Vitoria. Ninguno de ellos es un desconocido para las tablas gasteiztarras, ni los intérpretes, ni el director, ni el dramaturgo ruso que inspira esta nueva mirada realizada por Daniel Veronese a la obra de Antón Chéjov. Todos ellos, reunidos desde hace ya unos cuantos meses, regresan hoy a la capital alavesa para adueñarse del escenario del Principal para representar, a partir de las 20.30 horas, Los hijos se han dormido, una cita para la que, aunque no demasiadas, todavía quedan entradas a la venta por entre 18, 12 y 9 euros.
No es por casualidad que a estas alturas Veronese sea una de esas firmas esenciales en la escena estatal, una posición que el director de Buenos Aires ha ido cimentando a cada montaje, también con las visitas que ha realizado al creador ruso. En este caso es La gaviota el texto que le sirve para cerrar una trilogía compuesta en los últimos años en torno a Chéjov, una obra que cambia de título y se transforma un tanto, aunque manteniendo las esencias de fondo.
Lo hace, además, acompañado por un reparto bien conocido por cualquier habitual no ya del teatro sino también del cine y la televisión: Malena Alterio, Diego Martín, Miguel Rellán, Pablo Rivero, Marina Salas, Malena Gutiérrez, Aníbal Soto, Alfonso Lara, Susi Sánchez y Gines García Millán.
Todo ellos forman una gran familia escénica que ya ha desnudado sus interioridades sentimentales en diferentes ciudades del Estado para llegar ahora a Gasteiz con un espectáculo que, como el texto en el que se basa, habla, al fin y al cabo, de la vida y el ser humano.
Una puerta abierta a reflexionar, a mirarse en el espejo a través de un montaje que tiene al teatro en particular, y el arte en general, como punto de partida, como escenografía para enfrentar lo que en origen eran cuatro personajes y ahora son diez a sus necesidades vitales.
"Sólo el plácido acostumbramiento de lo cotidiano, lo banal, lo mínimo, parecen poder echar un velo sobre lo que bulle en profundidad, sobre la confusión y el desorden, el aislamiento y la incomprensión. Sabiduría, educación, humanidad y capacidad de sacrificio son valores casi inexistentes, negados a este grupo actoral campestre de idiosincrasia muy peculiar. Parecen sentir y decidir: es mejor desentenderse y no interferir en el curso de la historia, consumiéndose, destruyéndose… Una pregunta flota en la obra: ¿se podría intentar evitar ese despojo espiritual y permitir que fluya libremente el alma? Yo todavía tiendo a pensar en la función benéfica y sanitaria -¿por qué no?- de la creación y en la actitud del hombre en esa creación. Obviamente una presentación del problema sin su correspondiente solución", ha escrito el propio Veronese, cuyo sello en la escena se puede rastrear a cada momento.
Cualquier detalle o gesto es importante en una pieza en la que los personajes y los diálogos se van superponiendo, donde no hay géneros porque la vida es drama, tragedia y comedia al mismo tiempo, confundiéndose en no pocas ocasiones. Por eso, y con sentimientos como el amor y el rechazo acompañando la acción, Los hijos se han dormido profundiza, como La gaviota, en aquello que, por lo general, cualquiera intenta ocultar de sí mismo para que los otros no lo descubran.
De por sí, la creación de Chéjov es un clásico contemporáneo, una obra que con el tiempo ha mantenido las características que la convirtieron en universal, por mucho que, en realidad, cuando se estrenó fuera un pequeño fracaso. De la mano del director argentino, toma ahora un nuevo aire, igual que hizo con Tres hermanas (El hombre que se ahoga) y Tío Vania (Espía a una mujer que se mata).
Puede que sea imposible ser feliz o que uno mismo se ponga trampas en ese camino sin saber muy bien la razón. Esa senda vital es la que conduce a los intérpretes y por la que anda también el público en una representación donde las pasiones, los desengaños, los encuentros y los sentimientos reflejan a un ser humano que, tal vez, ha sido incapaz de evolucionar en este campo por mucho que pasen los siglos.
De éstas y otras cuestiones versa la tercera oferta teatral de la temporada invierno-primavera de la capital alavesa, una propuesta coral, con caras muy conocidas, pero no por los intérpretes que dan vida a los personajes, sino porque estos ponen forma y fondo al interior de cualquiera.