Donostia. Los dos Premio Donostia que restar por entregar lo tienen difícil para llevarse el galardón invisible del Zinemaldia, el que entregan los espectadores -virtual, pero con largo poso en la memoria- en base a factores intangibles como la simpatía y la humildad. Ewan McGregor se coronó ayer como el más amable entre la constelación de estrellas que han desfilado este año por el Festival, con su actitud desdeñosa sobre el concepto de "carrera", con su discurso propio, sin lugares comunes, acerca de la familia y, especialmente, con su insistencia en repartir méritos entre sus compañeros de reparto y de su vida.

Tras enlazar varios vuelos consecutivos durante 24 horas desde Tulsa, donde rueda con Meryl Streep y Julia Roberts -otras dos ilustres integrantes de la colección Donostia-, llegó con puntualidad escocesa a la conferencia de prensa y con una gentileza exquisita atendió a quienes se arremolinaban en torno al Hotel María Cristina o el Kursaal. Quizá, porque en su cuatra visita a Donostia, ya sabe adonde viene. "Estoy encantado de volver a San Sebastián, estuve con mi primera película, con Trainspotting y luego con Moulin Rouge y ya entonces sentí una increíble ola de emoción y energía del público, algo que no he sentido en ningún otro lugar del mundo", aseguró. "No tiene rival, y lo he tenido siempre en mi corazón", confesó, y las fórmulas de cortesía sonaban sinceras en su voz, la que transformó el tema Your song de Elton John.

La inmensa versatilidad del actor escocés (Crieff, 1971) le ha conducido a trabajar a las órdenes de cineastas como Peter Greenaway, Ridley Scott, Woody Allen, George Lucas, Tim Burton o Roman Polanski. Es una pieza clave del puzzle de la cinematografía de las últimas dos décadas. "No sé si dan premios con mi edad, pero puedo decir que he trabajado mucho, he estado bastante ocupado", explicó el premiado más joven de la historia del Zinemaldia, que no se considera un actor de Hollywood.

"Entiendo Hollywood como una película del sistema de estudios estadounidenses y yo he hecho un par de filmes de ese estilo, he trabajado sobre todo en el cine independiente. Me guían mis papeles, no quiero seguir ninguna carrera hollywoodiense, no soy así", precisó. McGregor ha demostrado, en general, un buen tino para sus proyectos, aunque admitió que algunos tropiezos. "He trabajado con grandes actores y directores, me lo he pasado bien, me he sentido orgulloso de las películas... Alguna peli no era tan buena, pero eso, mejor, vamos a dejarlo", rió.

En su trayectoria, "maravillosamente impredecible", como la definió el cineasta Juan Antonio Bayona, ha ejercido de inquietante heroinómano en Trainspotting, de joven Obi-Wan Kenobi en La guerra de las galaxias y del encantador Edward Bloom de Big Fish . Siempre es convincente.

"Soñé con ser un actor con trabajo, y en eso me he convertido", explicó el protagonista de El sueño de Cassandra, al que si tuviera que escoger un papel, le gustaría encarnar a George Mallory. No se ha podido probar que Mallory, "con una bufanda, una chaqueta tweed y unas botas de cuero", consiguiera escalar el Everest, pero es probable que ese casi sea lo que más le interesa a McGregor. "Tenía 39 años y cuatro hijos cuando murió; tendrá que ocurrir pronto o seré demasiado mayor", reclamó.

ser padre en el trabajo

"Honestidad brutal"

Hubo tres razones que determinaron su participación en Lo imposible. La primera, siempre, la historia: el guión "excelentemente escrito" por Sergio Sánchez, donde "había una sencillez y una honestidad brutal, poco habitual". La segunda, el director. "Había visto El orfanato, me parecía muy interesante y me entusiasmaba trabajar con Bayona". En tercer lugar, la posibilidad de explorar la paternidad desde su oficio. "Lo soy desde hace 17 años y esta ha sido mi primera oportunidad de ser padre, que es el elemento más importante de mi vida". Quizá por eso siente que el personaje de Henry "está más cerca de mí que cualquier otro".