lOS ciclos del consumo señalan de manera primordial el tiempo de Navidades como fechas oportunas para desatar el afán consumista que el sistema desarrolla con voraz persistencia para mayor gloria de los agentes publicitarios que desarrollan técnicas, modelos y estrategias a fin de que las cuentas resulten beneficiosas el tráfico comercial. Los tiempos decembrinos son propicios en el campo de la publicidad televisual para la aparición de unas serie de fastuosos mensajes que buscan colocar un perfume, un reloj, una prenda en el cuello, mano y cuerpo del desconocido consumidor que asiste extasiado a las evoluciones de bellas y esculturas mujeres, aguerridos muchachos vestidos de marinero o exóticos animales que pasados por el Photoshop anuncian perfumes y aromas que nos transportan a un mundo de ensueño y fantasía. Magníficos vestidos de prestigiosos diseñadores, apabullantes sortijas de marca, pulseras y relojes que resaltan con especial lujo en las pantallas navideñas llenas de color, luz y consumo. Y todo ello a pesar de la crisis o precisamente por la crisis; los reclamos publicitarios se llenan de glamour y fashion en un ejercicio de estética sublimada que nos convierte por unos segundos en príncipes de terciopelo y princesas de cristal. Son estos tiempos de Navidad momentos favorables para que creativos y diseñadores apunten sus cañones-reclamo por la borda de los televisores que en un ejercicio encadenado presentan una y otra vez, historias insinuantes de placer y sexo, viajes maravillosos a antípodas caribeñas, relatos de un modo de vestir y vivir, inalcanzables para el común de los mortales. Son las fechas de pescar en el río revuelto de las demandas consumidoras del momento y para ello están bien traídos estos mecanismo de motivación, estimulación y dominio del deseo comprador.
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