Cada día que pasa es como un náufrago que lucha con todas sus fuerzas por mantener la cabeza fuera del agua. Pero sus impulsos no tienen muchos resultados. Lo intenta porque ha decidido no rendirse, porque sabe que es fundamental para conocer el pasado, comprender el presente y dibujar el futuro, porque entiende que la libertad, el espíritu crítico y el conocimiento dependen de ella. Los ataques, eso sí, son constantes en un mar donde ya no tiene nada a lo que agarrarse y mientras la sociedad a la que pertenece ha pasado, en esta crisis, de mirarla con indiferencia a hacerlo con desprecio. La cultura se ahoga.

El sector alavés cierra un 2012 nefasto que viene a sumarse a lo sucedido desde 2008, mientras mira a un 2013 que sabe desde el principio que va a ser peor sí o sí. Y no es un problema de falta de recursos económicos. O no principalmente. Lo público ha decidido desentenderse de todo aquello que no sea un consumo fácil, rápido, masivo y sin consecuencias puesto que es mejor que los que acudan a la cultura bajo este modelo se entretengan pero no vayan más allá, no sea que empiecen a pensar. Las instituciones no tienen, ya sea buena o mala, una política cultural. Lo privado y lo asociativo suficiente tienen con encontrar nuevas fórmulas para intentar sobrevivir con la esperanza de que en algún momento el ciclo cambie. Por el camino se pierden puestos de trabajo, riqueza económica, ideas, iniciativas...

El año que ahora termina deja malas noticias en todas las disciplinas. Las más mediáticas hablan del ERE en Artium, del abandono de Montehermoso (despidos incluidos) para dejarlo como edificio de alquiler, de la nada en Krea, de la desaparición de Periscopio, del cierre de las salas de exposición de la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa y Archivo del Territorio Histórico, de la migración obligada de citas como el Mendi Film Festival o el Big Band Festival, de la no continuidad de certámenes como Begibistan... Aunque tras los titulares, la realidad es aún peor.

Los recortes en los presupuestos públicos y privados están a la orden del día. Le ha pasado al programa de teatro escolar en Gasteiz, que ha estado a punto de desaparecer y que al final se ha podido hacer pero dejando fuera a unos 6.000 alumnos. O al Festival de Teatro de Humor de Araia. O a Titereando, que este año ha pasado de ser una programación estival a celebrarse en un fin de semana, pidiendo al público que asistió a las representaciones en la calle una colaboración monetaria voluntaria. O a la Vitoria Film Office, un organismo público que no tiene presupuesto oficial y cuya actividad es posible porque va rascando de otros sitios. O a las bertso eskolas, que también estuvieron cerca de echar la persiana por la no renovación de un convenio. O a la Banda Municipal de Música de Vitoria. O a los museos forales, que no han podido comprar nada para sus fondos, una orden que se ha renovado. O al Curso Internacional de Música. O a la desaparición de la galería IkusiArte. O a...

A ese panorama se han añadido detalles tal vez más superficiales pero que son fiel reflejo de lo que acontece. El Iradier Arena sigue gastando dinero buscando una solución a su acústica. El Servicio Foral de Restauración se ha quedado sin celebrar su 25 años. La Catedral Santa María ha tenido que aplazar sine die su apertura al culto. Las temporadas de invierno y primavera de la Red Municipal de Teatros se han unificado en una perdiendo presupuesto y espectáculos. Se ha empezado a cobrar en la red de museos de la Diputación. Y más ejemplos que se podrían poner, sin contar medidas llegadas desde fuera como el IVA cultural.

La mirada hacia adelante tampoco ofrece ninguna luz al final del túnel. Las cuentas públicas ya conocidas (habrá que ver qué sucede con las del nuevo Gobierno Vasco) suponen más tijera. Y los sectores privado y asociativo cada vez tienen menos capacidad para afrontar una paradoja y es que ganas de hacer no faltan. Más bien al contrario. Zuloa, por poner un ejemplo, no da más de sí ante la cantidad de solicitudes que recibe para exponer en su espacio. No es el único caso.

Y es que entre tanta sombra han nacido propuestas como BakeaSormena o el maratón de momentos de Sleepwalk Collective o el ciclo de música de cámara del Conservatorio Jesús Guridi o el circuito Auzo Eszena... Y es que iniciativa hay y ganas también, aunque ya hayan sido algunos los agentes culturales que han tomado la decisión de marcharse de Álava.

Claro que buenas noticias también ha habido, y a buen seguro las habrá el próximo año, como los 25 años que han cumplido Traspasos, el Conservatorio de Danza José Uruñuela o TMEO. O que la gasteiztarra Karmele Jaio, además de sus novedades literarias, haya visto cómo se ha rodado en su ciudad parte de la versión cinematográfica de su libro Amaren eskuak. O, por supuesto, el Nacional de las Artes Escénicas para Paraíso. Pueden parecer pocas victorias ante tanta derrota, pero hablan también de cuerpo que está vivo. Porque sola en el mar, la cultura sigue intentando salir a flote.

Ante la situación por la que atraviesa, el sector cultural alavés casi no ha mostrado de manera pública su disconformidad. Más allá de los carteles del Festival de Teatro de Humor de Araia o de la exposición Tetrapack, lo más reseñable fue la acción que el colectivo La Ardilla Ilustrada llevó a cabo en febrero, un funeral por la señora Culura. Foto: Alex Larretxi

Proyectos como BakeaSormena organizado por el grupo Porpol o la acción que durante 24 horas realizó en la plaza de la Virgen Blanca SleepWalk Collective con su maratón de momentos, ambos con la colaboración de DNA, han sido una demostración clara de que Álava cuenta con una iniciativa viva que, a pesar de todo, no está dispuesta a quedarse quieta. Foto: J. Chavarri

Sin duda, la mejor noticia para el sector cultural alavés en este 2012 ha sido la concesión a Paraíso del Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y Juventud. El galardón supone todo un espaldarazo al trabajo desarrollado durante tantos años por la compañía de Abetuxko, que en estos meses también ha aprovechado para abrir nuevas iniciativas como su KunArte. Eso sí, el grupo también ha sufrido los efectos de la crisis y de la posición de las administraciones públicas. Su programa de teatro escolar para la capital alavesa ha estado cerca de desaparecer, algo que al final no ha ocurrido, aunque se ha continuado con recortes. Foto: Alex Larretxi

Estos últimos doce meses han visto partir también a nombres de la cultura alavesa como el músico Tito Aldama, en cuyo homenaje se volvieron a juntar Hertzainak, y el poeta Mariano Iñigo. Foto: A.G./Aianai Kultur Elkartea

En estos meses han cumplido 25 años Traspasos, el Conservatorio de Danza José Uruñuela, el Servicio Foral de Restauración y la revista TMEO (en la imagen, celebrándolo en el Hor Dago!). Además, Artium ha celebrado sus diez años de andadura, aunque el final del cumpleaños se ha visto empañado por la bajada en sus cuentas y el ERE. Foto: Alex Larretxi

Después de mucho tiempo sin conciertos y tras dejar de ser la cancha del Baskonia, el Iradier Arena ha intentando este año ir asentando un cartel por el que han pasado Melendi, Marea (en la imagen) o Manolo García. Y su acústica ha aguantado por los pelos. Sin embargo, sigue siendo un problema a resolver, como demostró la actuación de Leo Harlem. Foto: Igor Cruchaga