Los más viejos del lugar recordarán románticas caravanas de circos ambulantes que de vez en cuando visitaban pueblos y plazas de una geografía del espectáculo anárquica y desenfadada. Llegaba la troupe del circo con ánimos renovados, nueva cartelería y remozada carpa circense donde se albergaban emoción, risa y fuerza. Titiriteros ambulantes recorrían los más recónditos espacios de pueblos en fiestas. De similar manera a estos peregrinos de la geografía festiva, los profesionales de la radio abandonan sus locutorios donde hacen la radio día a día y se ponen en tesitura viajera para hacer radio desde una casa de cultura, aula universitaria o plaza pública donde cara al público desnudan su imagen sonora transmitida de forma mágica amparando el anonimato y la recóndita magia de la voz que habla y construye una imagen imaginada y sentida. Como caravanas del aire, hombres y mujeres de las grandes cadenas se lanzan a la aventura de hacer radio que se vea y actúan frente a públicos asistentes como actores de una obra que permite pocas licenciadas al atar a los profesionales al eje del micrófono, sentados en mesa de trabajo y entrando y saliendo el personal entre el aplauso de la concurrencia que ve materializados a sus mitos de voz y sonido en personajes de carne y hueso que se dejan ver por la necesidad de un marketing exigente y dominador que impone nuevas formas de hacer la radio metida en el circo mediático del espectáculo y la novedad. Las figuras del star system están con las maletas preparadas para transmitir la conmemoración de un centenario, visitar bodegas y fogones o enseñar las tripas del gran magacine desde los jardines de Aranjuez o meandros del Ebro. La radio se ha hecho viajera y los programas son espectáculos en escenarios abiertos donde se desvelan misterios de ocultas voces desnudadas. La radio ha cambiado.