Bilbao. El Museo Guggenheim de Bilbao exhibe desde ayer la rebeldía y creatividad de los artistas durante las penurias de la ocupación nazi de París, simbolizadas en la cabeza de toro de Picasso creada con dos piezas de bicicleta: un sillín para la cara y un manillar para los cuernos.
Picasso fue el símbolo artístico de la resistencia ante la ocupación de Francia, de los autores que hicieron "la guerra a la guerra", rebelándose frente a la estética oficial de atletas y esculturas clásicas. Kandinsky, Klee, Giacometti, Dalí, Matisse, Miró o Calder son algunos de estos artistas de ese período cuyas obras se pueden contemplar en Bilbao, creadores de una nueva estética frente a las consignas imperantes.
Para poner en contexto la situación del París ocupado, la muestra se inicia con una sala con fotografías de redadas de judíos o esculturas del regusto clásico dominante, como un atleta de bronce de Paul Belmondo. Pronto llega el mayor impacto visual de la exposición: un techo de sacos de carbón cubre al visitante en la sala del surrealismo. El efecto es el de estar tapado por una enorme trinchera, una puesta en escena que recrea la escenografía ideada por Marcel Duchamp para la exposición surrealista de 1938. En un ambiente oscuro y tenebroso, de atmósfera de pesadilla, se pueden contemplar óleos de Dalí, Tanguy o Magritte.
Pronto se llega a la sala dedicada a Picasso; aparte de la escultura de la cabeza de toro y otra de un hombre con un cordero -de tamaño natural-, lo más destacado son los inconfundibles retratos de mujeres, como Mujer sentada en un sillón o el Retrato de María Thérèse Walter acodada.
Al lado están las obras de la galería de Jeanne Bucher, la descubridora de Kandisnky y una de las pocas que resistió en aquel París, exhibiendo a artistas que para los nazis eran degenerados. Cuatro óleos de Kandinsky presiden la sala, acompañados por obras de Klee o Henri Laurens.
Entre las esculturas, las más numerosas son las estilizadas formas de Giacometti, en especial su Nariz realizada en 1947, con su forma de apéndice nasal, pero también inequívocamente de pistola. Aterradora es la escultura Mantis de Germaine Richier, precursor del cinematográfico Alien. Inquietantes, por lo que significan, son también las obras de autores recluidos en campos de internamiento, como Max Ernst o el tinerfeño Oscar Domínguez. Algunos acabaron asesinados a los 26 años como Charlotte Salomon. Son cuadros pequeños, para aprovechar el poco material del que disponían, o artesanías, como un ajedrez de Stroppolo, los vestigios del horror.
Pero también hay alegría en la muestra, como las obras de los llamados Jóvenes pintores de tradición francesa, como Bazaine, Fougeron o Lapicque, autores que pretendieron "resistir" simbólicamente por medio de obras de colores vivos, que bebían de los modernos Picasso y Matisse en contra de la estética nazi. Precisamente de Matisse se pueden contemplar unos poco habituales tapices y lienzos de lino. En total son 500 obras que con el título oficial de L'Art en guerre. Francia, 1938-1947: de Picasso a Dubuffet, y el patrocinio de la Fundación BBVA se pueden contemplar en el Guggenheim de Bilbao hasta el 8 de septiembre de 2013. Está realizada en colaboración con el Museo de Arte Moderno de París, donde ya se expuso, aunque en Bilbao se ha completado con obras como los cuatro óleos de Kandinsky procedentes del Guggenheim de Nueva York. Como dijeron ayer las comisarias, Jacqueline Munck y Laurence Bertrand Dorléac, en medio del horror de la guerra, "es una exposición optimista, porque muestra cómo salir adelante".