EN el negocio de la comunicación, la voz es especialmente apreciada cuando tiene toque personal y singular que le hace distinguirse en la jungla de sonidos que transmiten mensajes de variopinto pelaje en la contemporaneidad. El pasado fin de semana nos ha abandonado una de las voces de más personal matiz que hacía de su chorro sonoro elemento clave en la configuración de un profesional de la comunicación. El castellano manchego, criado en Catalunya, Constantino Romero era referente de calidad y excelencia de todos los que manejan la voz como instrumento básico de comunicación. La potencia de su chorro sonoro, los matices graves de un decir aterciopelado, la empatía natural de su estilo que provocaba inmediata conexión entre receptor y emisor ha pasado a mejor vida y recordaremos con emoción su voz persuasiva y cercana. Desde la creación de una cuña radiofónica de publicidad hasta la presentación dinámica de un programa televisivo, pasando por los registros de un doblaje intenso de Clint Eastwood, Constantino Romero ha lidiado con eficacia y generosidad numerosos encargos y producciones en su dilatada vida profesional. Una figura hecha y derecha en medios audiovisuales y cinematográficos a lo largo de cuatro décadas. El dominio de la voz y sus registros era principio operativo de un trabajo que tenía mucho de técnica, pero también de creación personal e intransferible en los matices e inflexiones de un instrumento privilegiado como es la voz. Se ha ido Romero pero no su escuela, producciones, ejercicios de buen decir y excelente comunicar. El sonido de su voz ya desaparecida seguirá viva en el recuerdo, en los almacenes digitales sonorosos y en la historia viva de la comunicación oral. Imagen física de bonhomía que se completaba con sinceridad comunicativa. Descanse en paz.