PARÍS. Los vestidos de corte extremadamente largo, las mangas evasé y el terciopelo rigurosamente negro que marcaron la edad de oro de la moda francesa son las estrellas de la exposición, que presenta el Crédit Municipal de París, y que ilustran la creatividad de la alta costura de aquel año por medio del registro de modelos para evitar las copias.
"En Francia empezamos a sufrir las secuelas del crac de 1929 a partir de 1931 y nuestra moda advirtió rápidamente la necesidad de volver a lo esencial y abandonar el lujo y la pedrería propios de los felices años veinte", explica la comisaria de la muestra, Sylvie Lécallie.
"1931. Face-Dos-Profil" (1931. Frente-Espalda-Perfil), que podrá contemplarse hasta el próximo 6 de julio, reúne los documentos patentados por los propios talleres de alta costura para preservar sus creaciones de las posibles copias.
El resultado son las fotografías, dibujos, bocetos y piezas inéditas que se exhiben en París y que forman parte de un fondo de más de tres millones de patentes conservadas en los Archivos de la ciudad.
Pese a la gravedad del momento y la austeridad precisada, sólo en el año 1931 firmas como Lanvin, Hermès, Jean Patou o Madeleine Vionnet, entre otras, registraron más de 10.000 documentos.
La mujer de los años treinta está representada en todos ellos, vestida de elegancia, discreción y ligereza e inspirando ya la "vestimenta más clásica y distinguida de nuestros días", comentó a Efe Lécallie.
Los registros de modelos testimonian, también, una indumentaria de noche romántica, en raso, encaje o incluso en muselinas transparentes que recordarán al estilo del siglo XIX y que coincidirán con el retorno del vals a los salones de baile de la capital.
Sin embargo, el vestido largo de tubo será el gran protagonista que, en este período, rechazará las incrustaciones geométricas sofisticadas y prescindirá de las perlas y bordados, propios de la moda precedente.
La mayoría de los trajes de cóctel dibujarán un amplio escote dorsal, al tiempo que las casas de alta costura jugarán entre el mate y el brillo de una infinidad de tejidos para realzar la espalda femenina.
La moda del pijama de playa aparecerá a finales de los años 20 en el Lido de Venecia, como conjunto de veraneo en la costa italiana o francesa.
No obstante, en 1931 ya se habrá convertido en elemento indispensable del armario de toda mujer activa y moderna. Compuesto por dos piezas, una blusa o suéter acompañado de un pantalón largo de seda o algodón, es fácil de llevar y sienta bien tanto a mujeres anchas como delgadas.
Algunas industrias textiles como Bianchini Férier, Coudurier, Descree o Véron & Lajoinir imaginarán crepes y muselinas de seda con impresos de lo más inesperados: precisamente los motivos florales, los puntos y las líneas jugarán con las ilusiones ópticas del espectador y también del portador.
La revista "Vogue" describe los accesorios como "el último detalle que remata el conjunto de la silueta", y así serán entendidos durante esta fructífera etapa.
Los sombreros, más pequeños, perderán el aspecto abombado para tomar un aire más escultural, los guantes se ensancharán y se estirarán hasta la mitad del brazo para las veladas nocturnas, mientras que los tacones de los zapatos experimentarán una elevación hasta el momento desconocida.
Finalmente respecto a los bolsos, la tendencia de la que son testimonios los documentos exhibidos en la exposición parisina la marcarán los cierres metálicos y ornamentados.