barcelona. Cuando supo que sería abuela, la escritora Carme Riera empezó a darle vueltas a la posibilidad de mirar con ojos de niña sus primeros años de vida en Palma de Mallorca para podérselos contar a su nieta, un relato que ahora presenta con el título de Tiempo de inocencia.

Publicado por Alfaguara y Edicions 62, la autora mallorquina recrea en el libro el universo de su infancia con elementos hoy ya desaparecidos -en su ciudad todavía vio rebaños de ovejas-, al tiempo que construye un retrato panorámico de su familia y su entorno durante los años cincuenta del siglo XX.

Riera, metida de lleno en la redacción de su discurso para acceder a la Real Academia de la Lengua Española, comentó ayer que desde la sinceridad más absoluta ha explicado sus primeros años de vida en una gran casa del centro de Palma, junto a sus abuelos, padres, hermanos y una tía soltera, llamada Celestina. Advirtió que no ha escrito una novela, sino una serie de estampas, que pueden funcionar como piezas sueltas, en las que, sin juzgar a la niña que fue, relata algunas de sus peripecias. "No lo he explicado todo, pero todo lo que aparece es verdad", subrayó. Como indicaron sus editoras Pilar Beltran y Pilar Reyes, con esta obra vuelve la Carme Riera "más literaria", tras sus incursiones en la sátira política y en la novela negra.

crónica del franquismo La futura académica reconoció que ofrece al lector una "visión personal de su infancia", que pueden leer tanto personas de su generación, que se sentirán identificados con la descripción de la escuela española de los años cincuenta, como los más jóvenes. A su juicio, se trata de que las personas que ahora son mayores -ella tiene 65 años- miren hacia atrás y hacia adentro "y muestren el pasado, que tiene interés para la gente que vive el presente, en un mundo muy acelerado". Así, entiende que su obra puede leerse como una crónica del franquismo, una época en la que primaba la "severidad y la obediencia y los niños debían estar callados".

El lector podrá conocer a una pequeña que se movía por una enorme casa, en la que hacía mucho frío, con una abuela omnipresente, un abuelo gimnasta, que vivía solo en el piso superior, y una madre tirando a ausente. Se trata de una familia particular, pero, "¿qué familia no lo es?", se pregunta la escritora. Además, agrega, ahora agradece haber tenido una familia un poco extraña, porque "dio pie a que yo fuera la niña con la imaginación que fui".