pamplona. Haciendo un símil con las plantas de interior, ¿qué nos falta hoy en día a los seres humanos: iluminación, riego o una base sólida sobre la que crecer en equilibrio?

(Ríe) Muy posiblemente, y pensando que las plantas requieren todas estas cosas, sean las tres cosas las que nos faltan. Las plantas de interior en este libro representan algo que a mí me interesa mucho, que es la presencia de la vida allí donde la vida no es bienvenida. Considerando que en el interior de las casas no existen las condiciones para que la vida surja, el hecho de que tengamos plantas en las casas es algo muy sugerente, al tiempo que permite preguntarnos qué tipo de relaciones tenemos con esas vidas. Por otra parte, Voltaire recomendaba al final del Cándido que cultivásemos nuestro jardín en épocas difíciles. La vida interior de las plantas de interior es mi forma de cultivar mi jardín y el de algunos lectores en estos tiempos.

¿Ha escrito este libro para lanzarnos un salvavidas, o lo ha escrito porque necesitaba hacerlo?

Me gustaría creer que el libro puede constituir una contribución para el lector; creerlo, sin embargo, supondría pensar que la literatura tiene una función que tal vez no tenga. La literatura desde luego no puede cambiar nada, pero puede producir situaciones que contribuyan eventualmente a un cambio. Y esa es la apuesta que uno realiza. Le toca al lector determinar si la apuesta es acertada o no, y si los resultados están coronados por el éxito o son fallidos, pero el hecho es que uno procura siempre que los textos ofrezcan el mismo consuelo y la misma redención en tiempos difíciles que nos dieron aquellos libros que amamos y que fueron importantes para nosotros.

Hay obras y personajes literarios que contienen mucha más verdad que muchas personas y situaciones reales. ¿Frente a qué personajes u obras sintió eso por primera vez?

Algunos de los primeros personajes que más me interesaron inicialmente fueron Phileas Fogg y Passepartout, los protagonistas de La vuelta al mundo en 80 días, y esto debido a que allí y entonces, esto es en Argentina durante la dictadura, su viaje por el mundo constituía la promesa de que había un mundo allí afuera, con sus riesgos y con sus peligros pero también con la promesa de una aventura, con la promesa de un amor, que es finalmente lo único que Phileas Fogg saca de utilidad de su viaje. Ambos personajes fueron en ese momento muy importantes para mí. Me hicieron pensar que la literatura servía para lo que yo creo que en buena medida sirve, que es para aumentar el repertorio de posibilidades.

Ha dicho en alguna ocasión que la literatura es su "religión laica". Todos necesitamos una religión, laica o no, para desarrollarnos plenamente...

Creo que sí. En los relatos del libro, la mayor parte de los personajes se encuentran ante el hecho de que no pueden dejar atrás el pasado y que ese pasado pesa sobre ellos de tal forma que parece perentoria la búsqueda de una cierta salvación, y que esa salvación puede estar en muchos sitios: hay quienes la encuentran en las prácticas sexuales, quienes la encuentran en una especie de pequeña epifanía privada, hay una mujer que la encuentra en una vida imaginaria que construye en torno a una cartera abandonada... Y también personajes que la encuentran en la religión; no en una religión institucionalizada, desde luego, si acaso una religión más compleja y personal.

Muchas veces en nuestro día a día hacemos literatura sin darnos cuenta, sin proponérnoslo, como lo hace la mujer de su relato que inventa una vida a partir de una cartera olvidada.

Sí, ella al igual que otros personajes del libro crea una situación, y esa situación es muy narrativa. Pero en sustancia es parte de un tráfico de historias del que todos participamos. Todo el tiempo estamos contándonos historias, y estas parecen tener un papel mucho más importante que el de constituir un mero entretenimiento. Para algunos de nosotros son un modo de poner orden en un mundo que carece de él.

Estamos todo el tiempo contándonos historias, ¿pero últimamente no cree que carecemos de imaginación? No hacemos más que repetir lo que dicen los medios e Internet...

Bueno, en el caso español fuisteis muy imaginativos cuando os contasteis y creísteis la historia de que este era un país rico en el cual todos tenían derecho a tener su vivienda propia... esta es una historia particularmente imaginativa, porque no existía ningún indicio real o material que hiciese pensar que el bienestar del que los españoles disfrutaban tenía algún tipo de base real. Dicho esto, que puede parecer un poco duro, pero que no es mucho más que lo que pienso acerca del tema, me parece que quizá sea el momento de contarnos historias no de espaldas a la realidad, sino de tal forma que los elementos reales que conformen la historia nos lleven a encontrar nuevas respuestas a las mismas viejas preguntas de siempre. Quizá el desafío en este momento histórico consista en pensar alternativas, en atrevernos a imaginar mundos posibles. Habida cuenta de que no nos gusta este mundo, lo cual es una buena noticia ya que durante décadas muchas personas en España creían que vivían en el mejor de los mundos posibles, quizá tengamos que comenzar a pensar en los mundos posibles mejores que este. Y esa es la tarea de la ficción, la tarea de la literatura.

Da la impresión de que no se puede escribir estos relatos si se siente en ese momento la soledad que sufren los personajes... Hay que estar muy lúcido y en equilibrio para mirar tan bien.

Es posible. Para mí fue muy singular encontrarme con que los relatos hablaban de esto. Pero sí es cierto que los cuentos fueron escritos entre 2007 y 2012, y es un periodo en el cual no he estado particularmente solo. Si acaso es el periodo en que menos solo me he sentido. A veces los escritores funcionamos como antenas que estamos captando unas ondas invisibles que sin embargo flotan en el aire y que tienen que ver con el espíritu de la época. Quizá esa soledad de los personajes tenga que ver con un cierto espíritu de la época.

En 'La vida interior de las plantas de interior', el oficio de escritor parece más arduo e insatisfactorio de lo que habitualmente nos lo pintan...

Es que lo es, me temo. Los escritores debemos a los cineastas, sobre todo, una visión idealizada de nuestro trabajo. En muchas películas ves al escritor como un maldito torturado pero a su vez genial y en conexión con la musa. Pero el hecho es que la vida de escritor no es muy diferente de la vida de quienquiera que tenga un trabajo o practique una disciplina artística. La mayor parte de mis colegas en realidad escriben para ser escritores, esto es, para obtener la resonancia y la atención públicas. Para mí, sin embargo, todas esas cosas son la parte menos atractiva de un trabajo cuya única justificación es la enorme libertad que tienes cuando en absoluta soledad, rodeado de los hábitos y rituales cotidianos que tenemos todos los escritores y que son un poco inconfesables, creas algo de la nada periódicamente.

¿Son confesables sus rituales de escritor?

Sí, son un poco triviales y no son nada inconfesables. Bebo mucho té, y... (piensa) honestamente, a excepción de esto no recuerdo ningún tipo de ritual que practique. Me temo que me cuesta mucho escribir fuera de mi casa, en particular ficción. Lo que me hace pensar que la ficción constituye parte de la vida cotidiana, y además una especie de refugio para mí. Y por otra parte, y esto sí es más específico, cuando escribo procuro no saber demasiado de lo que estoy escribiendo. Escribir la historia es la forma que tengo de descubrir cómo termina esa historia. Casi siempre hay un componente de riesgo y de juego, de sorpresa. Hasta el punto de que si no se produce esa sorpresa, si no hay ningún descubrimiento en medio, tiendo a creer, y esta sí es una manía, que el relato no funciona. Y tiendo a descartarlo.