DONOSTIA. La muestra "Balenciaga y la alta costura en Barcelona. Proximidades y distancias" ahonda en las analogías entre los representantes de la "edad de oro" de la pasarela en Barcelona y "el rey" de la costura, en palabras de comisario de la exposición, Josep Casamartina, historiador, crítico de arte y director de la colección textil Antoni de Montpalau.

Fue precisamente el trabajo de Casamartina en esta institución dedicada a la recopilación y difusión de tejidos el que le inspiró para organizar una exposición dedicada a "contextualizar" el trabajo de Balenciaga, en el que "todo" era "cerrado y exclusivo".

De hecho, ha explicado Casamartina en la presentación de la muestra, Balenciaga se relacionaba poco con sus coetáneos e incluso con sus clientas, a muchas de las cuales ni siquiera llegó a ver, pero mantuvo una estrecha amistad desde 1934 con Pedro Rodríguez, a quien respetaba.

Mediante un extenso trabajo de campo, Casamartin ha "rastreado" la huella de Balenciaga en Barcelona, donde tuvo un taller entre 1935 y 1968 en un palacete de la calle Santa Teresa, y en firmas como Asunción Bastida, Santa Eulalia o el Dique Flotante.

En este sentido, ha reconocido las dificultades que ha supuesto la búsqueda de trabajos de Balenciaga, porque muchas de sus clientas "donaban los trajes al servicio o a la parroquia".

Finalmente tras hablar con clientas nonagenarias, modistas del taller o incluso modelos como Lolita Laporta, que desfiló para Balenciaga desde los años cuarenta, Casamartina ha conseguido seis modelos del modisto de Getaria, a los que se han unido otros tantos de los fondos del Museo y 36 de sus compañeros de profesión catalanes.

En total son 78 piezas a las que se suma -y ésta supone una novedad en las exposiciones del Museo, ha explicado el director de la Fundación Balenciaga, Javier González Durena- 50 bocetos, 30 bordados y otros materiales como ejemplares de la revista de moda de los años treinta "Tricornio".

Además se ha instalado una nueva "museografía" al eliminar dos vitrinas que han configurado a la muestra "más flexibilidad" a la hora de conocer el entorno amplio de influencias de Balenciaga.

El primer espacio de la muestra, que ocupa la planta superior del museo, se centra en las décadas de 1930 y 1940, al inicio de su implantación en la capital catalana (1934) y cuando arrancó su amistad con Pedro Rodríguez.

Una segunda sala aborda la década de los cincuenta, la de la consolidación de la Cooperativa de la Alta Costura, entidad liderada por Pertegaz y Rodríguez, a la que Balenciaga "nunca perteneció porque era ya muy reconocido y no le hacía falta", ha explicado Casamartina.

La tercera sala está centrada en los años sesenta y setenta y en ella se refleja la influencia del maestro de Getaria en modistos como el donostiarra Miguel Elola, uno de cuyos modelos cierra la exposición junto con un abrigo del catalán Josep Font que rezuma el "espíritu de Balenciaga".

En el recorrido los visitantes tienen la posibilidad de contemplar, entre otras curiosidades, las reminiscencias de Givenchy en un traje de noche confeccionado por Carmen Mir que recuerda al que llevó Audrey Hepbrun en la película "Sabrina", o las túnicas que diseñaron para el Orfeón Donostiarra y el Orfeón Catalá, Balenciaga y Pertegaz, respectivamente.

No falta una vitrina con sombreros de Elena Katona y Pilar Gabasa, entre otros, así como muestras de bordados de la casa Luguel, que trabajó también para Petergaz y elaboró la decoración del vestido de novia de la princesa Letizia.