalla que británicos y españoles han tenido en torno a la historia de Juan Eslava Galán.

De modo que La mula aparece sostenida por los restos de un naufragio. No es la primera vez ni será la última. Y en esos casos, el ejercicio de la crítica busca descifrar qué pudo ser a la luz de lo que es. Ese lo que es, consiste en una reflexión amarga sobre la carne de cañón de todas las guerras. La mula no entra en cuestiones ideológicas ni sutilezas políticas por más que éstas resuenen. El tema principal, acompasado por los disparos del frente y la miseria de un país cainita, abunda en la imposibilidad de desclasarse y en los lazos de la ambición. Comparada con La vaquilla, por compartir contexto histórico y utilizar un animal como metáfora y pretexto, se suele concluir alabando el hacer de Berlanga frente al rehacer de esta firma anónima. Se olvida que La vaquilla había sido escrita en los años 50 y que se tuvo que esperar a la muerte de Franco para hacerla. Pero entonces, ya tarde, se rebajó la crueldad de las trincheras y se cambió el duelo por la comedia. Un regalo para el inventor del landismo. En este caso, Casas, la antítesis del antimito erótico de Landa, es quien (se) hace el regalo de reivindicarse como actor en una película resquebrajada.

Dirección: Anónimo Guión: Juan Eslava Galán, según su novela homónima Intérpretes: Mario Casas, María Valverde, Secun de la Rosa, Chiqui Maya, Mingo Ruano, Ignacio Mateos y Tavi García Nacionalidad: España, Reino Unido. 2012 Duración: 94 minutos