MADRID. Cuando la periodista Letizia Ortiz se convirtió en princesa, su joyero aumentó en la misma proporción que su estatus.
La consorte del heredero se inició en un mundo hasta ese momento casi desconocido para ella.Por un lado, porque empezó a utilizar tiaras, diademas, pulseras, pendientes y condecoraciones en sus tareas oficiales; por otro, porque el Príncipe le regalaba en cada fecha señalada piezas importantes que compraba en los establecimientos de los proveedores no oficiales, porque ya la Casa Real no tiene, como antaño, ese sistema de compromiso con ninguna firma comercial de lujo.
La crisis hizo su aparición y las compras de este tipo se convirtieron en un secreto de estado. Salvo en las recepciones de gala, donde sigue luciendo las piezas más espectaculares, en su vida privada y oficial la Princesa ha bajado su perfil. Es raro que se adorne con alhajas llamativas y mucho más que no sean de firma española. Ha sustituido el oro por la plata desde que conoció a Alejandra Yagüe, dueña de la marca Alexandra Plata, en un encuentro de mujeres empresarias en IFEMA.