Madrid. Con la serenidad y experiencia que dan los años, Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) centra su nueva novela, El tango de la Guardia Vieja, en el amor "de verdad", dice, entre un rufián "intuitivo y listo" y una mujer elegante e inteligente. Acompañan a la historia de amor, las dosis justas de aventura e intriga, propias de sus novelas.

"La gente más peligrosa, valiente y eficaz, que hace cosas más espectaculares, es la gente sin esperanza, por eso es tan peligroso que gobernantes estúpidos o incapaces le quiten a la gente la esperanza, porque pueden hacerla más peligrosa y más valiente, ellos sabrán lo que hacen", señala el autor. Por ello, Reverte admira tanto al protagonista de su novela, Max Costa, un apuesto bailarín de tangos con habilidades dispares, valiente, pero también refinado y misterioso, que en los años veinte se ocupa de entretener a las señoras a bordo del trasatlántico Cap Polonio, entre otras muchas labores. "La desesperanza libera de muchísimas cosas. Cuando ya no esperas nada es cuando eres más libre y dueño de ti mismo", reconoce. "Por eso envidio tanto a los personajes que adquieren esa libertad moral y por eso admiro a Max Costa", señala el autor. No quiere entrar en terrenos más farragosos relacionados con la actualidad, y Pérez-Reverte vuelve a la novela y subraya que ha escrito una historia de amor que se desarrolla a lo largo de 40 años. "Pero no hablo de amor idealizado", alega, "sino de amor de verdad". "Es un amor real, pero condicionado por unas circunstancias concretas; ellos son conscientes de que es un amor imperfecto y caduco y con rincones turbios y complejos".

El tango de la Guardia Vieja (Alfaguara) aúna una historia de amor, seducción y sexo que se desarrolla en tres escenarios: el trasatlántico Cap Polonio, en Buenos Aires, y en Niza. Pérez Reverte reconoce que lo más difícil de esta novela ha sido describir los encuentros sexuales entre los protagonistas. "Cómo cuentas el sexo a veces turbio y complejo, y no siempre a dos, de una manera elegante", se pregunta el autor. Ambos personaje desarrollan un ejercicio de nostalgia y serenidad al mirar con el paso del tiempo cómo fue ese amor. "Ves cómo dos personas inteligentes y lúcidas son capaces de ver una historia de amor desesperada, como el fracaso elegante puede asumir la derrota como regla y el amor como premio", sostiene Pérez-Reverte, para quien el mayor premio para un hombre es que una mujer inteligente le mire con "admiración".