Pamplona. Cercas ha pasado esta semana por los Diálogos de medianoche de Civican en Pamplona para hablar de esta novela habitada por "tipos insólitos" que vivieron en los últimos años de los 70 y que, en su gran mayoría, se quedaron por el camino a causa de la violencia, la heroína o sus terribles consecuencias. Y no todos eran chavales de barriada, también los había de familias burguesas. Fue una época convulsa, difícil, mucho más que la vivimos hoy, a juicio del escritor catalán.
El libro arranca en la Gerona de finales de los 70, en la misma ciudad de su adolescencia, ¿por qué este vistazo a aquel tiempo?
Bueno, esta novela transcurre en Gerona, pero podía pasar en cualquier ciudad española o en cualquier ciudad en general. En aquel tiempo yo era un adolescente, como lo son los personajes de la novela, y era un momento en que comenzó casi todo. Yo nazco a la vida moral, intelectual, me hago persona. Además, los años 70 son interesantes porque entonces se produjo el nacimiento de una nación, del país; de ahí viene casi todo lo que somos.
Nuevamente, la historia de España presente en su trabajo.
Sí, pero hay que aclarar que este no es un libro sobre la Transición, sino más bien sobre qué éramos y en qué nos hemos convertido. Pero, es cierto, tengo que reconocer que mis libros son muy egoístas. Cuando algo me obsesiona o me intriga, intento convertir esas motivaciones en algo que pueda interesar a todo el mundo. En el fondo, la literatura es eso, convertir lo particular en universal.
Ya lo ha comentado, en los 70 parecía que estaba todo por hacer, a diferencia de hoy, donde parece que no sabemos hacia dónde ir.
Más que todo estaba por empezar, lo que dominaba aquel momento era una mezcla de incertidumbre y de temor. Estábamos estrenando la libertad, y, no hay que olvidarlo, a veces predominaba el entusiasmo y la esperanza, pero, en otras, era el temor. En mi libro anterior describí cómo en el año 80 sobre todo había desencanto, que de hecho fue lo que en parte llevó al golpe de Estado.
¿Hemos idealizado mucho aquella época?
Sí, y no hay que idealizarla. Es natural idealizar la juventud, pero en el fondo es idiota. Yo puedo sentir nostalgia de mi adolescencia, aunque no lo hago, porque es una edad muy cabrona, pero es que, además, no es verdad. Hay gente que califica mis novelas de históricas, y detesto esa etiqueta. Son novelas que hablan de la relación entre el presente y el pasado. Antes escribía solo sobre el presente, como si se bastara a sí mismo; y a partir de Soldados de Salamina descubrí que el pasado es una dimensión del presente. Como decía Faulkner, "el pasado no pasa nunca, siempre está aquí". Precisamente, uno de nuestros problemas es el absolutismo del presente en el que vivimos; por eso no entendemos lo que nos está pasando ahora. Los políticos, los periodistas... Todos vivimos así, y eso nos impide entender el presente y planear proyectos razonables de futuro. Es falso que ahora estamos en una situación peor que en 1978. Este país era cutre, tercermundista... Claro que los jóvenes de ahora no tienen horizontes, pero es que entonces era muchísimo peor.
Coincide que entonces, como ahora, se hablaba también de una generación perdida.
Así es, pero eso es un cliché. Porque una cosa es que los jóvenes se tengan que ir fuera o les resulte muy difícil encontrar empleo, y otra que simplemente mueran como moscas. Aquellos chavales carecían del más mínimo horizonte vital; ni siquiera iban a la escuela, y muchos decidieron agarrar una recortada y atracar bancos. Aquel país no se puede comparar con este, y si salimos de aquello, de esta podemos salir con muchísima más facilidad.
Como El Zarco, muchos se convirtieron en quinquis ante la falta de perspectivas; en delincuentes que, como El Vaquilla o El Torete, acabaron convirtiéndose en héroes populares.
Eran montones. Y fueron convertidos en mitos hasta extremos increíbles. Protagonizaron libros, películas... Para mucha gente eran como Robin Hood; robaban a los ricos para dárselo a los pobres. Y eso es totalmente falso, pero hay que preguntarse por qué se convirtieron en mitos.
¿Por qué?
Esa pregunta está en este libro. Un mito está hecho de mentiras y de verdades, y cuando sumas ambas, el resultado obviamente es una mentira. Pero esa mentira expresa cosas profundas de la sociedad que la crea. La mezcla de temor y fascinación que inspiraban estos chicos es la misma que sentía la gente sobre el futuro del país. Temor porque no sabíamos hacia dónde íbamos y fascinación porque también había muchas esperanzas. Yo mismo les veía de esa forma. Con miedo porque en realidad podían sacarte la navaja o soltarte una hostia en cualquier momento y fascinación porque aparentemente esa gente llevaba una vida mucho más libre que la mayoría, manejaban dinero, iban con chicas... Pero, aunque es bueno comparar aquel momento con este para entender lo que nos pasa, hay que tener claro que fue mucho peor.
¿Y por qué parece que hoy no somos capaces de tener esperanza; por qué estamos paralizados?
Manrique nunca dijo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Dijo "como a nuestro parescer, todo tiempo pasado fue mejor". Siempre nos parece mejor el pasado. Pero es mentira. No lo fue. Hubo un momento fugaz de entusiasmo, pero también de crisis y de miedo. Y es cierto que hoy vivimos un momento malo, muy malo, pero pongamos las cosas en perspectiva. En los 70, este era un país tercermundista que cambió una dictadura por una democracia sin matanzas, lo cual es increíble porque nuestro deporte nacional es la guerra civil o el golpe de Estado. Y gracias a eso se creó una democracia, imperfecta eso sí, en la que se han producido treinta y tantos años de libertad, justicia y prosperidad. Pero todo fue muy deprisa y nos creímos lo que no éramos: guapísimos, altísimos, que si el milagro español... Y no era para tanto. Ni entonces era para tanto ni ahora es para tan poco. Esto no es una crisis española, es una crisis europea, y no es una crisis económica, sino política.
Pues no se les ve a los políticos muy capaces de sacarnos de esta.
Bueno, ese es uno de los problemas que tenemos. En 1978 tampoco la gente creía en los políticos. En momentos malos yo también pienso que no están a la altura, pero solo es una sensación. Cuando Adolfo Suárez llegó al poder lo consideraron un mindundi, igual que a su gobierno, e hicieron algo que nadie esperaba. Hoy el país tiene muchos más recursos, estamos en Europa y nosotros somos mucho mejores intelectualmente, moralmente, económicamente, profesionalmente... Y si no salimos adelante, será por nuestra culpa. Si hay algún momento en que es una obligación moral ser optimista es este.
El libro recorre tres décadas y acaba justo cuando empieza la crisis.
Sí, aunque, en el fondo, es una historia de amor. Una larga y compleja historia de amor a tres bandas, con muchos enigmas que no se resuelven, con mucha ambigüedad.