Hubo un tiempo en el que España se convirtió en el plató de las producciones más caras de Hollywood, desde Doctor Zhivago a La caída del Imperio Romano. Ahora, cuando otros países ofrecen mejores incentivos fiscales y mano de obra más barata, intenta volver a ser un atractivo plató.
En los últimos años, películas como El príncipe de Persia o Las crónicas de Narnia pensaron en España como escenario para recrear sus mundos reales o imaginarios. La riqueza de paisajes separados por distancias relativamente cortas seguía como en los tiempos del gran productor Samuel Bronston, en los 60. Pero las condiciones no eran las mismas. Ahora que las películas del Oeste han pasado de Almería a Marruecos y los paisajes nevados se buscan en Europa del Este, la Asociación de Profesionales de la Producción Audiovisual reivindica que se vuelva a facilitar, mediante incentivos fiscales, el desembarco de grandes producciones en territorio español. "Por cada película que viene hay dos o tres que perdemos", explica el presidente de esta asociación, Fernando Victoria de Lecea, quien recuerda que técnicos célebres del cine español como Gil Parrondo se curtieron en esas producciones que llegaban al Estado, como Patton, que le reportó a Parrondo un Óscar.
En la producción ejecutiva, el beneficio es doble, por el dinero que revierte en el país y la oportunidad que supone para los técnicos nacionales, pues no hay que cargar con el 20% del presupuesto de la película, como exige el ICAA para calificar una coproducción. "Nuestros técnicos encuentran en estas producciones oportunidades que el cine español no les puede ofrecer", asevera el productor, quien añade que disciplinas tan concretas como la de especialistas en caballos tienen aquí a sus mejores profesionales.
condiciones
Hay materia prima
Desde la Siberia que relataba Boris Pasternak filmada entre Madrid, Soria y Salamanca en Doctor Zhivago, al desierto de Lawrence de Arabia en Andalucía, España sigue teniendo la materia prima. Faltan unas condiciones favorables y, por qué no, un nuevo Samuel Bronston, quien construyó en Las Matas (Madrid) el decorado más fastuoso hasta la fecha para La caída del Imperio Romano.
"La industria estadounidense inventó los incentivos fiscales. Nacieron en los 90, cuando el estado de Luisiana se promocionó como lugar de rodaje con condiciones mucho más ventajosas que las de Los Ángeles o Nueva York", asegura.
Productor de películas como Malas temporadas o No habrá paz para los malvados, Victoria de Lecea quiere que se entienda que, aunque luego el éxito de taquilla no revierta en la industria del cine español directamente, sí queda dinero en el país por los servicios prestados. Pone como ejemplo su experiencia en Noche y día, con Tom Cruise y Cameron Díaz que se rodó en Andalucía. "Contratamos 500 técnicos, 5.000 figurantes, todos españoles, 200 líneas de teléfono y 50 coches", explica, y subraya el dato de que en los estudios Ciudad de la Luz, en Alicante, por cada 15 euros invertidos se ganan 70.
Las coproducciones no siempre hacen recuperar el dinero invertido, aunque Victoria de Lecea pone de ejemplo Astérix y los Juegos Olímpicos, una colaboración entre Francia, Italia, Alemania y España, que puso 20 millones de euros, pero luego se consumieron, por ejemplo, 55.000 noches de hotel para todo el equipo.
"Hay que cambiar la ley de impuestos de sociedades", explica quien ha llamado a las puertas de los Ministerios de Hacienda, Industria y Economía y que en el pasado Festival de San Sebastián presentaba ante la directora general del ICAA, Susana de la Sierra, su voluntad de explotar este nicho económico, que no es incompatible con la producción propia ni con la coproducción.
Pero como mancha en ese expediente queda El imperio del Sol, de Steven Spielberg, cuyo rodaje fue recibido como el maná en una España humilde de los años 80 y no dejó ningún tipo de rentabilidad.
"Tenemos que ser buenos profesionales, que no se especule con los precios que se cobran, y ser serios", concluye Victoria de Lecea.