Vitoria. Luis Piedrahita es muchas cosas y se mueve en distintos escenarios. Ha escrito siete libros, es guionista, monologuista, mago, está en El hormiguero y también en la radio. Dice que su monólogo es para troncharse de risa y pasar un rato agradable jugando con las palabras mutantes.

'El castellano es un idioma loable lo hable quien lo hable'. Explíqueme este juego de palabras.

Se demuestra que en ocasiones hay erratas que mejoran el texto y cuando digo castellano, digo cualquier lengua. El idioma es un elemento flexible, gomoso y blandito que me permite jugar con él, retorcerle el pescuezo y suele dar lugar a juegos de palabras, ingenio… En el libro y en el monólogo -llevan el mismo título-, lo que me gusta es jugar a hacer malabares con las palabras.

Cualquier juego de palabras implica conocer unas normas, ¿le gusta transgredirlas?

Me gusta transgredir cualquier norma que no tenga consecuencias funestas. Con el idioma me gusta hacerlo voluntariamente y queriendo, no por error o sin darme cuenta. No es lo mismo que transgredir el código de circulación.

Se define como un investigador médico del lenguaje. ¿Hay palabras enfermas?

Hay mutaciones, hay palabras que mutan y resultan muy divertidas. En textos aparentemente muy serios o muy farragosos de repente aparece una palabra que muta. Por ejemplo, en un texto muy serio como puede ser uno que dé las instrucciones para hacer un puré de patatas: "Eche agua, luego harina, remuévalo leche, eche patatas, mantequilla y al final dice añadir una cucharadita de sol".

¿Sol?

Sí, sol. Resulta que ahí la palabra sol es un error, la palabra sal ha mutado a sol; han cambiado una a por una o; y ese texto pasa de ser algo aburrido a ser casi poético. Es como si los rayitos de sol de la poesía se hubieran colado por unas fisuras en una fiesta a la que no estaban invitados y ha quedado muy bonito; creo que es más bonito añadir una cucharadita de sol que de sal que no te motiva nada. Esas son las palabras enfermas y mutantes. Solamente cambiando una i por una o, algo pasa de estar bien escrito a estar mal escroto.

¿Ha encontrado muchas?

Sí, y muchas me las invento para utilizarlas en el show y jugamos a buscar con ellas palabras huérfanas de significados.

¿Una lección de semántica?

No, ¡por Dios! Las palabras son el instrumento de cualquier monologuista, pero que nadie se espere en mi show una lección de semántica, ni de lingüística, ni de nada. Los que vengan tienen que hacerlo para troncharse de la risa.

¿Qué opinaría la RAE de sus juegos de palabras y mutaciones?

Creo que le gustaría, siempre ha habido un humorista en las filas de la RAE, hasta hace nada estaba Antonio Mingote; siempre ha habido y hay gente divertida. Al sentido del humor siempre le hace falta un poco de inteligencia.

La Real Academia es rígida y tarda en aceptar el lenguaje de la calle.

No, tiene la manga ancha, y creo que es un organismo abierto. Fíjate, resulta divertido que hayan aceptado la palabra twittear o calzonazos. Cada vez que hay modificaciones la gente se revoluciona porque la RAE acepta palabras de la calle.

Supongo que usted era de los que sacaba sobresaliente en Lengua.

No te creas, suspendía Lenguaje. Es muy curiosa mi trayectoria, suspendía Matemáticas y acabé haciendo una película sobre las matemáticas; suspendía Lenguaje y llevo escritos siete libros y en la universidad suspendía Radio; estuve cinco años haciendo un programa de radio y ahora mismo estoy haciendo dos programas de radio a la vez, uno La ventana con Carles Francino y otro con Dani Mateo en Los 40 Principales. Solo me he dedicado a lo que suspendí, me hubiera gustado haber suspendido más asignaturas, así a lo mejor podría haber hecho más cosas.

Televisión no suspendió, ¿no?

No la tenía como asignatura. ¿Sabes una cosa? Suspendí todas esas asignaturas porque le dedicaba mucho tiempo a la magia.

Escribe, trabaja en la radio, en la televisión, hace magia, monólogos… ¿Qué es usted?

Un tío afortunado porque me he podido dedicar a hacer todas esas cosas que me gustan.